Ir al contenido principal

San José, patrono de la vida interior

Celebramos hoy la solemnidad de San José, “patrono de la vida interior”. Podemos preguntarnos por qué es llamado de esa manera. Y me parece que la misma liturgia de la Misa nos da pistas para entenderlo. La antífona de entrada nos pone en contexto, al aplicar a José el piropo que da el Señor en una parábola a un santo: “este es el siervo prudente y fiel, a quien el Señor puso al frente de su familia”. Siervo bueno, justo, prudente, fiel, que tiene como encargo dirigir el hogar de Dios.

La oración colecta lo dice de modo más claro aún: “Dios todopoderoso, que quisiste poner bajo la protección de san José el nacimiento y la infancia de nuestro Redentor; concédele a tu Iglesia proseguir y llevar a término, bajo su patrocinio, la obra de la redención humana”. Es un gran calificativo para el Santo Patriarca: protector de las primicias de nuestra salvación, del nacimiento y la infancia de nuestro Redentor. Ya vamos captando una primera explicación de su patrocinio de la vida interior: él protegió el nacimiento y la infancia de Jesús. No alcanzamos a imaginarnos qué hubiera pasado sin su viaje a Egipto para liberar al Niño de la crueldad de Herodes, sin su apoyo material, sin su trabajo diario, sin su ejemplo y enseñanzas para Jesucristo, sin su protección. ¡Cuántos motivos para agradecerle, que nos haya cuidado el don más precioso que ha venido a la tierra!

El Prefacio resume su vocación diciendo que San José es “el hombre justo que diste por esposo a la Virgen Madre de Dios, el fiel y prudente servidor a quien constituiste jefe de tu familia para que, haciendo las veces de padre, cuidara a tu Hijo unigénito, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo, nuestro Señor”.

El Evangelio de la Misa nos presenta precisamente la historia de su vocación. El Evangelista Mateo (1, 16. 18-21. 24), que complementa al mejor narrador de la infancia de Jesús que es Lucas, nos cuenta lo siguiente: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo. De esta manera, se cumple lo que anunciaba el profeta Natán, como se lee en la primera lectura (2 Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16): «Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando hayas completado los días de tu vida y descanses con tus padres, suscitaré después de ti un linaje salido de tus entrañas y consolidaré su reino. Él edificará una casa en honor de mi nombre y yo mantendré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre en mi presencia y tu trono será firme también para siempre”. Esta profecía anuncia que el Mesías pertenecerá a la dinastía de David, a la cual pertenecía San José.

Volvamos al relato de Mateo: “La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. María estaba comprometida y, antes de que conviviesen, concibió virginalmente a Jesús. Es clara la intención de Mateo de mostrar la pureza inmaculada de María. Algunos autores, para resaltar esa idea, representan a José como un anciano. Pero a San Josemaría no le gustaba ese modo de proceder. Decía que no hace falta esperar a la vejez para vivir de modo casto.

Y predicaba, sobre la juventud y la castidad del Patriarca: “San José debía de ser joven cuando se casó con la Virgen Santísima, una mujer entonces recién salida de la adolescencia. Siendo joven, era puro, limpio, castísimo. Y lo era, justamente, por el amor. Solo llenando de amor el corazón podemos tener la seguridad de que no se encabritará ni se desviará, sino que permanecerá fiel al amor purísimo de Dios”. Patrono de la vida interior, porque nos enseña el valor de la pureza y nos alcanza del Señor la gracia para vivirla. Cuando sintamos los ramalazos de sensualidad, podremos acudir al José joven, puro, limpio, castísimo, para que nos enseñe a llenar el corazón de amor a Dios. ¡Cuánto querría José a su Esposa, al Niño, como Protector que era de las primicias de nuestra Redención!

Continúa el Evangelio: “Antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto”. La llamada del Señor no está exenta de dudas, de tentaciones, de oscuridad, de Cruz. Así le pasó también a José. Quien se sabía llamado para vivir una vocación matrimonial con la mujer más perfecta de la creación, experimenta el misterio de Dios. Sabe que sucede algo misterioso, en el género del milagro. No duda un solo momento de la integridad de su Esposa. Se siente indigno de permanecer a su lado, al experimentar que Ella participa de una situación especial con Dios. ¡Cuánto habrá sufrido, al pensar que la mejor decisión era apartarse, para que María pudiera dedicarse por completo a su nueva llamada! Por eso la piedad popular considera esta escena como el primer dolor de San José. San Josemaría lo consideraba de esta manera: “¿Os imagináis a San José, que amaba tanto a la Santísima Virgen y sabía de su integridad sin mancha? ¡Cuánto sufriría viendo que esperaba un hijo!”

“Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: —José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo”. El Señor premia la espera y la decisión generosa de José. Premia su fe y su humildad, como muchos siglos antes lo había hecho con Abraham, protagonista de la segunda lectura de la Misa de hoy, quien, “apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza”. “Solo la revelación de Dios Nuestro Señor, por medio de un Ángel, le tranquilizó. Había buscado una solución prudente: no deshonrarla, marcharse sin decir nada. Pero ¡qué dolor!, porque la amaba con toda el alma. ¿Os imagináis su alegría, cuando supo que el fruto de aquel vientre era obra del Espíritu Santo?”

