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Oración al Padre

En el capítulo sexto del Evangelio de Mateo, el Señor explica a sus discípulos el modo de vivir los modos tradicionales de piedad judía: la limosna, la oración y el ayuno: "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (...) Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará . Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, para que

26 de junio. San Josemaría

Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención. Así reza la oración colecta de la Misa en honor de San Josemaría. Le damos gracias a Dios por haber suscitado ese sacerdote santo, ejemplo para los tiempos actuales. Y también agradecemos a San Josemaría su respuesta generosa y ejemplar a la Voluntad de Dios. Recordamos que fue elegido para proclamar la vocación universal a la santidad. ¡Cuántas personas ignoran todavía este mensaje! Muchos millones no han oído hablar de Cristo. Otras, incluso católicas, lo hemos conocido desde pequeños pero quizá ponemos la meta en la salvación: no ir al infierno, estar en gracia. Pero lo que el Señor espera es que seamos perfectos, santos. Y no unos cuantos, sino todos. Si esta

Santidad, camino de felicidad

En el Antiguo Testamento se presentan muchos personajes que son figuras, ejemplos, de la relación personal con el Señor. Por ejemplo, Elías. Es un profeta al que Dios le habla y le pide misiones concretas. En el libro de los Reyes aparece una corrección que debe hacerle al rey Ajab: “ has hecho pecar a Israel ”. El corregido reacciona con dolor y pide perdón de sus pecados. El Señor le comenta entonces a Elías: "¿Has visto cómo Ajab se ha humillado ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva, sino que castigaré a su familia en tiempos de su hijo".  El Salmo 50 recuerda una escena similar: la del pecado del rey David, que al ser corregido por el profeta Natán reacciona componiendo ese himno clásico de petición de perdón, el “Miserere”: “ Dios mío, por tu amor, por tu inmensa compasión, borra mi culpa; lava del todo mi maldad, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé; hice lo qu

Doce Apóstoles, columnas de la Iglesia

Explica I. de la Potterie (María nel mistero dell’Alleanza) que «la idea fundamental de toda la Biblia es que Dios quiere establecer una Alianza con los hombres (…) Según la fórmula clásica, Dios dice a Israel: “Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios”. Esta fórmula expresa la pertenencia recíproca del pueblo a Dios y de Dios a su pueblo».   Las lecturas del ciclo A para el XI Domingo formulan esa misma idea: En primer lugar, en el Éxodo (19, 2-6a) se presentan las palabras del Señor a Moisés: «si me obedecéis fielmente y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos , porque toda la tierra es mía; seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa». Y el Salmo 99 responde: « El Señor es nuestro Dios, y nosotros su pueblo . Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quién nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño».  El Evangelio de Mateo (9, 36-38; 10, 1-8) complementa ese cuadro del Antiguo Testamento, con l

Vocación de Mateo

La profesión de publicano significa, entre los romanos, un arrendador de los impuestos o rentas públicas y de las minas del Estado. Como explican Leske y Tassin, también permitía el cobro de derechos de pesca y cánones portuarios a las mercancías en tránsito. Además de que se consideraba una ocupación colaboracionista con las fuerzas opresoras, los publicanos tenían pocos controles en cuanto a sus métodos y ganancias. Por eso, los judíos los detestaban y los consideraban impuros y pecadores, tanto como los ladrones o los asesinos. Inclusive se decía que no podían pertenecer al reino mesiánico. Desde luego, un “justo” no podía sentarse a la mesa con ellos sin contaminarse, pues comer juntos era una muestra de amistad y de comunión entre personas. Podemos imaginarnos a un publicano en concreto, de nombre Leví, lo cual significa que pertenecía a la tribu sacerdotal judía. A pesar de su ascendencia social religiosa, sentiría en su corazón ese rechazo injusto. Probablemente ejercía esa pr

