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Mostrando las entradas de diciembre, 2010

Navidad: El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz

Después de casi un mes de Adviento, llegamos hoy a Belén. Esta escena ha despertado siempre en las personas santas sentimientos tiernos y recios a la vez, como se nota en una obra de San Josemaría: “al hilo de la espera santa de María y de José, yo también espero, con impaciencia, al Niño. ¡Qué contento me pondré en Belén!: presiento que romperé en una alegría sin límite” (Surco, 62). Hoy nos ponemos contentos en Belén. Quisiéramos también romper en alegría sin límite, la alegría de la conversión, de nacer de nuevo con Él, para comunicarla a muchas almas . Ya en la primera lectura (Is 9, 1-3.5-6) palpamos en qué consiste el Amor divino: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras de muerte, les ha brillado una luz. Multiplicaste el gozo, aumentaste la alegría”. Este canto es un himno de acción de gracias, celebra que el Señor ha liberado al pueblo de la opresión. ¿Y en qué consiste esa luz liberadora? Consiste en que el profet

El pesebre y la Cruz

Un día antes de celebrar la Navidad, seguimos considerando los prolegómenos que Lucas relata antes de narrar el nacimiento de Jesús en Belén. Después de las escenas de la visitación y del canto del Magnificat, en las que contemplábamos a María como ejemplo de servicio y de humildad, la atención recae en la imposición del nombre a Juan el Bautista: a Isabel le llegó el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: —De ninguna manera, sino que se llamará Juan.  Se trata de un pasaje lleno de alegría, pues el pueblo ve que el Señor ha cumplido sus promesas. Como había dicho el ángel, para Dios no hay nada imposible . La ceremonia expresa que Juan forma parte del pueblo hebreo, como también lo hará Jesús más adelante. Vemos a Isabel como ejemplo de obediencia a l

María, modelo de humildad

Se acerca la Navidad, y la liturgia pone a nuestra consideración un acontecimiento que sucedió poco tiempo después de que el ángel anunciara a María la concepción virginal del Hijo de Dios. En aquella ocasión, San Gabriel le dio un signo a Nuestra Señora con el fin de confirmar que para Dios nada es imposible: “ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que llamaban estéril está ya en el sexto mes”. María ve en aquellas palabras un compromiso de ayudar a su prima y, sin ninguna dilación, emprende el camino hacia Aim Karem, a unos tres días de viaje, probablemente con la compañía de José. En el episodio de la visitación, Lucas señala dos eventos: en primer lugar, el saludo de las dos madres, con la exclamación de Isabel que recordamos cada día al rezar el Ave María: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Después, el evangelista transmite el himno del Magnificat, que es una alabanza de la Virgen al poder miserico

San José y la voluntad de Dios

Llegamos al último domingo antes de la Navidad y la liturgia nos ayuda a prepararnos para celebrar esta solemnidad. En la primera lectura, aparece la famosa profecía de Isaías 7,14, tan fácil de memorizar (7x2=14). En ella, aparece el profeta delante del rey Ajaz, animándolo a que no haga alianzas con otros reyes, sino a confiar en que el Señor estará con él. Para garantizar la seriedad de su consejo, lo invita a pedirle un signo, que sea la muestra de que Dios está de su parte. Como el rey ya tiene la decisión tomada en contra, se justifica con un prejuicio Pseudo-religioso: “no lo pediré y no tentaré al Señor”. Entonces el profeta responde: -“Escuchad, casa de David: « ¿Os parece poco cansar a los hombres para que canséis también a mi Dios? Pues bien, el propio Señor os da un signo. Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel”. La palabra original puede entenderse simplemente como “muchacha”: cuando al poco tiempo la joven espo

Adviento, tiempo de conversión

NORMAS UNIVERSALES SOBRE EL AÑO LITÚRGICO Y SOBRE EL CALENDARIO Ya estamos en la segunda semana del tiempo de Adviento. Durante estos días, nos preparamos para celebrar la Navidad en tres sentidos: la primera, hace veinte siglos; la litúrgica, correspondiente a este año (la celebración actualiza los misterios que rememoramos) y la futura, o sea la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por eso decimos de Jesús en el Prefacio de la Misa durante estos días que, “ al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar”. Por estas razones, enseñan las normas litúrgicas, “el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre”. En la segunda lectura del mismo domingo, San Pablo ani