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Sagrado Corazón de Jesús

Casi una semana después de celebrar la fiesta del Corpus Christi, conmemoramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Esta celebración se remonta al siglo XVII, cuando Santa Margarita María de Alacoque recibió la vocación de extender por el mundo la devoción al Corazón de Jesús. Como dice la Antífona de entrada, los proyectos del corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar las vidas de sus fieles de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre (Salmo 32). La Liturgia nos invita a considerar dos temas: el amor que Dios nos tiene y el compromiso de transmitir ese amor a los demás. La oración colecta pide: “Dios todopoderoso, al celebrar hoy la solemnidad del Corazón de Jesús recordamos el inmenso amor de tu Hijo para con nosotros ; concédenos alcanzar de esa fuente divina la abundancia inagotable de tu gracia”. Recordamos el inmenso amor de tu Hijo para con nosotros: En el libro del Deuteronomio (7,6-11), Moisés le aclara al pueblo que el Señor no lo ha elegido

Corpus Christi

La solemnidad que conmemora la presencia de Jesús en el sacramento del altar se remonta al siglo XIII, a impulsos de Santa Juliana y del milagro de Bolsena. La primera tuvo una visión de la Iglesia como si fuera una luna llena, pero con una mancha negra: la falta de esta celebración. El segundo es muy conocido: un sacerdote que tenía dudas sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía vio, en el momento de la consagración, que de la Hostia Santa manaba sangre.  Todavía hoy se conserva como reliquia el corporal manchado en la catedral de Orvieto, donde vivía el Papa Urbano IV quien, además, conocía de antes a Santa Juliana. Este papa extendió la fiesta a toda la iglesia y encargó el oficio a Santo Tomás de Aquino (que compuso entonces el Pange lingua y el Lauda Sion, entre otros). Esta fiesta n os habla  del “Gran Solitario”, como llamaba San Josemaría a Jesús en el Sagrario. En la oración colecta de la Misa se pide: “Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramen

Fe: “Señor, ayuda mi incredulidad”

En la base del cuadro de Rafael sobre la Transfiguración del Señor, aparece la escena que los evangelios sinópticos reseñan inmediatamente después: la curación del niño lunático. (Mt 17,14-20; Mc 9,14-29; Lc 9,37-40 Se trata de un muchacho poseído por un espíritu desde varios años atrás: le dan ataques, cae en el fuego o en el agua "muchas veces". Su padre lo lleva a los discípulos para que lo curen. ¡Es un drama!, toda la vida con la amenaza de la enfermedad. Pero los apóstoles tampoco fueron capaces de expulsar ese demonio. El Señor quiere enseñar la importancia de la fe y por eso muestra su desaprobación con lo que ha pasado: —¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo. Jesús conserva la calma, a pesar de que –en su presencia- sucede una nueva convulsión: En cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo retorcerse al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espumarajos. Nos enseña a estar tr

Santísima Trinidad

El domingo siguiente a Pentecostés, la liturgia celebra el misterio de la Santísima Trinidad.   El Prefacio de la Misa , dirigido al Padre, intenta explicar un poco más ese dogma central de la fe cristiana: “con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad ”. En el Antiguo Testamento, ante el politeísmo rampante en el contorno hebreo, la Revelación insiste en la unicidad de Dios, que es como un padre –es más, como una madre- que perdona. La lectura del Éxodo muestra la iniciativa divina para establecer una alianza entre Dios y su pueblo. En repetidas ocasiones, los israelitas infringen ese pac