Sagrado Corazón de Jesús

Casi una semana después de celebrar la fiesta del Corpus Christi, conmemoramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Esta celebración se remonta al siglo XVII, cuando Santa Margarita María de Alacoque recibió la vocación de extender por el mundo la devoción al Corazón de Jesús. Como dice la Antífona de entrada, los proyectos del corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar las vidas de sus fieles de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre (Salmo 32). La Liturgia nos invita a considerar dos temas: el amor que Dios nos tiene y el compromiso de transmitir ese amor a los demás. La oración colecta pide: “Dios todopoderoso, al celebrar hoy la solemnidad del Corazón de Jesús recordamos el inmenso amor de tu Hijo para con nosotros ; concédenos alcanzar de esa fuente divina la abundancia inagotable de tu gracia”. Recordamos el inmenso amor de tu Hijo para con nosotros: En el libro del Deuteronomio (7,6-11), Moisés le aclara al pueblo que el Señor no lo ha elegido

Corpus Christi

La solemnidad que conmemora la presencia de Jesús en el sacramento del altar se remonta al siglo XIII, a impulsos de Santa Juliana y del milagro de Bolsena. La primera tuvo una visión de la Iglesia como si fuera una luna llena, pero con una mancha negra: la falta de esta celebración. El segundo es muy conocido: un sacerdote que tenía dudas sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía vio, en el momento de la consagración, que de la Hostia Santa manaba sangre.  Todavía hoy se conserva como reliquia el corporal manchado en la catedral de Orvieto, donde vivía el Papa Urbano IV quien, además, conocía de antes a Santa Juliana. Este papa extendió la fiesta a toda la iglesia y encargó el oficio a Santo Tomás de Aquino (que compuso entonces el Pange lingua y el Lauda Sion, entre otros). Esta fiesta n os habla  del “Gran Solitario”, como llamaba San Josemaría a Jesús en el Sagrario. En la oración colecta de la Misa se pide: “Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramen

Fe: “Señor, ayuda mi incredulidad”

En la base del cuadro de Rafael sobre la Transfiguración del Señor, aparece la escena que los evangelios sinópticos reseñan inmediatamente después: la curación del niño lunático. (Mt 17,14-20; Mc 9,14-29; Lc 9,37-40 Se trata de un muchacho poseído por un espíritu desde varios años atrás: le dan ataques, cae en el fuego o en el agua "muchas veces". Su padre lo lleva a los discípulos para que lo curen. ¡Es un drama!, toda la vida con la amenaza de la enfermedad. Pero los apóstoles tampoco fueron capaces de expulsar ese demonio. El Señor quiere enseñar la importancia de la fe y por eso muestra su desaprobación con lo que ha pasado: —¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo. Jesús conserva la calma, a pesar de que –en su presencia- sucede una nueva convulsión: En cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo retorcerse al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espumarajos. Nos enseña a estar tr

Santísima Trinidad

El domingo siguiente a Pentecostés, la liturgia celebra el misterio de la Santísima Trinidad.   El Prefacio de la Misa , dirigido al Padre, intenta explicar un poco más ese dogma central de la fe cristiana: “con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad ”. En el Antiguo Testamento, ante el politeísmo rampante en el contorno hebreo, la Revelación insiste en la unicidad de Dios, que es como un padre –es más, como una madre- que perdona. La lectura del Éxodo muestra la iniciativa divina para establecer una alianza entre Dios y su pueblo. En repetidas ocasiones, los israelitas infringen ese pac

Fátima: Juan Pablo II, Rosario, penitencia

Durante muchos años, un tema tabú para los medios era el tercer secreto de Fátima: los más avezados aseguraban que se trataba del nuevo poderío de China o que escondía arcanos apocalípticos, etc. Fue Juan Pablo II el Papa que permitió la publicación del secreto, con su interpretación. Estaba convencido de que en él se había cumplido. Como ha escrito Benedicto XVI , " Juan Pablo II, fecundo en inspiraciones proféticas y personalmente convencido de que "la mano materna" de la Virgen había desviado la bala que podría haber sido mortal para él, vio que había llegado el momento de disipar el halo de misterio que envolvía la última parte del secreto confiado por la Virgen a los tres pastorcitos de Fátima". El Papa actual señala que la convicción de su predecesor es una inspiración profética: "la mano materna" de la Virgen desvió la bala que podría haber sido mortal para él. Pero lo más importante fue, como el Papa anterior señaló en otras ocasione

