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Mostrando las entradas de agosto, 2010

Humildad. Los primeros puestos.

1. Una vez más, San Lucas presenta al Señor invitado a un banquete. Muestra, de esta forma, la actitud amistosa de Jesús, que vino para acompañarnos, para estar cerca de nosotros, hasta quedarse a nuestra disposición –hecho pan en la Eucaristía-: Un sábado, entró él a comer en casa de uno de los principales fariseos y ellos le estaban observando.  Les proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos. Un fariseo importante le invita, para observarlo. No es una invitación fraternal, sino una trampa o un laboratorio. Pero Jesús pasa a la ofensiva, al ver la falta de educación de los invitados, que se sentaban en los lugares privilegiados. Se trata de una actitud bastante común: incluso hay quien se sienta un poco atrás, pero como estrategia, para que lo asciendan. Es la tendencia humana al reconocimiento, a ser tenido en cuenta, a llamar la atención. Se trata, prácticamente, del primer pecado del hombre: la soberbia. El Diccionario la define

Oración humilde y perseverante. La mujer cananea (sirofenicia)

En el camino de nuestra vocación cristiana, necesariamente debemos encontrarnos con la Cruz del Señor: la mayoría de las veces, en la vida diaria: perdemos el medio de transporte, aparecen los achaques de salud, alguna amistad nos hace pasar un mal rato, somos incomprendidos –o nuestra soberbia nos lo hace creer sin justa causa-. En otras ocasiones, pueden ser temas de gran calado: la muerte de un ser querido, una enfermedad que parece incurable, etc. El Evangelio de Mateo (15,21-28) nos presenta una situación de este último tipo: Jesús ha ido con sus apóstoles “al extranjero”: Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. En esto una mujer cananea , venida de aquellos contornos, se puso a gritar: —¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio.  Se trata de una actuación llena de audacia. Seguramente esa mujer había buscado la curación de su hija a través de mil medios distintos, sin lograrlo. Hasta que oye h

El administrador fiel y prudente

Después de la parábola del rico necio, el Señor concluye su discurso insistiendo en la necesidad de poner el corazón en el Reino de Dios, no en los bienes materiales: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Lc 12,32-34) . Una señal clara de que ansiamos el Reino como el mayor don de Dios, de que tenemos puesto en él nuestro corazón, es que estamos vigilantes y preparados para la venida del Señor. Este es el anuncio del Evangelio que empezamos a considerar ahora. En primer lugar, Jesús invita a estar vigilantes predicando la parábola de los siervos del señor que vuelve de nupcias: Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la