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Mostrando las entradas con la etiqueta pobreza

La ofrenda de la viuda

    En la última semana del paso terreno de Jesús, poco después del domingo de Ramos, san Marcos cuenta que Jesús había regresado a Jerusalén (esos días pasaba la noche en Betania), y ubica la escena de sus enseñanzas en el exterior del templo (Mc 12, 38-44).   El contexto es la reprobación a las clases dirigentes que pocos días después lo entregarán a la muerte. Y él, instruyéndolos, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».      Los escribas confiaban en el poder que les otorgaba su dinero y su posición social. Bien podían caer en la crítica del beato John H. Newman, quien decía que todos se rinden ante el dinero. Miden la felicidad por la riqueza y por la riqueza miden, a su vez, la respeta

Pobreza

En el Evangelio de san Lucas, después de narrar la infancia y los preparativos del ministerio de Jesús, los comienzos de su labor apostólica se sitúan en Galilea, la tierra donde había crecido. En el capítulo cuarto, vemos a l Señor en la sinagoga de Nazaret, presentando lo que podríamos llamar su programa de acción pastoral (vv.16-30). En primer lugar, enseñó que en Él se cumpl ía n las profecías mesiánicas: Dios libraría a su pueblo y lo haría a través de su misión. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido». Vemos de pasada las costumbres del Señor, cómo frecuentaba la sinagoga cada sábado, solo que en esta ocasión se puso en pie para hacer la lectura. Al desenrollar el sagrado pergamino, encontró un texto del profeta Is

La purificación de la Virgen

Cuarenta días después de la Navidad, celebramos uno de los primeros eventos públicos de la infancia de Jesús (después de la adoración de los Magos y de la imposición del nombre de Jesús). Pasadas cinco semanas, rememoramos ahora un ritual que estaba previsto desde el Antiguo Testamento: la purificación de la madre. En el Levítico (12,2-8) estaba legislado que cuarenta días después del nacimiento del niño (ochenta días en el caso de una niña), las madres debían ir al templo para purificarse de la impureza legal en la que habían incurrido por el alumbramiento: Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura. L

El rico insensato

Después de la ampliación de las enseñanzas de Jesús, que incluye la parábola del buen samaritano, Lucas ofrece una serie de predicaciones del Señor con énfasis escatológico: invita a estar atentos y a poner los ojos en el Reino futuro. Por eso, acude a la parábola del rico insensato para enseñar la importancia de la pobreza cristiana (Lc 12,13-21). Uno de entre la multitud le dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero él le respondió: —Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros? Este pasaje es exclusivo de Lucas, como la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso. Hay quien siente en esta conversación los ecos del problema entre los dos hermanos de la otra parábola. Aparentemente, se trata de una pregunta inoportuna… El Señor está hablando de la importancia del juicio de Dios, por encima del de los hombres, y aparece un espontáneo que lo quiere de árbitro en un litigio familiar. Pero en realidad se refiere a l

Filiación divina y abandono en la Providencia

Hace una semana meditábamos sobre el amor al prójimo, como una de las principales enseñanzas del “cuerpo” del Sermón del Monte. Hoy continuaremos en ese discurso, en una sección que nos habla sobre la confianza en el Padre: no estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. Se trata de dos preocupaciones básicas del ser humano: la comida para la vida y el vestido para el cuerpo. Pues bien, en la línea “escandalosa” y en apariencia paradójica del Sermón del monte, el Señor nos enseña que debemos confiar siempre en nuestro Padre Dios: ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?  Nos hace ver que hemos de mirar en qué consiste lo importante: no en las apariencias exteriores, sino en lo interior: en la vida, en el cuerpo, más que en el alimento o en el vestido. En 1998, el entonces Cardenal Ratzinger recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Navarra. Entre las actividades académicas s

El administrador infiel

Una vez concluida la primera parte del Evangelio de Lucas, en la que se exponen las enseñanzas de Jesús en Galilea, el médico evangelista nos ofrece otra serie de parábolas y enseñanzas, pronunciadas de camino a Jerusalén. Comienza con un discurso acerca de las riquezas ―la «parábola del administrador infiel»― (16,1-13): Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. Le llamó y le dijo: «¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando». Nos habla del juicio, de que en algún momento tendremos que dar cuenta de nuestra administración. Al morir, desde luego, tendremos ese diálogo de amor con nuestro Dios, en el que se valorará qué tanto lo hemos amado, y se nos premiará con misericordia por nuestros pobres esfuerzos para ser buenos hijos suyos. También, con toda justicia, se verá el modo de purificarnos de nuestras escorias en la caridad con Dios y con nuestros herm