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Mostrando las entradas con la etiqueta esperanza

La tempestad calmada

  “Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla»”. El mismo día del sermón de las parábolas, el Señor pasa de la doctrina a las obras.   “Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban”. A Jesús le importa la formación de sus discípulos más cercanos, que después serán los pastores de las multitudes. A ellos les explica las parábolas, con ellos comparte las experiencias más exigentes. Como la que veremos en esta escena del Evangelio. Después de las enseñanzas, Jesús confirma la autoridad de sus palabras con hechos portentosos. En concreto, con cuatro milagros, de los cuales leeremos tres los próximos domingos: el que contemplaremos ahora, la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo. Los milagros de Jesús también sirven para animar a los discípulos a que tengan más fe, a confiar en la ayuda divina que no les faltará para superar las dificultades en el apostolado. De hecho, esta escena aparece en los tre

Santa María, madre de Dios

        Temas:  1. Santa María, madre de Dios.  2. Madre de Dios y madre nuestra.  3. Esperanza nuestra. “Oh, María, llena de todas las gracias, Puerta abierta para Cristo que Él, como Rey, franquea, permaneciendo desde el principio y para siempre cerrada”. La Navidad es una fiesta cristológica, en la cual celebramos que “salió del claustro de la Virgen el Hijo del eterno Padre”. Pero también festejamos que su madre, una representante del género humano, nos trae “la esperanza ilimitada”. San Josemaría escribió que “todas las fiestas de Nuestra Señora son grandes, porque constituyen ocasiones que la Iglesia nos brinda para demostrar con hechos nuestro amor a Santa María. Pero si tuviera que escoger una, entre esas festividades, prefiero la de hoy: la maternidad divina de la Santísima Virgen” (AD, n. 274). Se entiende que una persona para la cual sus grandes amores son Cristo y María goce con una solemnidad que conmemora su vínculo humano y divino. Quizá por esa misma razón le gust

Salió el sembrador a sembrar...

     Después del sermón del monte y el discurso misionero, el tercer discurso de Jesús que narra el Evangelio de Mateo es el de las siete parábolas, que es un número de plenitud para revelar los misterios del Reino de Dios (Mt 13, 1-23): Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas. Jesús se sirve de la barca de Pedro como púlpito desde el que enseña, en el lago de Genesaret, a una multitud. El Señor quiere contar con nosotros, con nuestra pobre colaboración, para revelar su Palabra a los hombres. Comienza con la primera parábola, que será el tema de nuestra meditación de hoy: “Salió el sembrador a sembrar”. Después del aparente fracaso ante los fariseos, “Jesús, como predicador de la palabra, reflexiona sobre su propio ministerio, valorando los resultados de su predicación” ( Estrada).   “La escena es actual. El sembrado

La esperanza

Una de las características del Adviento, “tiempo de piadosa expectativa” según el beato Pablo VI, es que prepara el encuentro con Jesús. Y lo hace de dos maneras complementarias: de una parte, la más inmediata, que es la que nos reúne alrededor del pesebre, anima a vivir la Navidad inminente con espíritu encendido. Por otro lado, también ayuda a pensar en la venida definitiva de Jesús al final de los tiempos: Cristo viene en cada celebración litúrgica, en cada Eucaristía, pero también nos preparamos para la parusía. En este período litúrgico se consideran las virtudes teologales, que se llaman así porque tienen como objeto, como origen y como fin a Dios mismo, y que recibimos en el bautismo (la fe, la esperanza y la caridad). En cuanto virtudes, son hábitos buenos, que nos ayudan a crecer en nuestra relación amorosa, creyente y esperanzada con nuestro Señor. De las tres, la esperanza es la menos comentada, la menos conocida, con mayor razón en nuestro tiempo. Como dice Gelabert (2

La resurrección de los muertos

Estamos llegando al final del año litúrgico. En el mes de noviembre, la Iglesia nos invita a considerar las verdades eternas: la muerte, el juicio, el cielo, el purgatorio y el infierno. Por eso comenzamos el mes venerando a todos los santos e, inmediatamente después, pidiendo por el descanso eterno de todos los fieles difuntos. Los últimos domingos del tiempo ordinario consideramos las controversias finales de Jesús en Jerusalén, los días previos a su pasión y a su muerte. Después de la entrada triunfal del domingo de ramos, san Lucas presenta cuatro controversias y una parábola: los miembros del Sanedrín le preguntan a Jesús por el origen de su autoridad ―a lo que Él responde que antes le digan de dónde provenía la misión de Juan―; después el Señor narra la parábola de los viñadores homicidas; la segunda discusión es sobre el impuesto al César. Por último, el mismo Jesús formula un enigma que remite a la primera pregunta, sobre la fuente de su autoridad. En la tercera polémi

Peregrinos: muerte y esperanza

 Santa Misa de funeral. 1ª. Lectura: Ap 14,13: Ellos descansan de sus trabajos porque sus obras los acompañan. Sal 63: Mi alma está sedienta de ti, Dios mío. Lc 23: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. No está aquí, resucitó. Celebramos hoy las exequias de nuestro hermano Luis Enrique. Es una circunstancia que nos hace enfrentarnos con esa realidad inexorable de la muerte. Como dice el poeta del siglo de oro español: “Yo, ¿para qué nací? / -para salvarme /que tengo que morir es infalible”... Es dura la realidad de la muerte. Y es tan humana, que hasta el Señor Jesucristo aceptó padecerla, como acabamos de leer en el Evangelio: hacia las tres de la tarde, en medio de las penumbras de aquel Viernes Santo, “Jesús, con voz potente, exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y dicho esto, expiró”. Imaginémonos el corazón de su Madre. Pensemos en los sentimientos de Juan. A cada uno de ellos, el Señor les había encomendado mutuamente su cuidado: Ahí tienes a tu h

Optimismo y esperanza cristiana

Comienza un nuevo año, al menos en lo laboral, para muchos. Aunque ya llevamos un mes, el inicio de febrero nos hace caer en la cuenta de que el año nuevo no da espera: ¡ya gastamos la duodécima parte! Y el inicio de un año siempre crea expectativas: es famoso el chiste del fanático de un equipo malo de fútbol que repite: “este año sí”. Pero también nos acechan miedos: la crisis económica, los vaivenes de la política, las normas que emanarán los gobernantes de turno, si seremos capaces de lograr los objetivos, cómo responderá nuestra salud… En la vida interior, un poco de lo mismo: cómo responderemos a lo que nos pide Dios; dudamos de nuestras capacidades, parece que cada vez fuéramos peores o, al menos, que no mejoramos. Como si las tentaciones fueran mayores o nuestras defensas cada vez más débiles. Por fuera y por dentro se nota la “mancha viscosa que extienden los sembradores del odio”: crece la tentación del pesimismo. Por otra parte, la liturgia del IV domingo n