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Mostrando las entradas con la etiqueta Espíritu Santo

La venida del Espíritu Santo

  Cincuenta días después de la Pascua, celebramos la venida del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés. La tercera persona de la santísima Trinidad aparece en la Escritura desde el Antiguo Testamento: por ejemplo, inspirando a los profetas para hablar en nombre de Dios. El último profeta fue san Juan Bautista “quien, bajo la acción del Espíritu, es enviado para que ‘prepare al Señor un pueblo bien dispuesto’ (Lc 1, 17) y para anunciar la venida de Cristo, Hijo de Dios: aquel sobre el que ha visto descender y permanecer el Espíritu, ‘aquel que bautiza en el Espíritu’ (Jn 1, 33)” (Compendio, n.141). Pero la plenitud de la gracia, de la comunión con las tres Personas de la Trinidad la vemos en la Virgen: “El Espíritu Santo culmina en María las expectativas y la preparación del Antiguo Testamento para la venida de Cristo. De manera única la llena de gracia y hace fecunda su virginidad, para dar a luz al Hijo de Dios encarnado” (Compendio, n.142). El Compendio del catecismo continúa

María y el Espíritu Santo

          La liturgia pascual ayuda a los fieles a prepararse para Pentecostés, con la lectura continua del Evangelio de san Juan en las Misas durante la semana después de la Ascensión. También hay otras costumbres que encienden el alma para celebrar esa solemnidad con mayor provecho, como el Decenario que comienza el jueves de la semana anterior. Además, casi siempre esta solemnidad se celebra en el mes de mayo, con lo cual se nos abre un atajo para llegar al corazón mismo de la Trinidad: la devoción a la Virgen santa, que es Hija, Madre y Esposa de Dios. En esta meditación intentaremos recorrer ese sendero, pidiéndole a nuestra Madre que la contemplación de su trato con el Espíritu Santo nos ayude a convertirnos para que seamos menos indignos de ser sus anfitriones. San Lucas comienza su relato con la Anunciación del Ángel a María, que le transmitió el mensaje divino: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». En edad palabras quedaba dicho todo, aunque no se nota a prim

La presentación del Señor

Celebramos hoy la presentación de Jesús en el Templo, fiesta intrínsecamente unida a la purificación de su Madre. Son como dos caras de la misma moneda: cristológica y mariana, como ocurre también con la Encarnación del Hijo de Dios y la Anunciación a María. Ya hemos visto antes la dimensión mariana, ahora meditaremos, de la mano de la liturgia del día, la visión cristológica. Después de la doble ceremonia para la purificación de la madre (el sacrificio de expiación y el holocausto), venía la presentación del Niño, también llamada “rescate”, porque se remonta a la obligación de consagrar el primogénito al Señor (Éx 13,1-3): «Conságrame todo primogénito israelita; el primer parto, lo mismo de hombres que de ganados, me pertenece». Cuando se estableció que los únicos encargados del culto divino serían los descendientes de la tribu de Leví, se estableció el “rescate” a modo de compensación, pagando cinco siclos de plata (equivalente a veinte días de trabajo) para el tesoro de los sa

Pentecostés

Celebramos hoy la fiesta de Pentecostés. Este nombre significa, simplemente, que han pasado cincuenta días desde la Pascua. También los judíos celebraban esta Solemnidad con una peregrinación a Jerusalén para agradecer a Dios el don de la tierra y la primera cosecha del grano. A esa dimensión natural, la religión hebrea añadió la gratitud por la Alianza. San Lucas describe, en el libro de los Hechos, que después de la Ascensión del Señor los apóstoles estaban “ en un mismo lugar. Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de un viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse ” (Hch 2,1-4). Para el cristianismo, Pentecostés significa la venida del Espíritu de Jesús. Es una buena ocasión para hablar con el Señor de