El Señor premia la fe y la humildad de José, con la luz, con la revelación del ángel. Otra enseñanza más para nosotros, de nuestro Maestro de vida interior: cuando lleguen las dudas hay que tomar decisiones en la oración y contrastarlas con el consejo prudente de quien representa al Señor: la dirección espiritual. José había tomado la decisión más dura, y el Ángel le muestra por dónde quiere llevarlo Dios:

"Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". No solamente le dice que siga considerando a María como su esposa, sino que le asigna un nuevo encargo: hacer las veces de padre con Jesús, que es lo que significa ponerle el nombre. El Señor premia siempre, justo en los puntos en los que ha exigido. Si a Abraham le pidió el sacrificio de su hijo, lo hace padre de muchas naciones. Si a José le demandó su amor matrimonial, lo convierte en Esposo y Padre de María y de Jesús, en Patrono de la Iglesia universal.

Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado. Es como la última faceta del retrato de José, que nos transmite el Evangelio, su obediencia pronta. Lo comentaba el Cardenal Ratzinger, que hoy celebra su santo: “Hace poco pude ver (…) un relieve procedente de un retablo portugués de la época barroca, en el que se muestra la noche de la fuga hacia Egipto. Se ve una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, que está durmiendo, pero vestido con la indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas como se necesitan para una caminata difícil. Si en primera impresión resulta un tanto ingenuo que el viajero aparezca a la vez como durmiente, pensando más a fondo empezamos a comprender lo que la imagen nos quiere sugerir. Duerme José, ciertamente, pero a la vez está en disposición de oír la voz del ángel (Mt 2,13ss). Parece desprenderse de la escena lo que el Cantar de los Cantares había proclamado: Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant 5,2). Reposan los sentidos exteriores, pero el fondo del alma se puede franquear. En esa tienda abierta tenemos una figuración del hombre que, desde lo profundo de sí mismo, puede oír lo que resuene en su interior o se lo diga desde arriba; del hombre cuyo corazón está lo suficientemente abierto como para recibir lo que el Dios vivo y su ángel le comuniquen”.

Concluimos con una oración a San José, tomada de San Josemaría (Forja, 553): “San José, Padre y Señor nuestro, castísimo, limpísimo, que has merecido llevar a Jesús Niño en tus brazos, y lavarle y abrazarle: enséñanos a tratar a nuestro Dios, a ser limpios, dignos de ser otros Cristos. Y ayúdanos a hacer y a enseñar, como Cristo, los caminos divinos –ocultos y luminosos–, diciendo a los hombres que pueden, en la tierra, tener de continuo una eficacia espiritual extraordinaria”.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Doce Apóstoles, columnas de la Iglesia

Explica I. de la Potterie (María nel mistero dell’Alleanza) que «la idea fundamental de toda la Biblia es que Dios quiere establecer una Alianza con los hombres (…) Según la fórmula clásica, Dios dice a Israel: “Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios”. Esta fórmula expresa la pertenencia recíproca del pueblo a Dios y de Dios a su pueblo».   Las lecturas del ciclo A para el XI Domingo formulan esa misma idea: En primer lugar, en el Éxodo (19, 2-6a) se presentan las palabras del Señor a Moisés: «si me obedecéis fielmente y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos , porque toda la tierra es mía; seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa». Y el Salmo 99 responde: « El Señor es nuestro Dios, y nosotros su pueblo . Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quién nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño».  El Evangelio de Mateo (9, 36-38; 10, 1-8) complementa ese cuadro del Antiguo Testamen...

San Mateo, de Recaudador de impuestos a Apóstol

(21 de septiembre). Leví o Mateo era, como Zaqueo, un próspero publicano. Es decir, era un recaudador de impuestos de los judíos para el imperio romano. Por eso era mal visto por sus compatriotas, era considerado un traidor, un pecador. Probablemente había oído hablar de Jesús o lo había tratado previamente. Él mismo cuenta (Mt 9, 9-13) que, cierto día, vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Mateo sigue inm...

La corrección fraterna o “exhortación mutua”

En el Nuevo Testamento, el Apóstol Santiago (1,17-27) da ejemplo de preocupación por su grey: Pongan en práctica la Palabra . “ Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del Creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni períodos de sombra. Por su propia voluntad nos engendró, por medio del Evangelio, para que fuéramos como la primicia de sus criaturas. Acepten dócilmente la Palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa Palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos . La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en visitar a huérfanos y viudas en sus tribulaciones y en guardarse de este mundo corrompido” .  Orígenes profundiza en el sentido del amor a Cristo que significa preocuparse por el bienestar espiritual de nuestros hermanos: "Cuando preparamos nuestro corazón con las diversas virtudes para acogerle a él o a los suyos, ya lo estamos recibiendo a Él mismo c...