Seguimos meditando el discurso de la despedida del Señor, en la última cena, que nos transmite San Juan: —Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Guardar la palabra de Dios, como muestra de que le amamos. Si alguno me ama… Hablaremos con Dios en esta oración sobre el amor de Dios que se manifiesta en la virtud de la santa pureza. Caridad y pureza… La castidad no se explica a sí misma, sino desde el Amor, como predicaba San Josemaría (Amigos de Dios, n. 119): ¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia. Dios siembra en nuestra alma, con el bautismo, la semilla de las virtudes teologales. Nosotros debemos corresponder a
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