Desde el lunes pasado hemos recomenzado el tiempo ordinario. Ya pasaron los cincuenta días de la Pascua y nos disponemos a celebrar, con la cadencia de la vida de trabajo cotidiano, el misterio de la Redención que Cristo hizo de nuestro tiempo terrenal. Cada año, el regreso al período ordinario está marcado por grandes solemnidades, que nos ayudan a poner los ojos en los misterios centrales de nuestra fe. Y el primero de ellos es el de la Santísima Trinidad (Cf. Compendio, n. 44). No es fácil entender este misterio, a pesar de que Dios mismo dejó “huellas de su ser trinitario en la Creación y en el Antiguo Testamento” (Cf. Id., n. 45). El propio Catecismo dice que, si Cristo no lo hubiera revelado, no lo hubiéramos alcanzado. ¡Gracias a Dios, que se encarnó y nos envió su Espíritu! Si no, estaríamos como la famosa anécdota de San Agustín, tratando de llenar el huequito de nuestra mente con la inmensidad del mar divino. Imagino que algún lector más crítico –no en ma...
@argumentaciones.Homilías de un sacerdote católico. Audios disponibles en https://co.ivoox.com/es/suscripciones_jb_8330681_1.html o en canal "argumentaciones" de Spotify (Imágenes tomadas en su mayoría de http://www.centroaletti.com/).