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Mostrando las entradas con la etiqueta apostolado

El administrador infiel

Una vez concluida la primera parte del Evangelio de Lucas, en la que se exponen las enseñanzas de Jesús en Galilea, el médico evangelista nos ofrece otra serie de parábolas y enseñanzas, pronunciadas de camino a Jerusalén. Comienza con un discurso acerca de las riquezas ―la «parábola del administrador infiel»― (16,1-13): Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. Le llamó y le dijo: «¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando». Nos habla del juicio, de que en algún momento tendremos que dar cuenta de nuestra administración. Al morir, desde luego, tendremos ese diálogo de amor con nuestro Dios, en el que se valorará qué tanto lo hemos amado, y se nos premiará con misericordia por nuestros pobres esfuerzos para ser buenos hijos suyos. También, con toda justicia, se verá el modo de purificarnos de nuestras escorias en la caridad con Dios y con nuestros herm

La misión apostólica

Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir . ¿Después de qué? -El Señor acaba de plantear las exigencias de la vocación al apostolado: “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. “Los muertos deben enterrar a sus muertos –le respondió Jesús a un huérfano–; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Por último, a uno que le pidió permiso para despedirse de sus parientes, le increpó el Señor: “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”. Después de esto, designó otros setenta y dos. Es un número simbólico, relacionado con la cantidad de naciones que menciona el Antiguo Testamento. Es decir, así como el Señor llamó a un Apóstol por cada tribu de Israel, así elige a un discípulo por cada nación gentil. El Papa resume el sentido de este pasaje: “Cuando Lucas habla de un grupo de setenta, además de los Doce, el sentido está claro: en ellos se anu

Vocación y apostolado

Y llamó a los doce.  Las lecturas de estas semanas son muy apropiadas para el inicio de un nuevo semestre: en el domingo XIV considerábamos el tema de la vocación. En el domingo XV veremos que esa llamada es apostólica, comporta una misión. Como en el Antiguo Testamento, a Amós (7,12-15) y a tantos profetas, que pueden decir : “Yo no era profeta ni hijo de profeta, sino que me dedicaba a cuidar el ganado y cultivar higueras. Pero el Señor me tomó y me ordenó que dejara el rebaño diciéndome: "Vete y profetiza a mi pueblo Israel "”.  Igual en el Nuevo Testamento, el Señor nos toma y nos ordena. Lo vemos en el canto de alabanza con el que Pablo (Ef 1,3-14) bendice al Señor por sus beneficios, en primer lugar por la elección eterna: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, ya que en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presenc

Apostolado: la mujer sirofenicia.

Hacia el tercer año de su vida pública, Jesús decide retirarse con sus discípulos para formarlos a solas y prepararlos para lo que sucederá cuando le llegue “la hora” prevista por el Padre. Después de haber fallado en el intento, la tarde de la multiplicación de los panes y de los peces , se dirigen hacia el norte, fuera de Galilea, hasta el actual Líbano. Allí visitan las ciudades de Tiro y Sidón, cuyos habitantes son llamados sirofenicios (para distinguirlos de los libiofenicios, que vivían al norte de África). Mateo menciona que allí se encuentran con una mujer de esa zona , a la que denomina con un arcaísmo, “cananea” pues ése era el gentilicio de aquella tierra, pero en la antigüedad. Los sirofenicios eran en su mayoría comerciantes griegos, despreciados por los judíos debido a sus prácticas comerciales poco éticas. Conformaban un pueblo del que los israelitas, “los piadosos”, debían apartarse, porque eran paganos, “los perrillos”, como les llama el mismo Jesús en este pas

