Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta apostolado

Vocación de los primeros discípulos

El cuarto evangelio comienza con el prólogo sobre la Encarnación del Verbo y continúa con la figura y el testimonio de san Juan Bautista. El Precursor cumple su misión desde el comienzo, pues el evangelio narra que, "al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: 'Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo'”. Al día siguiente, cuando estaba con dos de sus discípulos mejor preparados, a los que había formado de modo especial para que estuvieran bien dispuestos, les señaló a Jesús mientras les repetía su testimonio: aquel hombre era el siervo anunciado por Isaías (53,7), el Mesías esperado, el redentor, el verdadero cordero pascual. “Estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘Este es el Cordero de Dios’”. Juan es modelo de apóstol: primero porque tiene su mirada puesta en Jesús, se fija en Él, para después dar su testimonio. Además, es amigo de sus discípulos, los forma para que puedan responder bien cuando se encuentr

Parábola del banquete de bodas

Después de las dos parábolas del juicio, la de los dos hijos y la de los viñadores homicidas, Jesús continúa en el templo su controversia con las autoridades judías acerca del origen de su autoridad. En esta ocasión cambia el ambiente agrícola por el festivo. Se trata de la tercera parábola, que también está presente en el evangelio de san Lucas (14,15ss): “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba a boda de su hijo”. En esta ocasión Jesús pone el ejemplo de una fiesta grande, no un jolgorio cualquiera. ¡Es el banquete que ofrece un rey por las bodas de su hijo! El rey, el mismo padre de las parábolas anteriores, es Dios; el Hijo ―el esposo― es Jesús. El banquete es una figura utilizada en el antiguo testamento para hablar del Reino de Dios o de la vida eterna. Un ejemplo es la primera lectura del domingo 29, tomada del capítulo 25 del profeta Isaías: “El Señor del universo preparará en este monte, para todos los pueblos, un festín de manjares suculentos, un festín de v

Jesús asciende a los cielos: ¿nos deja solos?

Cuarenta días después de la Resurrección de Jesucristo se celebra su exaltación gloriosa por medio de la Ascensión a los cielos. ¿Por qué cuarenta días después? Las cifras en la Escritura no son mera casualidad: recordemos que cuarenta fueron los años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto, y que cuarenta fueron los días que duró la cuaresma de Jesús antes de iniciar su vida pública. San Lucas es el mejor narrador de esta escena. En los Hechos de los Apóstoles la describe así (1,9-11): A la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo»”. Llama la atención que, mientras Mateo y Juan no narran la Ascensión (queda implícita en sus disc

Vocación de los primeros apóstoles

El día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los primeros apóstoles que se acercaron a Cristo fueron discípulos de Juan Bautista: él los preparó durante un tiempo largo para que, cuando encontraran al Mesías, tuvieran la disponibilidad de seguirle:  Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. También nosotros nos hemos preparado para escuchar a Jesús, para acoger su amor misericordioso, siempre pronto a perdonar nuestras faltas; nos hemos dispuesto para escuchar su llamada y hemos desarrollado un deseo profundo, a pesar de nuestras debilidades, de conocerlo con mayor intensidad:  Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Acudamos al Maestro, en nuestra oración personal, como hicieron esos jóvenes discípulos de Juan, sigamos sus pisadas por las calles de esta tierra santificada po

La unción en Betania

El Sábado de Pasión, la víspera del Domingo de Ramos, el Señor fue a comer a Betania, la pequeña aldea a la que tanto le gustaba ir. Allí, con la compañía de esos queridísimos amigos que eran Lázaro, María y Marta, Jesús descansaba y reponía fuerzas (Jn 12,1-11). Ellos habían invitado al Maestro para celebrar l a resurrección del hermano mayor, pero no había sido fácil concretar el día, debido a la persecución que habían desencadenado sus enemigos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa . Detallista como siempre, María había empleado una buena cantidad de sus ahorros para comprar un perfume importado del Oriente. En los momentos iniciales, cuando el protocolo sugería ofrecer al invitado agua para que se limpiara los pies —como sabemos por el banquete en casa de Simón el fariseo—, María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Este gesto nos habla,

Muerte de Juan el Bautista

Juan Bautista es el único santo del que se celebra el nacimiento y el martirio. El prefacio de la Misa hace un resumen de su vida, con los principales hitos de su relación con Jesucristo: «precursor de tu Hijo y el mayor de los nacidos de mujer, saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. Él bautizó en el Jordán al autor del Bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo». Vamos a considerar en nuestra oración el relato de ese «supremo testimonio» según el Evangelio de san Marcos (6,14-29): Como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Este Herodes es Antipas, hijo de Herodes el Grande, que reinaba cuando nació Jesucristo. En realidad Antipas no e

Curación del paralítico de Betzata

Después de la curación del hijo del funcionario real, el capítulo quinto del evangelio de san Juan continúa con otro milagro: el autor sagrado demuestra con hechos la realidad de las afirmaciones que más adelante formulará Jesús, cuando manifieste su divinidad. Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén . De acuerdo con su costumbre, el autor del cuarto evangelio ubica temporalmente el suceso de acuerdo con las fiestas judías. Para Benedicto XVI es muy probable que se trate de Pentecostés, aunque algunos digan que podría ser la Pascua. Luego viene la  ubicación espacial: Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos, bajo los que yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. En el siglo XIX se encontraron los vestigios de esta piscina, al nororiente de la ciudad, junto a la puerta llamada también probática, porque era el sitio por donde entraban los an