Fátima: Juan Pablo II, Rosario, penitencia

Durante muchos años, un tema tabú para los medios era el tercer secreto de Fátima: los más avezados aseguraban que se trataba del nuevo poderío de China o que escondía arcanos apocalípticos, etc. Fue Juan Pablo II el Papa que permitió la publicación del secreto, con su interpretación. Estaba convencido de que en él se había cumplido. Como ha escrito Benedicto XVI , " Juan Pablo II, fecundo en inspiraciones proféticas y personalmente convencido de que "la mano materna" de la Virgen había desviado la bala que podría haber sido mortal para él, vio que había llegado el momento de disipar el halo de misterio que envolvía la última parte del secreto confiado por la Virgen a los tres pastorcitos de Fátima". El Papa actual señala que la convicción de su predecesor es una inspiración profética: "la mano materna" de la Virgen desvió la bala que podría haber sido mortal para él. Pero lo más importante fue, como el Papa anterior señaló en otras ocasione

El aire nuevo del Espíritu Santo

Hay una serie de realidades que están ahí y no nos damos cuenta o no nos fijamos en ella. Por ejemplo, en la fisiología humana: la respiración, la circulación, etc. Si no recibiésemos aire por un buen rato, o si el corazón dejara de funcionar, falleceríamos. Pero nos acostumbramos a vivir sin pensar en esto: tampoco se trata de estar siguiendo nuestro propio pulso a cada momento... En la vida espiritual, pasa lo mismo: hay unas realidades vitales para nuestra existencia, en las que pensamos poco. Una de ellas es la acción del Espíritu Santo en nosotros. San Josemaría titula una homilía de Pentecostés llamándolo así: " El Gran Desconocido ". De su propia vida interior, podemos tomar una experiencia para nuestra vida. Cuando era un joven sacerdote, su director espiritual le sugirió: "Frecuente el trato con el Espíritu Santo. No le hable: óigale". Siempre me gusta pensar cómo habríamos reaccionado nosotros ante ese consejo: quizá lo hubiéramos llevado una o dos vece

Sacerdocio común

El quinto domingo de Pascua sigue profundizando en el sentido de la Vigilia Pascual: el valor del bautismo. Parece tener un especial énfasis la palabra "Elección". En la primera lectura , aparece la elección de "los siete", el grupo de personas escogidas por el Espíritu Santo para el servicio de la mesa. En la segunda lectura, Pedro explica a los cristianos que también han sido elegidos, "Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa". Somos sacerdotes de nuestra existencia, mediadores entre Dios y los hombres, por el hecho de estar bautizados. Es lo que explica Juan Pablo II: "poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la i

¡Cristo ha resucitado!

Si la liturgia en general está llena de misterio y de simbología, la vigilia pascual es especialmente rica en contenido: ¡es tan fácil ver reflejada la propia vida en la oscuridad inicial! En medio de las tinieblas del pecado surge un fuego esperanzador, un cirio que no dejará de arder, hasta que “ el lucero matinal lo encuentre ardiendo”. Las luces que se reparten los fieles, uno a uno; el pregón pascual, verdadera serenata de enamorado; el recuerdo de la historia de la salvación en las lecturas, las profecías esperanzadoras, el Gloria cantado mientras suenan las campanas, el Evangelio de la Resurrección : “ ¡no tengáis miedo, ha resucitado!” Cada año podemos profundizar un poco más, también teniendo en cuenta las vicisitudes y las alegrías del tiempo transcurrido: en una ocasión nos maravillaremos de la vida parroquial; en otra, del fervor de un grupo más pequeño de apostolado; otro día acudiremos con una persona a la que estamos acercando a Cristo. Quizá años más tarde coincidir

Resurrección de Lázaro. Amistad con Jesús

En estos días recibí un mensaje de un amigo que vive en Tierra Santa. Sin querer generar envidia, describía el paisaje que veía desde la terraza de su casa: la basílica del Santo Sepulcro en primer lugar, el Monte de los Olivos detrás y, al fondo, a 3 kms de Jerusalén, el pequeño poblado de Betania. Hay un pasaje del Evangelio que se desarrolla precisamente en esa aldea, en Betania, donde Jesús encontraba una familia a la que amaba, en la que se sentía bien, donde tenía verdaderos amigos: Marta, María y Lázaro. San Josemaría acostumbraba llamar “Betania” a los sagrarios, como queriendo que Jesús también estuviera bien tratado allí. En el punto 322 de su libro Camino se lee: “Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... —Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. —Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario”.   En un retiro para seminaristas daba más pistas al respecto: “¡Qué alegría al contemplar a Jesús en Betania!

