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Mostrando las entradas con la etiqueta apostolado

Pentecostés. Apostolado

Apartes de la homilía de Benedicto XVI en Pentecostés del 2005 : La primera lectura y el evangelio del domingo de Pentecostés nos presentan dos grandes imágenes de la misión del Espíritu Santo. La lectura de los Hechos de los Apóstoles narra cómo el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, bajo los signos de un viento impetuoso y del fuego, irrumpe en la comunidad orante de los discípulos de Jesús y así da origen a la Iglesia. Para Israel, Pentecostés se había transformado de fiesta de la cosecha en fiesta conmemorativa de la conclusión de la alianza en el Sinaí (…) Israel llegó a ser pueblo de forma plena precisamente a través de la alianza con Dios en el Sinaí. El encuentro con Dios en el Sinaí podría considerarse como el fundamento y la garantía de su existencia como pueblo. El viento y el fuego, que bajaron sobre la comunidad de los discípulos de Cristo reunida en el Cenáculo, constituyeron un desarrollo ulterior del acontecimiento del Sinaí y le dieron nueva amplitud. En aquel

El Espíritu Santo nos lo recordará

En el capítulo 14 de San Juan se presenta el contexto de la última cena y los discursos de despedida. En ellos, Jesús exclama: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él». Son palabras que nos hacen recordar el discurso de Benedicto XVI a los jóvenes en Brasil (10-V-2007): «Los mandamientos conducen a la vida, lo que equivale a decir que ellos nos garantizan autenticidad . Son los grandes indicadores que nos señalan el camino cierto. Quien observa los mandamientos está en el camino de Dios. No basta conocerlos. El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la propia ciencia aplicada. No nos son impuestos desde afuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Nos impulsan a hacer algo para realizarnos a nosotros mismos. Realizarse a través d

Testigos de la Eucaristía

El último capítulo del Evangelio de Juan es una adición, que se refiere a la Iglesia posterior a la Ascensión del Señor a los cielos, en la cual el joven apóstol reconoce la misión de Pedro como primado. Narra también la pesca milagrosa del Resucitado, que la liturgia del tercer domingo de Pascua (ciclo C) nos invita a poner en relación con el testimonio apostólico y con la adoración a Dios: si el capítulo quinto de Lucas comenzaba con el llamado a Pedro para ser pescador de hombres, este apartado de Juan termina mostrando su realización histórica. San Josemaría comenta sobre las virtudes de Juan y de Pedro en esta escena: ( Amigos de Dios, n. 266 ): « Aquel discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: ― ¡es el Señor! El amor, el amor lo ve de lejos. El amor es el primero que capta esas delicadezas. Aquel Apóstol adolescente, con el firme cariño que siente hacia Jesús, porque quería a Cristo con toda la pureza y toda la ternura de un corazón que no ha estado corrompido nunca, exc

Anunciar a Cristo resucitado

Una semana después de la Pascua, la liturgia nos hace considerar el comienzo del Apocalipsis, donde el autor describe a Jesucristo resucitado como juez escatológico. En medio de la simbología (lámparas que son la oración de la Iglesia), se escucha la voz de Jesús resucitado, vestido como sacerdote (túnica hasta los pies), como rey (banda de oro en el pecho), eterno (barba blanca), sabio (mirada brillante), poderoso (voz de trueno, pisada metálica): «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos ». La primera visión del autor del Apocalipsis es litúrgica, como hemos dicho. Y no deja de ser significativo que se dé un domingo: es la Misa dominical, estrechamente relacionada con la liturgia del Cielo. Tan estrecho es el vínculo que se trata de la misma Eucaristía.  Por eso el Evangelio señala que la nueva aparición de Jesucristo a los apóstoles se da también « al anochecer de aquel día, el primero de