La parábola del sembrador

El Evangelio de Mateo presenta la predicación de Jesús en cinco grandes discursos. El tercero de ellos es llamado Discurso de las Parábolas, pues presenta siete en total, acerca del Reino de los Cielos. Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno a él una multitud tan grande, que tuvo que subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la playa. Y se puso a hablarles muchas cosas con parábolas.   La jornada debía de ser agradable. La barca –probablemente la de Pedro, como en otra ocasión- sirve como púlpito y la playa como auditorio. La primera parábola es la del sembrador , que para los labriegos de aquel paraje debería de sonar muy familiar: —Salió el sembrador a sembrar…   Más adelante explicará el sentido alegórico: la semilla es el mensaje del reino, la buena noticia del Evangelio, la doctrina, la palabra. La tierra son los oyentes. Hay cuatro escenarios: el primero, cayó junto al camino y vinieron los pájaros

Vocación de Mateo

La profesión de publicano significa, entre los romanos, un arrendador de los impuestos o rentas públicas y de las minas del Estado. Como explican Leske y Tassin, también permitía el cobro de derechos de pesca y cánones portuarios a las mercancías en tránsito. Además de que se consideraba una ocupación colaboracionista con las fuerzas opresoras, los publicanos tenían pocos controles en cuanto a sus métodos y ganancias. Por eso, los judíos los detestaban y los consideraban impuros y pecadores, tanto como los ladrones o los asesinos. Inclusive se decía que no podían pertenecer al reino mesiánico. Desde luego, un “justo” no podía sentarse a la mesa con ellos sin contaminarse, pues comer juntos era una muestra de amistad y de comunión entre personas. Podemos imaginarnos a un publicano en concreto, de nombre Leví, lo cual significa que pertenecía a la tribu sacerdotal judía. A pesar de su ascendencia social religiosa, sentiría en su corazón ese rechazo injusto. Probablemente ejercía esa pr

Juan Bautista: apostolado

El Adviento tiene varios protagonistas. La primera es la Virgen inmaculada. El segundo en orden de aparición es Juan Bautista. Ambos nos dan ejemplo de la actitud que debemos tener en Adviento: espera activa, preparación para la llegada del Mesías. El profeta Isaías (41,13-20) anuncia la cercanía de Dios: Yo soy tu redentor, el Santo de Israel. Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: "No temas, yo mismo te auxilio. Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado: trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré”. En respuesta, el salmo 144 aclama al Señor, clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. En el Evangelio de

Reina de los Apóstoles

Novena de la Inmaculada (primer día) . 30-XI, San Andrés Comenzamos la Novena en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen María , nueve días en los que estaremos tratando de meter a la Virgen en todo y para todo. San Josemaría invitaba a que, durante estos días, todos los fieles del Opus Dei vivieran individualmente esta costumbre, poniendo mayor diligencia en la oración, en el cumplimiento de los deberes profesionales y en las pequeñas mortificaciones voluntarias, haciendo todo con amor filial a la Santísima Virgen , Madre de Dios y de la Iglesia , y Madre nuestra; y si voluntariamente lo deseaban, recitando además la fórmula u oración que cada uno eligiera.   Añadía que esta novena, personal, es distinta de la que puede organizarse en obras corporativas o en otras iniciativas de apostolado, en Centros donde se realiza labor externa –como haremos estos días-, o en iglesias: ningún miembro de la Obra tiene obligación de asistir a una de esas novenas pú

Deseos de paz

La violencia y las guerras son un flagelo de toda sociedad. Desde los cuatro puntos cardinales y a través de los tiempos se levanta el clamor de muchedumbres impotentes pidiendo el regalo de la paz, de la cordura, de la justicia, del amor. A veces parece que el poder de los fuertes y de los violentos se burlara de la petición multitudinaria de los pacíficos y de los sencillos. Pero la liturgia y la Sagrada Escritura salen al encuentro del ser humano tentado por la desesperanza. En la semana XIV del tiempo ordinario se invita a la memoria de las cosas buenas que Dios ha hecho por nosotros: “Recordaremos, Señor, los dones de tu amor en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y alaben, porque es infinita tu justicia”. Y en la Colecta de ese mismo domingo se explica la razón de la esperanza, que es el valor infinito de la salvación alcanzada por Cristo: “Dios nuestro, que por medio de la muerte de tu Hijo has redimido al mundo de la esclavitud del pecado, concé