Cristo, enviado como luz

(El ciego de nacimiento) Todos hemos tenido alguna vez la sensación de estar perdidos o a oscuras o, simplemente, que nos hemos quedado solos al perder el grupo o la persona con la que estábamos… En esos momentos, lo que más se agradece es recuperar el sentido o descubrir una flecha, una información que lo traiga a uno de nuevo al mundo, o encontrar de nuevo a la persona que lo acompañaba a uno. En la vida espiritual ocurre lo mismo: puede suceder que se pierda el sentido de la vida o que pierda interés lo que antes era ocasión de alegría. Otras veces, la conciencia remuerde y uno se encuentra en malestar con Dios y consigo mismo. Para esas ocasiones viene muy bien recordar el salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta . Pero la vida cristiana no se puede reducir a luchar contra el pecado, ni la predicación debe insistir más en el mal que en la santidad. Por eso, en la cuaresma se nos recuerda la necesidad de vivir en coherencia con la fe que profesamos. Como dice el Catecismo,

Jesucristo y la samaritana

Los evangelios que se leen en la liturgia de los domingos de Cuaresma están cuidadosamente seleccionados por su valor catequístico para este tiempo. Este año hemos meditado ya las tentaciones del desierto, la transfiguración, y en el III domingo leeremos el encuentro de Jesús con la samaritana. Según explica Okure, después de predicar a los judíos, Jesús se dirige ahora a los samaritanos, para atender después a los griegos. De ese modo, proclama su evangelio a todas las naciones. Jesús se sienta junto a un pozo, “fatigado del viaje”. Este verbo se usa en el NT aplicado a la labor misionera. El diálogo con la samaritana tiene dos partes: el don de Dios (agua viva) y el conocimiento de quién es Jesús. En el v. 10 está el núcleo: “ Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva ”. La samaritana es un personaje importante, pues había una larga historia de desavenencias entre judíos y samaritanos: se decía

Navidad: alegría, optimismo, esperanza

La Misa de la vigilia de Navidad comienza pidiendo al Señor que, “así como ahora acogemos a tu Hijo, llenos de júbilo , como a nuestro redentor, así también cuando venga como juez, podamos recibirlo llenos de confianza”. Y uno puede pensar qué sentido tiene hablar de júbilo en un tiempo como el nuestro, lleno de eventos negativos de todo tipo. Alguno puede llegar a preguntarse, quizá, si no tendrán razón los que piensan que la Navidad es un momento de anestesia, medio mítico, sin mayores consecuencias verdaderas. Por el contrario, la liturgia está llena de ecos del anuncio de los ángeles: “ ¡Os anuncio una gran alegría!”. En la primera lectura, el capítulo 62 (1-5) de Isaías presenta una celebración jubilosa de Jerusalén: el Señor se ha complacido en ti . Una voz se eleva intercediendo por la bienamada, que fue abandonada por un tiempo: “tu esposo será tu Creador”, había dicho el capítulo 54. (Pelletier): “ Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré re

28-XII. Santos inocentes. Vocación

La Iglesia celebra el 28 de diciembre la fiesta de los Santos Inocentes. Más allá de las inocentadas, esta celebración nos puede ayudar a considerar que hemos de reconocernos pecadores y luchar contra el pecado. Parecernos al verdadero inocente, Jesucristo. Y acudir a los medios de santificación que nos lo facilitan: los sacramentos, la dirección espiritual. En la primera lectura, San Juan ( 1 Juan 1, 5-10; 2, 1-2 ) aclara que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado. "Queridos hermanos: Este es el mensaje que le hemos oído a Jesucristo y les anunciamos: Dios es luz y no hay en él oscuridad alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y andamos en oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. (...) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no habita en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda maldad. (...) Hijos míos, les escribo estas cosas para