En el capítulo octavo de su evangelio, san Marcos presenta una peculiar encuesta que hizo Jesús sobre quién decía la gente que era Él, y qué habían comprendido los apóstoles sobre su persona y su misión. Pedro respondió con audacia que Jesús era el Mesías y el Maestro los conminó a guardar esa verdad como un secreto. Pero podemos preguntarnos cuál era el sentido último de ese diálogo, y lo podemos intuir con el anuncio que el Señor hizo a continuación, cuando comenzó a enseñarles que tendría que padecer mucho, ser rechazado y llevado a la muerte . Jesús mostró que la clave de su mesianismo pasaba por la Cruz, como lo habían predicho los profetas; por ejemplo, en los cánticos del siervo del Señor que presenta Isaías (50,5-9): Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. Pero al mismo tiempo Pedro, representante de nuestra falta de fe, le reprendió por decir tales cosas justo cuando acaba de con
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