Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta familia

San Josemaría y la vocación a la santidad en la familia

  Las lecturas del domingo XIII del ciclo C giran alrededor de la vocación. En la primera lectura se recuerda la vocación de Eliseo, llamado por Elías para seguirle en el camino profético (1R 19, 16-21). Su respuesta es inmediata, como la decisión de Jesús de cumplir la voluntad del Padre al encaminarse hacia su muerte en Jerusalén, a pesar de la oposición tanto de los samaritanos como de los discípulos (Lc 9, 51-56). Por eso el salmo elegido para este domingo es el 16, que afirma: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Al final del capítulo noveno (vv. 57-62), san Lucas presenta las disposiciones que comporta el seguimiento de Jesús: ser consciente de que “el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (v. 58), y que puede conllevar exigencias radicales como no enterrar al padre (“Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”, v. 60) o no despedirse de

Exigencias a los discípulos

Después de la parábola sobre los primeros lugares, San Lucas nos presenta de nuevo a Jesús rodeado de una multitud (Lc 14,25-33): Iba con él mucha gente, y se volvió hacia ellos y les dijo: —Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Suena muy dura esta exigencia del Señor, que es el mismo que nos pide el mandamiento del amor y el cuarto precepto del decálogo. En realidad, se trata de una característica de la lengua semítica, que contrapone amor y odio, pero no como los entendemos nosotros: amar y odiar significan preferir y, sobre todo, elegir. Por ejemplo, en el libro de Malaquías (1,2-3) se lee que el Señor amó a Jacob y odió a Esaú . En el caso de la predicación de Jesús, explica Gnilka, la dura palabra («aborrecer» u «odiar») no significa desligarse de sus padres, sino subordinarlos, posponerlos delante del Señor. En caso de que hubiera conflicto, y sol

Jesús, Hijo de Dios y de María y de José

El tiempo de Navidad ofrece varias fiestas que nos ayudan a percibir distintos motivos en ese retablo compuesto por la infancia de Jesús. Una de ellas es la fiesta de la Sagrada Familia ; otra, íntimamente relacionada con ella, la Maternidad divina de María. La víspera de esta celebración se conmemora el final del año civil, día de balance, agradecimiento, propósitos para el nuevo año –mucho más eficaces que las cábalas–.  San Josemaría predicaba en una fiesta de la Sagrada Familia : «Estamos en Navidad. Los diversos hechos y circunstancias que rodearon el nacimiento del Hijo de Dios acuden a nuestro recuerdo, y la mirada se detiene en la gruta de Belén, en el hogar de Nazareth. María, José, Jesús Niño, ocupan de un modo muy especial el centro de nuestro corazón. ¿Qué nos dice, qué nos enseña la vida a la vez sencilla y admirable de esa Sagrada Familia? Entre las muchas consideraciones que podríamos hacer, una sobre todo quiero comentar ahora. El nacimiento de Jesús signifi

El amor plenamente humano

En el tiempo que lleva al frente de la Iglesia , Benedicto XVI ha marcado su impronta intelectual y piadosa, conciente –como lo era Juan Pablo II- de que el Señor lo ha puesto en ese lugar para cosechar y poner a disposición de la humanidad aquello que le había permitido sembrar durante su vida previa. Si bien todo su Magisterio está lleno de esa savia iluminada por una luz especial del Espíritu Santo, no cabe duda de que algunas intervenciones han tenido especial resonancia para el mundo teológico –que no siempre coincide con el ambiente mediático-. Además de las palabras dirigidas a los Cardenales poco después de su elección, la homilía de inicio de ministerio petrino, la Encíclica Deus caritas est , el discurso a la Curia para la Navidad del 2005 y la conferencia al mundo de la cultura en la Universidad de Ratisbona, me atrevo a señalar el Discurso A los participantes en la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma (5 de junio de 2006) , sobre “la alegría que proviene de la fe y