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Mostrando las entradas con la etiqueta diciembre

Navidad: humildad y paz

En la noche de Navidad, la liturgia invita a contemplar el capítulo segundo del evangelio de san Lucas: en la noche la primera mitad, y el resto en la Misa de la aurora. El esquema que sigue el evangelista comienza narrando la convocatoria del censo, al que debían desplazarse san José y la Virgen, por ser descendientes de David: Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. La Providencia divina se sirvió de la autoridad imperial para que se cumplieran las profecías. Y puso a la Sagrada Familia en el ambiente redentor del sufrimiento: ¡cuánto padecería José, al no poder ofrecerle a su Esposa los medios adecuados para un alumbramiento digno! ¡Y cuánto sufriría la Virgen, con nueve meses de embarazo, un camino de varios días a lomo de mula! En su oración le ofrecerían a Dios las incomodidades, físicas y morales, del desplazamiento -también la hu

Navidad del Año de la misericordia

Cada año la liturgia nos ayuda a revivir los principales misterios de la vida de Cristo: desde su nacimiento en Belén hasta el triduo pascual. En Navidad, nos servimos de los Evangelios de la infancia y también de la oración de los santos, que nos ayudan a profundizar en el sentido profundo de estos momentos de la vida de nuestro Señor, para no correr el riesgo de quedarnos en sentimentalismos estériles. Contemplemos, por ejemplo, unas palabras de san Josemaría: « Dios nos enseña a abandonarnos por completo. Mirad cuál es el ambiente, donde Cristo nace. Todo allí nos insiste en esta entrega sin condiciones » (Carta 14-II-1974, n. 2. Citado por Echevarría J., Carta Pastoral, 1-XII-2015. Subrayados añadidos). Pongamos nuestras miradas en el pesebre de Belén. Observemos al Niño, inerme, generoso, entregado por completo en las manos de los hombres. Y contemplemos la donación total de María y de José. Cada uno a su modo, los tres miembros de la Sagrada Familia viven una entrega sin c

Inmaculada Concepción: Causa de nuestra alegría, Virgen purísima y Madre de misericordia.

La liturgia que celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María nos ayuda a considerar varios aspectos de la piedad filial mariana. En concreto, podemos meditar sobre tres jaculatorias dirigidas a la Virgen: Causa de nuestra alegría, Virgen purísima y Madre de misericordia. Causa de nuestra alegría, en primer lugar. La antífona de entrada nos pone desde el comienzo en un ambiente de júbilo: Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas (Is 61,10). Estas palabras corresponden a la exclamación del pueblo de Dios agradecido por haber experimentado la misericordia y el consuelo de Dios durante el duro camino de vuelta desde el exilio de Babilonia (Cf. Benedicto XVI. Homilía, 13-V-2010). San Juan Pablo II dice que es como un Magníficat . Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios . Es la primera idea de esta festividad, una invi

Navidad: Luz y Salvación

El himno de las vísperas acoge la Navidad cantando: “Oh Cristo Redentor del mundo, Unigénito del Padre, nacido de modo inefable, antes de todos los siglos. T ú que eres la Luz y el Resplandor del Padre , nuestra continua esperanza, acoge las súplicas que elevan tus fieles desde todos los rincones de la tierra. Recuerda, Señor, Autor de la salvación que al nacer, en otro tiempo de la Virgen Inmaculada, quisiste asumir un cuerpo como el nuestro. Sólo en Ti, Señor, venido de la sede del Padre encuentra el mundo su salvación: lo atestigua esta fiesta de hoy cuya celebración se repite cada año”. Se cumple otro oráculo de Isaías (9, 1-3. 5-6), el que profetizaba el nacimiento del Príncipe de la paz: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras de muerte, les ha brillado una luz. Multiplicaste el gozo, aumentaste la alegría. Se alegran en tu presencia con la alegría de la siega (…). Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado .

Inmaculada Concepción

Canta el himno de las primeras vísperas de esta fiesta: “Oh María, Madre inmaculada de Dios, Esperanza nuestra y Júbilo para el Cielo. Paloma hermosísima, como Lirio entre espinas, Vara que, al brotar de la estirpe, sanaste nuestras heridas. Solo Tú brillas libre de la culpa original, inmune del todo a las artes de la Serpiente envidiosa, de la que eres egregio Rival. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que te otorgaron la gracia de una santidad incomparable". Después de nueve días preparándonos para esta fiesta ―ayer, especialmente, encendiendo las velitas, costumbre que algunos relacionan con las que el pueblo prendió en Éfeso, para celebrar el dogma de la Maternidad divina de María―, celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, verdad de fe creída por el pueblo desde siglos y proclamada por Pío IX en 1854 con la bula Ineffabilis Deus (por cierto, la pluma con la que ese Papa firmó la bula se encuentra en la Catedral de Bogotá, que está de

Navidad: alegría, optimismo, esperanza

La Misa de la vigilia de Navidad comienza pidiendo al Señor que, “así como ahora acogemos a tu Hijo, llenos de júbilo , como a nuestro redentor, así también cuando venga como juez, podamos recibirlo llenos de confianza”. Y uno puede pensar qué sentido tiene hablar de júbilo en un tiempo como el nuestro, lleno de eventos negativos de todo tipo. Alguno puede llegar a preguntarse, quizá, si no tendrán razón los que piensan que la Navidad es un momento de anestesia, medio mítico, sin mayores consecuencias verdaderas. Por el contrario, la liturgia está llena de ecos del anuncio de los ángeles: “ ¡Os anuncio una gran alegría!”. En la primera lectura, el capítulo 62 (1-5) de Isaías presenta una celebración jubilosa de Jerusalén: el Señor se ha complacido en ti . Una voz se eleva intercediendo por la bienamada, que fue abandonada por un tiempo: “tu esposo será tu Creador”, había dicho el capítulo 54. (Pelletier): “ Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré re

28-XII. Santos inocentes. Vocación

La Iglesia celebra el 28 de diciembre la fiesta de los Santos Inocentes. Más allá de las inocentadas, esta celebración nos puede ayudar a considerar que hemos de reconocernos pecadores y luchar contra el pecado. Parecernos al verdadero inocente, Jesucristo. Y acudir a los medios de santificación que nos lo facilitan: los sacramentos, la dirección espiritual. En la primera lectura, San Juan ( 1 Juan 1, 5-10; 2, 1-2 ) aclara que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado. "Queridos hermanos: Este es el mensaje que le hemos oído a Jesucristo y les anunciamos: Dios es luz y no hay en él oscuridad alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y andamos en oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. (...) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no habita en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda maldad. (...) Hijos míos, les escribo estas cosas para