Apostolado. Pescadores de hombres

Cuando un psiquiatra quiere descubrir los síntomas psicóticos de un paciente aparentemente normal, una pregunta clave es la siguiente: ¿tiene usted alguna misión en la vida? Muchas veces, en la respuesta surgen ambiciones maníacas, inalcanzables, que manifiestan una enfermedad de fondo. A pesar de jugar con trampa, podemos hacernos ahora esa misma pregunta, pues no solo es síntoma psiquiátrico tener una respuesta, sino también no tenerla. En la anterior anotación considerábamos el misterio de la vocación. Dios llama, desde antes de crearnos, como vimos en el caso de Jeremías. Pero… ¿llama para qué? La vocación es al mismo tiempo una misión, tiene un contenido concreto, que es el sentido de la vida. Es lo que vemos en el caso de Isaías, que –aún siendo consciente de su indignidad: “Soy un hombre de labios impuros, que habito en un pueblo de labios impuros, y he visto con mis propios ojos al Rey y Señor todopoderoso”- recibe la vocación en forma de pregunta: “oí la voz del Señor, que

“Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo".

Con la adoración de los Reyes de Oriente al Niño recién nacido, celebramos hoy la manifestación, la Epifanía del Señor a toda la tierra. Así vamos llegando al final de esta Navidad. Después de la fiesta del Bautismo del Señor, mañana, volveremos a partir del martes al tiempo ordinario, al trabajo cotidiano. Pero antes debemos profundizar en el significado luminoso que nos ofrece esa estrella que guió en el pasado la esperanza de los Reyes y hoy debe guiar la nuestra en el año que comienza.  El Catecismo explica el significado de la Epifanía (n. 528): La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y con las bodas de Caná, la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente (Mt 2,1). La antífona de las Vísperas une estas tres fiestas: " Mantenemos nuestro Día Santo adorado con tres milagros: hoy una estrella condujo a los Reyes Magos hasta la cuna, hoy el vin

San Mateo, de Recaudador de impuestos a Apóstol

(21 de septiembre). Leví o Mateo era, como Zaqueo, un próspero publicano. Es decir, era un recaudador de impuestos de los judíos para el imperio romano. Por eso era mal visto por sus compatriotas, era considerado un traidor, un pecador. Probablemente había oído hablar de Jesús o lo había tratado previamente. Él mismo cuenta (Mt 9, 9-13) que, cierto día, vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Mateo sigue inm

Eucaristía y misión

- “Qué significa ‘Misa’”, me preguntó un alumno esta semana. Le expliqué: la Misa , en Latín, termina con las palabras: “Ite, Missa est” (Iros, la Misa ha terminado) . También en italiano acaba de la misma manera, no sé en otras lenguas. La misa, la misión ha concluído. En algún formulario castellano se concluye: glorificad a Dios con vuestras vidas. Después de Misa, salimos a misión... - Dice San Gregorio Magno, en un texto que la Liturgia de las Horas nos anima a contemplar el Viernes de la III Semana de Cuaresma: “Pero la sangre de Jesús es más elocuente que la de Abel, porque la sangre de Abel pedía la muerte de su hermano fratricida, mientras que la sangre del Señor imploró la vida para sus perseguidores. Por tanto, para que el misterio de la pasión del Señor no nos resulte a nosotros inútil, hemos de imitar lo que recibimos y predicar a los demás lo que veneramos . Su demanda de justicia quedaría oculta en nosotros si la lengua calla lo que la mente creyó. Pero

San Bartolomé, un hombre sin doblez ni engaño.

(24 de agosto ) En la Antífona de entrada se nos pide: Anuncia, día tras día, que la salvación viene de Dios; proclama sus maravillas a todas las naciones .  En respuesta nosotros suplicamos, en la Oración colecta, fortaleza para nuestra fe, sinceridad como la de B artolom é y  eficacia en el apostolado de la Iglesia: « Fortalece, Señor, nuestra fe para que sigamos a Cristo con la misma sinceridad de san Bartolomé, apóstol; y concédenos, por su intercesión, que la Iglesia sea un instrumento eficaz de salvación para todos los seres humanos » . La primera lectura de la fiesta está tomada del Apocalipsis (21,9-14), donde el ángel le dice a san Juan: —Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero. Y el autor describe la visión del nuevo mundo, después de que se ha vencido el mal definitivamente: Me llevó en espíritu a un monte de gran altura y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios, reflejando la gloria de Dios: su luz era semejante a una