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Mostrando las entradas de julio, 2010

Avaricia y pobreza. El rico necio

La semana pasada estuve hablando con un joven médico que albergaba una duda desde su adolescencia: recordaba haber leído una famosa novela en que se planteaba el tema de la pobreza de Cristo. Muchos años después, seguía diciendo que no había  podido encontrar la respuesta adecuada a su duda juvenil. Yo intenté responderle del mejor modo posible, espero que al menos le haya dado una pista para que él, por su cuenta, siga profundizando en ese interesante argumento. Y casualmente –para los cristianos la casualidad se llama Providencia-, el evangelio de este domingo (Lc 12,13-21) habla del tema de la pobreza: Uno de entre la multitud le dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero él le respondió: —Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros? Este pasaje es exclusivo de Lucas, como la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso. Hay quien ve en esta discusión ecos del problema entre los dos hermanos de la parábola. Apar

Unidad de vida. Marta y María

1. Justo después de narrar la parábola del buen samaritano, San Lucas presenta la visita de Jesús a Marta, María y Lázaro , sus tres amigos de Betania, ciudad ubicada a tres kilómetros de Jerusalén: Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. Si la parábola del buen samaritano es una maravillosa explicación del segundo mandamiento, en este pasaje, exclusivo de Lucas, vemos cómo los hermanos de Betania cumplen el primer precepto, acogiendo al Señor. Le reciben en su casa. Pero no solo se trata de dejarlo entrar, que ya es mucho. No actúan como el pueblo que generó tanta rabia en San Juan, que no quiso recibirlo. Ni como Gerasa, que después de la curación del endemoniado le piden que se retire de sus confines (quizá porque les había echado a perder dos mil puercos). Ni como el pueblo donde había crecido que, al escuchar que se cumplía en Él la escritura mesiánica, no creen porque lo habían conocido de pequeño… y pretenden despe

La misión apostólica

Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir . ¿Después de qué? -El Señor acaba de plantear las exigencias de la vocación al apostolado: “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. “Los muertos deben enterrar a sus muertos –le respondió Jesús a un huérfano–; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Por último, a uno que le pidió permiso para despedirse de sus parientes, le increpó el Señor: “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”. Después de esto, designó otros setenta y dos. Es un número simbólico, relacionado con la cantidad de naciones que menciona el Antiguo Testamento. Es decir, así como el Señor llamó a un Apóstol por cada tribu de Israel, así elige a un discípulo por cada nación gentil. El Papa resume el sentido de este pasaje: “Cuando Lucas habla de un grupo de setenta, además de los Doce, el sentido está claro: en ellos se anu