El aire nuevo del Espíritu Santo

Hay una serie de realidades que están ahí y no nos damos cuenta o no nos fijamos en ella. Por ejemplo, en la fisiología humana: la respiración, la circulación, etc. Si no recibiésemos aire por un buen rato, o si el corazón dejara de funcionar, falleceríamos. Pero nos acostumbramos a vivir sin pensar en esto: tampoco se trata de estar siguiendo nuestro propio pulso a cada momento... En la vida espiritual, pasa lo mismo: hay unas realidades vitales para nuestra existencia, en las que pensamos poco. Una de ellas es la acción del Espíritu Santo en nosotros. San Josemaría titula una homilía de Pentecostés llamándolo así: " El Gran Desconocido ". De su propia vida interior, podemos tomar una experiencia para nuestra vida. Cuando era un joven sacerdote, su director espiritual le sugirió: "Frecuente el trato con el Espíritu Santo. No le hable: óigale". Siempre me gusta pensar cómo habríamos reaccionado nosotros ante ese consejo: quizá lo hubiéramos llevado una o dos vece

Sacerdocio común

El quinto domingo de Pascua sigue profundizando en el sentido de la Vigilia Pascual: el valor del bautismo. Parece tener un especial énfasis la palabra "Elección". En la primera lectura , aparece la elección de "los siete", el grupo de personas escogidas por el Espíritu Santo para el servicio de la mesa. En la segunda lectura, Pedro explica a los cristianos que también han sido elegidos, "Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa". Somos sacerdotes de nuestra existencia, mediadores entre Dios y los hombres, por el hecho de estar bautizados. Es lo que explica Juan Pablo II: "poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la i

¡Cristo ha resucitado!

Si la liturgia en general está llena de misterio y de simbología, la vigilia pascual es especialmente rica en contenido: ¡es tan fácil ver reflejada la propia vida en la oscuridad inicial! En medio de las tinieblas del pecado surge un fuego esperanzador, un cirio que no dejará de arder, hasta que “ el lucero matinal lo encuentre ardiendo”. Las luces que se reparten los fieles, uno a uno; el pregón pascual, verdadera serenata de enamorado; el recuerdo de la historia de la salvación en las lecturas, las profecías esperanzadoras, el Gloria cantado mientras suenan las campanas, el Evangelio de la Resurrección : “ ¡no tengáis miedo, ha resucitado!” Cada año podemos profundizar un poco más, también teniendo en cuenta las vicisitudes y las alegrías del tiempo transcurrido: en una ocasión nos maravillaremos de la vida parroquial; en otra, del fervor de un grupo más pequeño de apostolado; otro día acudiremos con una persona a la que estamos acercando a Cristo. Quizá años más tarde coincidir

Resurrección de Lázaro. Amistad con Jesús

En estos días recibí un mensaje de un amigo que vive en Tierra Santa. Sin querer generar envidia, describía el paisaje que veía desde la terraza de su casa: la basílica del Santo Sepulcro en primer lugar, el Monte de los Olivos detrás y, al fondo, a 3 kms de Jerusalén, el pequeño poblado de Betania. Hay un pasaje del Evangelio que se desarrolla precisamente en esa aldea, en Betania, donde Jesús encontraba una familia a la que amaba, en la que se sentía bien, donde tenía verdaderos amigos: Marta, María y Lázaro. San Josemaría acostumbraba llamar “Betania” a los sagrarios, como queriendo que Jesús también estuviera bien tratado allí. En el punto 322 de su libro Camino se lee: “Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... —Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. —Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario”.   En un retiro para seminaristas daba más pistas al respecto: “¡Qué alegría al contemplar a Jesús en Betania!