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Mostrando las entradas con la etiqueta noviembre

El juicio particular

Continuamos considerando las verdades eternas, de acuerdo con la invitación que la Iglesia nos hace en el mes de noviembre. Ya hemos meditado la ineluctable realidad de la muerte, con ocasión de la conmemoración de todos los fieles difuntos el segundo día del mes. Más adelante consideramos la esperanza del cielo, partiendo del diálogo de Jesús con los saduceos acerca de la resurrección de los muertos, cuando el Maestro aclaró que el Señor "no es Dios de muertos, sino de vivos". Una semana más tarde, la liturgia nos presenta el evento que vendrá al final de los tiempos, el juicio final. Es una realidad tan importante, que todos los domingos la reafirmamos en el credo al proclamar de pies que Jesucristo vendrá al final de los tiempos "para juzgar a vivos y muertos". Benedicto XVI glosa esta costumbre en su encíclica sobre la esperanza: “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como crite

Cristo Rey

Hoy llegamos al último domingo del año litúrgico. Concluimos un período cronológico, marcados como estamos por el paso cíclico del tiempo en nuestra vida. Es momento de examen, de balance: ¿qué tanto hemos aprovechado las gracias que nos diste, Señor, durante estos meses? En esta oración, podemos pensar dónde estábamos en noviembre del año pasado; dónde celebramos la fiesta de Cristo Rey en aquella época. Y pensar, en un primer análisis, en el año transcurrido: la Navidad, la Cuaresma, la Semana Santa, el período laboral, las vacaciones de mitad de año, el segundo semestre… hasta llegar a hoy. Seguramente, en ese breve recorrido litúrgico que hemos hecho, se nos han venido a la mente momentos especiales: un medio de formación que nos sirvió bastante, un descanso que nos llegó en el mejor momento, algunas amistades nuevas, que nos impactaron de modo positivo… Pero también veremos algunas manchas en nuestra actuación: faltas de generosidad, propósitos incumplidos, detalles que no q

Cristo Rey

El último domingo del tiempo ordinario la Iglesia celebra la solemnidad de Cristo Rey. La Liturgia de las Horas resume el sentido de la fiesta: se dirige a Jesucristo, como hacemos nosotros al comienzo de nuestra oración, diciéndole: “somete a los espíritus rebeldes [el primero de los cuales somos nosotros mismos], y haz que encuentren el rumbo los perdidos y que se congreguen en un solo aprisco. Para eso pendes de una cruz sangrienta, y abres en ella tus divinos brazos; para eso muestras en tu pecho herido tu ardiente corazón atravesado”. Ahí tenemos la síntesis del significado de esta celebración, el objetivo: la cruz, el pecho herido con el corazón atravesado. Vemos la estrecha relación de esta fiesta con la devoción al Sagrado Corazón, que es el origen de la última solemnidad del año litúrgico. Y uno se puede preguntar: ¿por qué celebrar el reinado de Cristo? De hecho, hay contradictores que rechazan -con toda razón- la idea de Cristo Rey al modo de algunos reyes terrenales.

Cristo Rey

El año litúrgico termina siempre conmemorando el reinado de Jesucristo: «Digno es el Cordero sacrificado de poder, riqueza, sabiduría, fortaleza y honor. A El la gloria y el poderío por los siglos» (Ap 5, 12). En la oración colecta se alaba a Dios porque quiso fundar todas las cosas en su Hijo «muy amado, Rey del universo». Y el prefacio describe las características de ese Reino: dice que Cristo, ofreciéndose a sí mismo, redimió a la humanidad y, sometiendo a su poder la creación entera, entregó a la Majestad infinita del Padre «un reino eterno y universal: el Reino de la verdad y la vida, el Reino de la santidad y la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz» .  La formulación negativa sería: un reino sin final, sin límites; un reino sin mentiras, sin muerte; sin pecado, sin odios, un reino sin guerra... San Pablo expresa una idea similar en la primera carta a los corintios (15, 20-28): Cristo le entregará el Reino a su Padre «porque conviene que El reine, hast

Todos los santos

La fiesta de hoy es una llamada a la esperanza. Al comenzar la Misa, nos invitamos mutuamente a alegrarnos en el Señor por esta solemnidad, por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios. Hoy nos concedes —dice el sacerdote más adelante, en el prefacio— “celebrar la gloria de todos los santos, la asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba. Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”. Ahí se explica el sentido de este día: alegrarnos porque en el Cielo hay gente como nosotros, que tuvo nuestra edad, que luchó contra las mismas miserias que nos afectan, que luchaban y ganaban, que luchaban y perdían…Nos alegra, nos tranquiliza, saber que en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. En el mismo sentido se expresa la oración colecta: concede a tu pueblo, por intercesión de to

Reina de los Apóstoles

Novena de la Inmaculada (primer día) . 30-XI, San Andrés Comenzamos la Novena en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen María , nueve días en los que estaremos tratando de meter a la Virgen en todo y para todo. San Josemaría invitaba a que, durante estos días, todos los fieles del Opus Dei vivieran individualmente esta costumbre, poniendo mayor diligencia en la oración, en el cumplimiento de los deberes profesionales y en las pequeñas mortificaciones voluntarias, haciendo todo con amor filial a la Santísima Virgen , Madre de Dios y de la Iglesia , y Madre nuestra; y si voluntariamente lo deseaban, recitando además la fórmula u oración que cada uno eligiera.   Añadía que esta novena, personal, es distinta de la que puede organizarse en obras corporativas o en otras iniciativas de apostolado, en Centros donde se realiza labor externa –como haremos estos días-, o en iglesias: ningún miembro de la Obra tiene obligación de asistir a una de esas novenas pú