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El administrador fiel y prudente

Después de la parábola del rico necio, el Señor concluye su discurso insistiendo en la necesidad de poner el corazón en el Reino de Dios, no en los bienes materiales: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Lc 12,32-34) . Una señal clara de que ansiamos el Reino como el mayor don de Dios, de que tenemos puesto en él nuestro corazón, es que estamos vigilantes y preparados para la venida del Señor. Este es el anuncio del Evangelio que empezamos a considerar ahora. En primer lugar, Jesús invita a estar vigilantes predicando la parábola de los siervos del señor que vuelve de nupcias: Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la