Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta novísimos

El juicio particular

Continuamos considerando las verdades eternas, de acuerdo con la invitación que la Iglesia nos hace en el mes de noviembre. Ya hemos meditado la ineluctable realidad de la muerte, con ocasión de la conmemoración de todos los fieles difuntos el segundo día del mes. Más adelante consideramos la esperanza del cielo, partiendo del diálogo de Jesús con los saduceos acerca de la resurrección de los muertos, cuando el Maestro aclaró que el Señor "no es Dios de muertos, sino de vivos". Una semana más tarde, la liturgia nos presenta el evento que vendrá al final de los tiempos, el juicio final. Es una realidad tan importante, que todos los domingos la reafirmamos en el credo al proclamar de pies que Jesucristo vendrá al final de los tiempos "para juzgar a vivos y muertos". Benedicto XVI glosa esta costumbre en su encíclica sobre la esperanza: “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como crite

El juicio final

Una de las principales inquietudes del ser humano desde el comienzo ha sido la cuestión de los orígenes del mundo y del hombre. Los primeros mitos pretenden ofrecer una respuesta a esa pregunta. Esas explicaciones del pasado conllevan una visión peculiar del presente y del futuro: ¿De dónde venimos, hacia dónde vamos, quiénes somos?, son las grandes preguntas que se hacen los hombres, y que luego elaboran con más raciocinio por medio de la filosofía, pero que también personalmente todos nos planteamos y respondemos de alguna manera, ya que esas preguntas -y las respuestas que les brindamos- son las que guían nuestro obrar y nuestras esperanzas. La revelación judeocristiana es la manifestación de Dios como respuesta a esos anhelos del hombre. Por eso el Antiguo Testamento comienza ofreciendo los relatos de la creación del Universo y de los seres humanos a partir de la nada y el Nuevo Testamento concluye con las profecías acerca de lo que ocurrirá al final de los tiempos. Los

La resurrección de los muertos

Estamos llegando al final del año litúrgico. En el mes de noviembre, la Iglesia nos invita a considerar las verdades eternas: la muerte, el juicio, el cielo, el purgatorio y el infierno. Por eso comenzamos el mes venerando a todos los santos e, inmediatamente después, pidiendo por el descanso eterno de todos los fieles difuntos. Los últimos domingos del tiempo ordinario consideramos las controversias finales de Jesús en Jerusalén, los días previos a su pasión y a su muerte. Después de la entrada triunfal del domingo de ramos, san Lucas presenta cuatro controversias y una parábola: los miembros del Sanedrín le preguntan a Jesús por el origen de su autoridad ―a lo que Él responde que antes le digan de dónde provenía la misión de Juan―; después el Señor narra la parábola de los viñadores homicidas; la segunda discusión es sobre el impuesto al César. Por último, el mismo Jesús formula un enigma que remite a la primera pregunta, sobre la fuente de su autoridad. En la tercera polémi

Los invitados a las bodas

1. En la recta final de su Evangelio, Mateo presenta a Jesús en el Templo, discutiendo con las autoridades judías. El maestro responde con tres “parábolas de juicio”, la última de las cuales vamos a contemplar en este rato de oración:   —El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas.     Una vez más Jesús compara el Reino con un banquete nupcial, en línea con la predicación de los profetas que anunciaban el matrimonio del Señor –el Hijo- con su pueblo. Pero éstos no querían acudir. Así somos, Señor. Tú nos invitas a gozar de tu intimidad divina y nosotros nos quedamos dedicados a lo nuestro. Nos inquieta que tus llamadas nos quiten nuestra alegría. Como si te tuviéramos miedo… El Señor, que generosamente ha dispuesto su gran mesa –como dice Lucas en el pasaje paralelo- insiste una vez más, como había hecho en el Antiguo Testamento . Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Decid a

Vida más allá de la muerte (Los novísimos)

A la salida del Templo, le dijeron a Jesús: “Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!”. Siempre y en todas partes es habitual el regionalismo, la admiración de las grandes obras del propio pueblo. Explica la Biblia de Navarra que los judíos pensaban que el día del juicio del Señor sería terrible para los impíos, pero glorioso para los hebreos. La majestuosidad del Templo era señal de esa futura gloria. En este caso, el Señor no respondió con la típica afirmación diplomática del estilo: “es de los más bonitos que he visto”. Es más, corrige la interpretación en boga y añade que el Templo sería destruido. No se trataba de ser aguafiestas, sino de anunciar lo que le pasaría a Él mismo y a sus seguidores a lo largo de los siglos: también la predicación del Evangelio será en medio de lucha y contradicciones. En su libro Jesús de Nazaret, el Papa resalta que este discurso se pronuncia en el contexto previo a la Pasión y a la muerte en la Cruz. El Señor habla de la llegada del Hijo

Peregrinos: muerte y esperanza

 Santa Misa de funeral. 1ª. Lectura: Ap 14,13: Ellos descansan de sus trabajos porque sus obras los acompañan. Sal 63: Mi alma está sedienta de ti, Dios mío. Lc 23: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. No está aquí, resucitó. Celebramos hoy las exequias de nuestro hermano Luis Enrique. Es una circunstancia que nos hace enfrentarnos con esa realidad inexorable de la muerte. Como dice el poeta del siglo de oro español: “Yo, ¿para qué nací? / -para salvarme /que tengo que morir es infalible”... Es dura la realidad de la muerte. Y es tan humana, que hasta el Señor Jesucristo aceptó padecerla, como acabamos de leer en el Evangelio: hacia las tres de la tarde, en medio de las penumbras de aquel Viernes Santo, “Jesús, con voz potente, exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y dicho esto, expiró”. Imaginémonos el corazón de su Madre. Pensemos en los sentimientos de Juan. A cada uno de ellos, el Señor les había encomendado mutuamente su cuidado: Ahí tienes a tu h

Motivos de esperanza

Cada año, en la segunda mitad de noviembre, la liturgia de la Iglesia expone un tema que genera temor en la sociedad actual: el fin del mundo. El ser humano se asusta ante la posibilidad de que esta vida se acabe. Y, al mismo tiempo, cualquier película que hable de este asunto tiene taquilla asegurada. En teología, la materia que estudia estos argumentos, llamada “Escatología”, es una de las que más controversias suscita: ¿en qué consiste propiamente la muerte? ¿qué sucede después de ella? ¿qué son esas estructuras conocidas como el cielo, el purgatorio, el infierno? ¿en verdad existen, o son mitos ya superados? Precisamente por eso la Iglesia insiste en el anuncio de este tema, no sea que, inmersos en la barahúnda de la existencia cotidiana, nos vaya a suceder lo que decía la revista Time: «Nunca hemos corrido tan deprisa hacia ninguna parte». La Revelación cristiana nos enseña que esta vida terrena tiene un origen y un destino, que es Dios. Y con esa instrucción n