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Mostrando las entradas con la etiqueta oración

El fariseo y el publicano

San Lucas nos transmite una parábola del Señor dirigida a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás. Dos hombres subieron al Templo a orar…   Necesidad de la oración. El Papa escribió una carta a los seminaristas, para concluir el Año Sacerdotal. En el primer punto habla precisamente de la oración: explica que debemos ser p ersonas de Dios , pues al Señor no lo tenemos como  un ser lejano: “Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla”. ¡Qué importante es ese “subir al Templo a orar”! Máxime cuando podemos encontrar a Jesús mismo presente en el Sagrario, con su cuerpo y su sangre, esperándonos para que le contemos nuestra vida. Juan Pablo II quiso que el Año Eucarístico de 2005 concluyera con una proliferación de capillas  en el mundo para adorar al Señor sacramentado. Y gracias a Dios muchos párrocos acogieron esa sugerencia. Quizá muy ce

Oración humilde y perseverante. La mujer cananea (sirofenicia)

En el camino de nuestra vocación cristiana, necesariamente debemos encontrarnos con la Cruz del Señor: la mayoría de las veces, en la vida diaria: perdemos el medio de transporte, aparecen los achaques de salud, alguna amistad nos hace pasar un mal rato, somos incomprendidos –o nuestra soberbia nos lo hace creer sin justa causa-. En otras ocasiones, pueden ser temas de gran calado: la muerte de un ser querido, una enfermedad que parece incurable, etc. El Evangelio de Mateo (15,21-28) nos presenta una situación de este último tipo: Jesús ha ido con sus apóstoles “al extranjero”: Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. En esto una mujer cananea , venida de aquellos contornos, se puso a gritar: —¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio.  Se trata de una actuación llena de audacia. Seguramente esa mujer había buscado la curación de su hija a través de mil medios distintos, sin lograrlo. Hasta que oye h

Unidad de vida. Marta y María

1. Justo después de narrar la parábola del buen samaritano, San Lucas presenta la visita de Jesús a Marta, María y Lázaro , sus tres amigos de Betania, ciudad ubicada a tres kilómetros de Jerusalén: Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. Si la parábola del buen samaritano es una maravillosa explicación del segundo mandamiento, en este pasaje, exclusivo de Lucas, vemos cómo los hermanos de Betania cumplen el primer precepto, acogiendo al Señor. Le reciben en su casa. Pero no solo se trata de dejarlo entrar, que ya es mucho. No actúan como el pueblo que generó tanta rabia en San Juan, que no quiso recibirlo. Ni como Gerasa, que después de la curación del endemoniado le piden que se retire de sus confines (quizá porque les había echado a perder dos mil puercos). Ni como el pueblo donde había crecido que, al escuchar que se cumplía en Él la escritura mesiánica, no creen porque lo habían conocido de pequeño… y pretenden despe

La misión apostólica

Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir . ¿Después de qué? -El Señor acaba de plantear las exigencias de la vocación al apostolado: “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. “Los muertos deben enterrar a sus muertos –le respondió Jesús a un huérfano–; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Por último, a uno que le pidió permiso para despedirse de sus parientes, le increpó el Señor: “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”. Después de esto, designó otros setenta y dos. Es un número simbólico, relacionado con la cantidad de naciones que menciona el Antiguo Testamento. Es decir, así como el Señor llamó a un Apóstol por cada tribu de Israel, así elige a un discípulo por cada nación gentil. El Papa resume el sentido de este pasaje: “Cuando Lucas habla de un grupo de setenta, además de los Doce, el sentido está claro: en ellos se anu

La Cruz de cada día

Después del banquete en casa de Simón, cuenta San Lucas que el Señor se queda a solas con sus discípulos: “Jesús estaba orando en un lugar retirado y sus discípulos se encontraban con él”. Oración de Jesús. El tercer Evangelio remarca esta faceta del Señor: antes de llamar a los apóstoles, pasó la noche en oración; antes de la Transfiguración, estaba haciendo oración; antes de los milagros, mira al Cielo y da gracias a Dios. En el pasaje de hoy –que otros evangelistas narran sin este contexto de oración- “Jesús estaba orando en un lugar retirado y sus discípulos se encontraban con él”. “Aprended de mí”, había dicho el Maestro. Es como si hoy nos dijera: aprended de mí a ser almas de oración. El Papa lo enseña con mucha frecuencia: “ante todo, hay que cuidar la relación personal con Dios, con el Dios que se nos manifestó en Cristo. (…) La pastoral tiene como misión fundamental enseñar a orar y aprenderlo personalmente cada vez más ” (Discurso, 9-XI-2006). Una frase que hace recordar

Camino, verdad y vida

Estamos leyendo en la liturgia la segunda parte del Evangelio de San Juan, llamada “el libro de la hora”, que comienza en el capítulo 13 con la última cena, después de haber expuesto antes el llamado “libro de los signos”. En la primera parte de este libro de la hora, Juan expone con detalladamente la última cena. Después del lavatorio de los pies, Juan narra el “discurso de despedida”. En la primera parte de ese discurso, Jesús comienza tranquilizando a los discípulos, que habían quedado conmovidos ante el anuncio de las negaciones de Pedro: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí”. Al mismo tiempo, los anima anunciándoles que les preparará un lugar en el Cielo, pues ellos serán fieles: De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros. Aludiendo a estas palabras, Santa Teresa comenzaría su cl

Transfiguración, oración, contemplación

El segundo domingo de Cuaresma, la liturgia  nos presenta la Transfiguración del Señor (Lc 9,28-36) : En aquel tiempo, Jesús se llevó con él a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a un monte para orar. Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y muy brillante. Este es el punto central del evento, sobre todo si lo consideramos en el tiempo litúrgico que estamos viviendo, que debe estar marcado por la oración, el ayuno y la misericordia. De hecho, el Papa también se detiene en él en su libro Jesús de Nazaret: “De nuevo nos encontramos —como en el Sermón de la Montaña y en las noches que Jesús pasaba en oración— con el monte como lugar de máxima cercanía de Dios;. (…) La transfiguración es un acontecimiento de oración; se ve claramente lo que sucede en la conversación de Jesús con el Padre: la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en luz pura. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz. En ese momento se perci

Parábola de la cizaña

Hace poco estuve en el Valle del Cauca y pude admirar, una vez más, el esplendor y la fecundidad de esas tierras. Encontré cañaverales listos para la siega, y terrenos en pleno proceso del arado. Sin embargo, también había, al lado de la finca donde me alojé, malas hierbas, basuras, hojas secas, que afeaban la belleza del entorno. Pensé en las parábolas del reino que presenta San Mateo. Después de la parábola del sembrador, Jesús propone otra enseñanza complementaria, el ejemplo de la cizaña : —El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.   Esta parábola admite varias interpretaciones. Para evitar la tentación de pensar que nosotros somos los buenos y los demás pecadores, se puede ver que todos somos cizaña. Y que el Señor se encarnó para convertirnos en trigo. Él mismo se hizo cizaña, para que nosotros alcanzáramos la dignidad del trigo: tri