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Mostrando las entradas con la etiqueta Juan 9;1-38

El ciego de nacimiento

En uno de sus viajes a Jerusalén para la fiesta de los Tabernáculos, Jesús se presenta como la Luz del mundo. La ocasión era muy apropiada, pues uno de los ritos que se tenían en esas conmemoraciones era encender cuatro grandes lámparas en el atrio de las mujeres del Tempo para iluminar la Ciudad santa. De esa manera se evocaba la luz que iluminaba la Tienda sagrada en tiempos de Moisés. En el capítulo noveno, san Juan relata el encuentro con un hombre que padecía ceguera desde su nacimiento. Llevaba una vida dura, pues a las incomodidades que le conllevaba su limitación se añadían las maledicencias de sus coterráneos, que atribuían su enfermedad a un castigo divino  por algún pecado. De hecho, cuando pasa Jesús a su lado, escucha que los discípulos le formulan esa pregunta que él había escuchado tantas veces antes: –Rabbí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Estaba dispuesto a escuchar la enésima explicación sobre el origen pecaminoso de su trastorno, cuan

Cristo, enviado como luz

(El ciego de nacimiento) Todos hemos tenido alguna vez la sensación de estar perdidos o a oscuras o, simplemente, que nos hemos quedado solos al perder el grupo o la persona con la que estábamos… En esos momentos, lo que más se agradece es recuperar el sentido o descubrir una flecha, una información que lo traiga a uno de nuevo al mundo, o encontrar de nuevo a la persona que lo acompañaba a uno. En la vida espiritual ocurre lo mismo: puede suceder que se pierda el sentido de la vida o que pierda interés lo que antes era ocasión de alegría. Otras veces, la conciencia remuerde y uno se encuentra en malestar con Dios y consigo mismo. Para esas ocasiones viene muy bien recordar el salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta . Pero la vida cristiana no se puede reducir a luchar contra el pecado, ni la predicación debe insistir más en el mal que en la santidad. Por eso, en la cuaresma se nos recuerda la necesidad de vivir en coherencia con la fe que profesamos. Como dice el Catecismo,