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Mostrando las entradas con la etiqueta fraternidad

El buen samaritano

San Lucas presenta una ampliación de las enseñanzas de Jesús, camino de Jerusalén. La primera de ellas se da con ocasión de un diálogo del Maestro con un doctor de la Ley, un Legista. Pregunta de modo amable, aunque el evangelista dice que “para ponerlo a prueba”: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Como el joven rico, pregunta por la felicidad perenne, que es un ansia natural del corazón humano. La respuesta que nos da la cultura dominante sería que la clave para ser feliz es tener dinero, poder y placeres. A cada persona le gustará uno en especial, o dos… ¡o los tres! La sabiduría divina ofrece otra alternativa muy distinta: la clave de la felicidad está en cumplir las enseñanzas de la alianza del Señor con su pueblo, que ha sido acogida casi que universalmente: amar a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda

San Josemaría, un hombre que sabía querer

Celebramos una vez más la fiesta litúrgica de san Josemaría Escrivá, establecida por la Iglesia desde 1992. Hace poco, el papa Francisco recordaba en la Exhortación apostólica “Gaudete et exultate” (nn. 4-5), el sentido de la devoción a los bienaventurados del Cielo: “Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión (…). Podemos decir que ‘estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce’ (Benedicto XVI). En los procesos de beatificación y canonización se tienen en cuenta los signos de heroicidad en el ejercicio de las virtudes, la entrega de la vida en el martirio y también los casos en que se haya verificado un ofrecimiento de la propia vida por los demás, sostenido hasta la muerte. Esa ofrenda expresa una imitación ejemplar de Cristo, y es digna de la admiración de los fieles”. Vemos en esta cita tres características de los santos: inter

La unción en Betania

El Sábado de Pasión, la víspera del Domingo de Ramos, el Señor fue a comer a Betania, la pequeña aldea a la que tanto le gustaba ir. Allí, con la compañía de esos queridísimos amigos que eran Lázaro, María y Marta, Jesús descansaba y reponía fuerzas (Jn 12,1-11). Ellos habían invitado al Maestro para celebrar l a resurrección del hermano mayor, pero no había sido fácil concretar el día, debido a la persecución que habían desencadenado sus enemigos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa . Detallista como siempre, María había empleado una buena cantidad de sus ahorros para comprar un perfume importado del Oriente. En los momentos iniciales, cuando el protocolo sugería ofrecer al invitado agua para que se limpiara los pies —como sabemos por el banquete en casa de Simón el fariseo—, María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Este gesto nos habla,

El sermón del monte. La plenitud de la Ley

El Evangelio de Mateo estructura la enseñanza de Jesús en torno a cinco grandes discursos, en los que algunos han visto una alusión a los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (el Pentateuco o Torá). El primero de estos discursos es el llamado “sermón del monte”; los otros son: el misionero, el de las parábolas, el eclesiástico y el escatológico. Al comienzo del año meditamos en la Misa dominical el Discurso de la montaña. Iniciamos la andadura con las Bienaventuranzas y la invitación a ser sal de la tierra y luz del mundo. Hoy continuamos con el papel que cumple Jesús con respecto a la Ley (5,17-37): No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Una de las características del primer Evangelio es presentar a Jesús como el Mesías prometido (y después rechazado por su pueblo

Fraternidad y santidad

Seguimos considerando el sermón del monte. Después de la introducción con las bienaventuranzas y las parábolas de la sal y de la luz, entramos en el cuerpo del sermón. En este, el Señor se presenta como ese nuevo Moisés del que habla Benedicto XVI, que no abroga la ley sino que, por el contrario la lleva a su perfección y ya no solo condena el homicidio, sino también la cólera; ya no solo rechaza el adulterio, sino los malos deseos; ya no solo prohíbe el divorcio, sino que  eleva el matrimonio a la dignidad de sacramento. En la parte final de este cuerpo del sermón, sobre la perfección de la ley, vemos cómo afronta Jesús la conocida “ley del Talión” ( Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente). Este principio, a pesar de que es muy denostado habitualmente, en realidad buscaba evitar excesos en las venganzas: que nadie se cobrara más allá de lo que había padecido. Incluso, que el delito quedara resarcido con una compensación equiparable. Sin embargo, Jesús en

Lázaro y el epulón

En la parte final del capítulo 16, Lucas redondea las enseñanzas previas sobre las riquezas con la narración del rico epulón y del pobre Lázaro, único protagonista de una parábola que aparece con nombre propio, que significa “Dios ayuda”: " Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. En cambio, un pobre llamado Lázaro yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían a lamerle las llagas" . En principio, el rico no hace nada malo: simplemente vive bien, de acuerdo con sus circunstancias. Pero San Jerónimo le reprocha vivamente: “A aquel ricachón que vestía de púrpura y vivía a cuerpo de rey no se le acusa de ser un avaro, un ladrón o un adúltero, ni de haber hecho nada malo; lo único que se le reprocha es su soberbia. ¡Oh, tú, el más desdichado de los hombres! ¿Estás viendo yacer ante tu puerta una parte de tu cuerpo y no si

El mandamiento nuevo

San Juan es el evangelista que describe la última cena de modo más extenso. Su narración puede dividirse en tres grandes partes: los capítulos 13 y 14 (lavatorio, salida de Judas, y plan de partida y regreso de Cristo); los capítulos 15 y 16 (Cristo y la Iglesia: la viña, los dolores de parto) y el capítulo 17 (oración sacerdotal de Jesús). En esta meditación consideraremos el comienzo del relato. El lavatorio de los pies no aparece en ningún otro evangelio y es el contexto en el cual Jesucristo formula  una sentencia que será nuestro tema de meditación para hoy. Después de haberse agachado a limpiar los pies de sus discípulos, el Señor formula una orden que los apóstoles jamás olvidarían, que marcaría su actividad en el futuro, que terminaría siendo el ADN de la Iglesia naciente. Se trata del llamado  mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.