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Mostrando las entradas de noviembre, 2009

Cristo Rey

Hoy llegamos al final del año litúrgico. Concluimos un período, marcados como estamos por el paso cíclico del tiempo en nuestra vida. Es momento de examen, de balance: ¿qué tanto hemos aprovechado las gracias que nos diste, Señor, durante estos meses? En nuestra oración, podemos pensar dónde estábamos en noviembre del año pasado; dónde celebramos la fiesta de Cristo Rey en aquella época. Y pensar, en un primer análisis, en el año transcurrido: la Navidad, la Cuaresma, la Semana Santa, el período laboral, las vacaciones de mitad de año, el segundo semestre… hasta llegar a hoy. Seguramente, en ese breve recorrido litúrgico que hemos hecho, se nos han venido a la mente momentos especiales: un medio de formación que nos sirvió bastante, un descanso que nos llegó en el mejor momento, algunas amistades que nos impactaron de modo positivo… Pero también veremos algunas manchas en nuestra actuación: faltas de generosidad, propósitos incumplidos, detalles que no quisiéramos haber tenido. Su

Vida más allá de la muerte (Los novísimos)

A la salida del Templo, le dijeron a Jesús: “Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!”. Siempre y en todas partes es habitual el regionalismo, la admiración de las grandes obras del propio pueblo. Explica la Biblia de Navarra que los judíos pensaban que el día del juicio del Señor sería terrible para los impíos, pero glorioso para los hebreos. La majestuosidad del Templo era señal de esa futura gloria. En este caso, el Señor no respondió con la típica afirmación diplomática del estilo: “es de los más bonitos que he visto”. Es más, corrige la interpretación en boga y añade que el Templo sería destruido. No se trataba de ser aguafiestas, sino de anunciar lo que le pasaría a Él mismo y a sus seguidores a lo largo de los siglos: también la predicación del Evangelio será en medio de lucha y contradicciones. En su libro Jesús de Nazaret, el Papa resalta que este discurso se pronuncia en el contexto previo a la Pasión y a la muerte en la Cruz. El Señor habla de la llegada del Hijo

El ciego de Jericó

Continúa Jesús subiendo a Jerusalén con decisión, después de haber enseñado a sus discípulos el lema de su vida: el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.  Después de cruzar Jericó, la comitiva escucha gritos de un limosnero ciego: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! El ambiente no está para más diálogos, pensarán algunos, después del regaño que sufrieron del Señor en la escena anterior. Quizá por eso, reprenden al mendigo para que calle y no incomode al Maestro, que bastante apesadumbrado está como para cargar las peticiones inoportunas… Pero él gritaba mucho más . Los apóstoles no logran disimular el ruido, que el Maestro no se entere, hasta que él se paró y dijo: -Llamadle. También nosotros acompañamos al Señor, como los discípulos. Y también a veces queremos responder por Él. Pero no lo hacemos con su misericordia, sino con nuestra tosquedad. Señor: queremos seguir más cerca de ti, para aprender de tu ej

Servicio

En el capítulo décimo de San Marcos, el Señor sube a Jerusalén con sus discípulos. Ya se nota un aire tenso: “Jesús los precedía y ellos estaban sorprendidos: los que le seguían tenían miedo”. Les llama la atención la resolución con que asciende al sitio donde morirá, según ha anunciado dos veces. Por toda respuesta, el relato presenta un tercer anuncio acerca de la inminencia de su muerte y posterior resurrección. Sin embargo, parece que los discípulos no se enteraran. Santiago y Juan se preocupan más por su lugar en la gloria que por su participación e los padecimientos: “Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: —Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. Él les dijo: — ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: —Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? —Podemos –l