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Mostrando las entradas con la etiqueta misericordia

Los obreros de la viña

  Mateo estructura su evangelio en torno a cinco grandes sermones de Jesús, como un nuevo Pentateuco que actualiza la revelación divina. El cuarto de ellos es llamado el “discurso eclesiástico”, pues en él Jesús enseña cómo deben ser las relaciones fraternas en la comunidad cristiana en temas como la pobreza, el servicio, la corrección fraterna, el perdón, etc. A partir del capítulo 19, el Señor emprende su camino hacia Jerusalén, donde entregará la vida en redención por nuestros pecados. En ese itinerario se encuentra con el joven rico, al que Jesús invita a seguirle, pero que se marcha triste, porque tenía muchas posesiones (Mt 19, 22). El Maestro concluye la escena comentando a sus discípulos que “muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros” (Mt 19, 30). Este aforismo es el preludio para la enseñanza que consideraremos en esta oración. San Mateo retrata la misericordia divina con una parábola que también muestra el contraste con la actitud humana (20, 1-16). Je

El buen samaritano

San Lucas presenta una ampliación de las enseñanzas de Jesús, camino de Jerusalén. La primera de ellas se da con ocasión de un diálogo del Maestro con un doctor de la Ley, un Legista. Pregunta de modo amable, aunque el evangelista dice que “para ponerlo a prueba”: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Como el joven rico, pregunta por la felicidad perenne, que es un ansia natural del corazón humano. La respuesta que nos da la cultura dominante sería que la clave para ser feliz es tener dinero, poder y placeres. A cada persona le gustará uno en especial, o dos… ¡o los tres! La sabiduría divina ofrece otra alternativa muy distinta: la clave de la felicidad está en cumplir las enseñanzas de la alianza del Señor con su pueblo, que ha sido acogida casi que universalmente: amar a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda

San Josemaría y el Año de la misericordia

Celebramos la fiesta de San Josemaría, y recordamos que, en la ceremonia de su canonización, el papa san Juan Pablo II lo nombró «el santo de lo ordinario»: el motivo es que el Fundador del Opus Dei «estaba convencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos» (Discurso, 7-X-2002). Uno de los puntos en los que insistía san Josemaría es la importancia que tiene para un católico la unión con el Santo Padre, hasta acuñó una frase que resume el itinerario de su misión apostólica: «Todos, con Pedro, a Jesús por María» (C,833). Siguiendo su ejemplo de amor al Romano Pontífice, aprovechemos esta Eucaristía para renovar nuestra unión a sus intenciones. En concreto, al año jubilar de la misericordia, que estamos viviendo desde diciembre del año pasado hasta el próximo 20 de noviembr

Sagrado Corazón de Jesús

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús  aparece  e ntre las grandes fiestas que la liturgia prevé para recomenzar el tiempo ordinario después de la Pascua, además de la Santísima Trinidad y el Corpus Christi . Durante la semana dedicada a la adoración de la Hostia Santa, el viernes, día en que  murió  Cristo, se contempla el amor misericordioso del Corazón de Jesús y se le desagravia por las ofensas contra el Santísimo Sacramento. Vemos entonces que se trata de una fiesta muy especial: hay naciones consagradas a Él, muchas familias tienen una imagen suya presidiendo los hogares y las fincas, etc. Se entiende que sea una devoción tan arraigada en los pueblos cristianos, pues se remonta a la consideración de la Humanidad santísima de Jesucristo, de ese corazón que nos amó tanto, hasta el extremo de hacerse hombre para redimirnos de nuestros pecados. La celebración litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se remonta al siglo XVII, cuando el Señor se le apareció a santa Margarit

Navidad del Año de la misericordia

Cada año la liturgia nos ayuda a revivir los principales misterios de la vida de Cristo: desde su nacimiento en Belén hasta el triduo pascual. En Navidad, nos servimos de los Evangelios de la infancia y también de la oración de los santos, que nos ayudan a profundizar en el sentido profundo de estos momentos de la vida de nuestro Señor, para no correr el riesgo de quedarnos en sentimentalismos estériles. Contemplemos, por ejemplo, unas palabras de san Josemaría: « Dios nos enseña a abandonarnos por completo. Mirad cuál es el ambiente, donde Cristo nace. Todo allí nos insiste en esta entrega sin condiciones » (Carta 14-II-1974, n. 2. Citado por Echevarría J., Carta Pastoral, 1-XII-2015. Subrayados añadidos). Pongamos nuestras miradas en el pesebre de Belén. Observemos al Niño, inerme, generoso, entregado por completo en las manos de los hombres. Y contemplemos la donación total de María y de José. Cada uno a su modo, los tres miembros de la Sagrada Familia viven una entrega sin c

Inmaculada Concepción: Causa de nuestra alegría, Virgen purísima y Madre de misericordia.

La liturgia que celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María nos ayuda a considerar varios aspectos de la piedad filial mariana. En concreto, podemos meditar sobre tres jaculatorias dirigidas a la Virgen: Causa de nuestra alegría, Virgen purísima y Madre de misericordia. Causa de nuestra alegría, en primer lugar. La antífona de entrada nos pone desde el comienzo en un ambiente de júbilo: Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas (Is 61,10). Estas palabras corresponden a la exclamación del pueblo de Dios agradecido por haber experimentado la misericordia y el consuelo de Dios durante el duro camino de vuelta desde el exilio de Babilonia (Cf. Benedicto XVI. Homilía, 13-V-2010). San Juan Pablo II dice que es como un Magníficat . Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios . Es la primera idea de esta festividad, una invi

El perdón de la mujer pecadora

El primer Ángelus que pronunció el papa Francisco después de su elección, estuvo marcado por una palabra: misericordia. Y aquel mediodía del domingo 17 de marzo, con apenas cuatro días de pontificado, contó una anécdota que aún perdura en quienes la escucharon: « Recuerdo que, en 1992, apenas siendo Obispo, (…) se acercó una señora anciana, humilde, muy humilde, de más de ochenta años. La miré y le dije: “Abuela, ¿desea confesarse? ” Sí, me dijo. “ Pero si usted no tiene pecados… ”. Y ella me respondió: “Todos tenemos pecados”. Pero, quizá el Señor no la perdona... “El Señor perdona todo”, me dijo segura. Pero, ¿cómo lo sabe usted, señora? “Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría” » . Ahora contemplaremos en nuestra oración una escena del Evangelio que muestra la realidad de estas palabras (Lc 7,36-50). Un fariseo, llamado Simón, lo invitó a un banquete en su casa. Un fariseo le rogaba que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa.