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Mostrando las entradas con la etiqueta castidad

El sermón del monte. La plenitud de la Ley

El Evangelio de Mateo estructura la enseñanza de Jesús en torno a cinco grandes discursos, en los que algunos han visto una alusión a los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (el Pentateuco o Torá). El primero de estos discursos es el llamado “sermón del monte”; los otros son: el misionero, el de las parábolas, el eclesiástico y el escatológico. Al comienzo del año meditamos en la Misa dominical el Discurso de la montaña. Iniciamos la andadura con las Bienaventuranzas y la invitación a ser sal de la tierra y luz del mundo. Hoy continuamos con el papel que cumple Jesús con respecto a la Ley (5,17-37): No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Una de las características del primer Evangelio es presentar a Jesús como el Mesías prometido (y después rechazado por su pueblo

La purificación de la Virgen

Cuarenta días después de la Navidad, celebramos uno de los primeros eventos públicos de la infancia de Jesús (después de la adoración de los Magos y de la imposición del nombre de Jesús). Pasadas cinco semanas, rememoramos ahora un ritual que estaba previsto desde el Antiguo Testamento: la purificación de la madre. En el Levítico (12,2-8) estaba legislado que cuarenta días después del nacimiento del niño (ochenta días en el caso de una niña), las madres debían ir al templo para purificarse de la impureza legal en la que habían incurrido por el alumbramiento: Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura. L

Santa pureza

Seguimos meditando el discurso de la despedida del Señor, en la última cena, que nos transmite San Juan: —Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Guardar la palabra de Dios, como muestra de que le amamos. Si alguno me ama… Hablaremos con Dios en esta oración sobre el amor de Dios que se manifiesta en la virtud de la santa pureza. Caridad y pureza… La castidad no se explica a sí misma, sino desde el Amor, como predicaba San Josemaría (Amigos de Dios, n. 119): ¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia. Dios siembra en nuestra alma, con el bautismo, la semilla de las virtudes teologales. Nosotros debemos corresponder a

San José, patrono de la vida interior

Celebramos hoy la solemnidad de San José, “patrono de la vida interior”. Podemos preguntarnos por qué es llamado de esa manera. Y me parece que la misma liturgia de la Misa nos da pistas para entenderlo. La antífona de entrada nos pone en contexto, al aplicar a José el piropo que da el Señor en una parábola a un santo: “este es el siervo prudente y fiel, a quien el Señor puso al frente de su familia”. Siervo bueno, justo, prudente, fiel, que tiene como encargo dirigir el hogar de Dios. La oración colecta lo dice de modo más claro aún: “ Dios todopoderoso, que quisiste poner bajo la protección de san José el nacimiento y la infancia de nuestro Redentor; concédele a tu Iglesia proseguir y llevar a término, bajo su patrocinio, la obra de la redención humana”. Es un gran calificativo para el Santo Patriarca: protector de las primicias de nuestra salvación, del nacimiento y la infancia de nuestro Redentor. Ya vamos captando una primera explicación de su patrocinio de la vida interior: él

Limpieza de corazón

San Marcos explica, en el capítulo séptimo de su Evangelio, que los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los mayores; y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras, de las vasijas de cobre y de los lechos. Y le preguntaban los fariseos y los escribas: —¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras? Se refieren a impureza (koinos) levítica. Más que “todos los judíos”, como dice aquí Marcos para explicar a sus destinatarios gentiles, se trata solo de algunos judíos, en concreto los fariseos, que promovían la extensión a los laicos de las reglas de pureza exigidas a los sacerdotes cuando celebraban el culto judío. Él les respondió: —Bien profetizó Isaías de vosotros, los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios

celibato por el reino de los cielos

En el capítulo 19 de Mateo (1-12) se presenta una insidia de los fariseos, que se acercan a Jesús preguntándole “para tentarle: —¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? Él respondió: —¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. El Señor expone la dignidad del matrimonio, inscrito en el plan original de la creación. También muestra las exigencias de santidad que ese sacramento conlleva, ante lo cual son sus propios discípulos quienes reaccionan diciendo: “Si esa es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse”. La respuesta del Señor es una clase magistral sobre el celibato: “No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto

El amor plenamente humano

En el tiempo que lleva al frente de la Iglesia , Benedicto XVI ha marcado su impronta intelectual y piadosa, conciente –como lo era Juan Pablo II- de que el Señor lo ha puesto en ese lugar para cosechar y poner a disposición de la humanidad aquello que le había permitido sembrar durante su vida previa. Si bien todo su Magisterio está lleno de esa savia iluminada por una luz especial del Espíritu Santo, no cabe duda de que algunas intervenciones han tenido especial resonancia para el mundo teológico –que no siempre coincide con el ambiente mediático-. Además de las palabras dirigidas a los Cardenales poco después de su elección, la homilía de inicio de ministerio petrino, la Encíclica Deus caritas est , el discurso a la Curia para la Navidad del 2005 y la conferencia al mundo de la cultura en la Universidad de Ratisbona, me atrevo a señalar el Discurso A los participantes en la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma (5 de junio de 2006) , sobre “la alegría que proviene de la fe y

Sexualidad exacerbada

Dice El Colombiano de hoy 2-IX-2006 que, cuando el país aún no salía del asombro tras conocer un video grabado por agentes de policía, los cuales ("actuando de buena fe"), permitieron que un hombre de 58 años de edad abusara sexualmente de dos niñas para recolectar la prueba y luego llevarla ante un juez, una nueva infamia sacudió el alma nacional: la violación de una niña de cinco años por un suboficial del ejército. Todos estamos conmovidos por esa serie de noticias tan cercanas en el tiempo: el abuso contra la inocencia infantil es un delito atroz. Pero surge también la pregunta por las causas últimas de esta oleada. Desde luego, debe de haber un trastorno de la personalidad en muchos de los agresores y también hay que llamar la atención de los padres de familia para que estén más atentos al cuidado de sus hijos.  Pero vale la pena mirar si el ambiente exacerbado de sexualidad no juega también un papel importante en esta barahúnda de desatinos. No se entiende cómo,