Pentecostés: sed del agua viva

Llegamos al final del ciclo pascual. Después de casi cien días que incluyen la preparación cuaresmal, el triduo y la cincuentena pascual, celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés, con la que se concluye este tiempo fuerte, fortísimo, y pasamos de nuevo al ritmo corriente del tiempo ordinario en la liturgia de la Iglesia. Es un buen momento para hacer examen y ver cómo hemos aprovechado estos días en que la gracia del Señor nos facilita recomenzar nuestra vida interior, la conversión, el decidirnos a tomarnos más en serio la llamada de Dios a la santidad y al apostolado cristiano. Como la Solemnidad de Pentecostés es tan grande, la liturgia ofrece dos celebraciones: una vigilia y una Misa del día. El Evangelio de la primera está tomado de San Juan (7,37-39). Para entenderlo mejor, hay que contextualizarlo: se trata de la fiesta de los Tabernáculos, que se remontaba a la natural petición de agua abundante en una zona desértica. Los judíos la convertirían después en la celebración

El aire nuevo del Espíritu Santo

Hay una serie de realidades que están ahí y no nos damos cuenta o no nos fijamos en ella. Por ejemplo, en la fisiología humana: la respiración, la circulación, etc. Si no recibiésemos aire por un buen rato, o si el corazón dejara de funcionar, falleceríamos. Pero nos acostumbramos a vivir sin pensar en esto: tampoco se trata de estar siguiendo nuestro propio pulso a cada momento... En la vida espiritual, pasa lo mismo: hay unas realidades vitales para nuestra existencia, en las que pensamos poco. Una de ellas es la acción del Espíritu Santo en nosotros. San Josemaría titula una homilía de Pentecostés llamándolo así: " El Gran Desconocido ". De su propia vida interior, podemos tomar una experiencia para nuestra vida. Cuando era un joven sacerdote, su director espiritual le sugirió: "Frecuente el trato con el Espíritu Santo. No le hable: óigale". Siempre me gusta pensar cómo habríamos reaccionado nosotros ante ese consejo: quizá lo hubiéramos llevado una o dos vece

Esposa de Dios Espíritu Santo

Diciembre 4 Estamos ya en el quinto día de la Novena en honor de la Inmaculada Concepción de María y las lecturas de hoy siguen animándonos a preparar la venida del Mesías. En concreto, nos hablan de la estrecha relación del Cristo esperado con el Espíritu Santo. Isaías (11, 1-10) dice que brotará un fruto del tronco de Jesé y que el Espíritu del Señor se posará sobre él . Y san Lucas (10, 21-24) complementa esa lectura con la narración del éxtasis de Jesús: “Se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: —Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños”. Hace unos días leíamos cómo a San Josemaría le conmovían otras palabras de este mismo discurso: “nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. Juan Pablo II escribió sobre el papel de la Virgen en nuestra relación con el Espíritu Santo, que la colma a ella y a

Pentecostés. Apostolado

Apartes de la homilía de Benedicto XVI en Pentecostés del 2005 : La primera lectura y el evangelio del domingo de Pentecostés nos presentan dos grandes imágenes de la misión del Espíritu Santo. La lectura de los Hechos de los Apóstoles narra cómo el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, bajo los signos de un viento impetuoso y del fuego, irrumpe en la comunidad orante de los discípulos de Jesús y así da origen a la Iglesia. Para Israel, Pentecostés se había transformado de fiesta de la cosecha en fiesta conmemorativa de la conclusión de la alianza en el Sinaí (…) Israel llegó a ser pueblo de forma plena precisamente a través de la alianza con Dios en el Sinaí. El encuentro con Dios en el Sinaí podría considerarse como el fundamento y la garantía de su existencia como pueblo. El viento y el fuego, que bajaron sobre la comunidad de los discípulos de Cristo reunida en el Cenáculo, constituyeron un desarrollo ulterior del acontecimiento del Sinaí y le dieron nueva amplitud. En aquel

El Espíritu Santo nos lo recordará

En el capítulo 14 de San Juan se presenta el contexto de la última cena y los discursos de despedida. En ellos, Jesús exclama: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él». Son palabras que nos hacen recordar el discurso de Benedicto XVI a los jóvenes en Brasil (10-V-2007): «Los mandamientos conducen a la vida, lo que equivale a decir que ellos nos garantizan autenticidad . Son los grandes indicadores que nos señalan el camino cierto. Quien observa los mandamientos está en el camino de Dios. No basta conocerlos. El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la propia ciencia aplicada. No nos son impuestos desde afuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Nos impulsan a hacer algo para realizarnos a nosotros mismos. Realizarse a través d