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Fe, santidad, vocación

En la primera lectura del XIV Domingo, Dios llama a Ezequiel (2, 2-5) como un mensajero para que sea mediador entre Él y su pueblo: “ Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a ese pueblo rebelde, que se ha rebelado contra mí lo mismo que sus antepasados hasta el día de hoy. (...) Y sabrán que en medio de ellos hay un profeta " . Esa es la misión del profeta: hablar al pueblo de parte del Señor. Comenzamos el año sacerdotal y es una buena ocasión para pensar en el tema de la vocación. ¡Tenemos tantos ejemplos de personas que han sido llamadas y que han respondido generosamente! La página web de la Santa Sede pone algunos ejemplos de sacerdotes santos: el Santo cura de Ars, San Josemaría Escrivá, San Luis Alberto Hurtado, y los Beatos Ciriaco Elía, Charles de Foucauld, Bronisá Markiewicz, y Edoardo Poppe. Vocación, llamada divina: Hijo de hombre, yo te envío. Decía Juan Pablo II, recordando su propia vida: “¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoc

Santo Tomás Apóstol, testigo de fe

Celebramos hoy la fiesta de Santo Tomás, el gemelo. Según una antigua tradición eclesiástica, evangelizó a los partos, aunque los cristianos de Malabar lo consideran el evangelizador de la India. Desde el siglo VI se celebra su fiesta el 3 de julio, fecha del traslado de su cuerpo a Edesa. El himno de Laudes lo ensalza con estas palabras : Oh Tomás, que resplandeces entre los Apóstoles con gloria sublime: acoge benignamente el himno de alabanza que cantamos en tu honor: La caridad de Cristo depara un trono en el Cielo para ti, que, por amor, estabas dispuesto a morir por tu Maestro. Impetuoso, de carácter fuerte y decisiones prontas. Llegó a decir: “¡vayamos también nosotros y muramos con Él!” También le agradecemos que fuera Él quien preguntara: ¿No sabemos a dónde vas, cómo sabremos cuál es el camino?, que mereció la respuesta del Señor: “ Tomás, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Pero la escena que más recordamos, y que nos presenta el Evangelio de hoy, es la

Vida de fe

Cuando comienzan las vacaciones, para muchas personas el descanso se relaciona con el agua: se desplazan hacia las piscinas, los ríos o, mejor aún, hacia el mar… Sin embargo, no falta quien menciona en esos sitios que, definitivamente, el hábitat humano es la tierra. Sobre todo, cuando se ha estado a punto de morir ahogado: sé de algún amigo que debe su vida a un desconocido que lo sacó del fondo de una piscina a la que se había metido siendo niño, sin pensar en la profundidad. También he oído la historia de alguien que, haciendo rafting , quedó dentro del agua justo debajo del kayak y junto a unas rocas… con alguien sentado arriba. En fin, todos conocemos historias de tempestades y tormentas que hacen pensar, a quien va dentro de una embarcación: ¿por qué no me quedé en tierra firme? Es lo que le sucedió también a un grupo de pescadores experimentados, el de los apóstoles, una noche en que llevaban a Jesús a bordo… solo que dormido. Así lo cuenta el evangelista Marcos (4,35-41

Corpus Christi

Me contaba un amigo que, hace unos días, mientras animaba a un colega a que se decidiera a confesarse y volviera a comulgar, éste le había respondido de buena manera: yo no creo en la Eucaristía, porque no me criaron con esa fe. Tú entenderás que me parece bonito, lo respeto y quisiera creerlo, pero la fe en que Jesús está presente en la hostia es un misterio muy difícil de creer.  Y es verdad… aprovechemos este momento para pedir al Señor por la fe de este amigo y démosle gracias porque nos haya concedido creer en este Sacramento, culmen y fuente de nuestra vida interior. Quizá por lo difícil que es creer en este misterio, el Señor ha querido que haya muchos ejemplos eucarísticos en el mundo. Uno de los más conocidos es el de Bolsena: corría el año de 1263. Cierto día, celebraba Misa un sacerdote piadoso, que tenía dudas sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Cuando iba a partir la Hostia consagrada se le convirtió en carne, de la que salían gotas de sangre, hast

La vid y los sarmientos

1. Los capítulos 13 al 17 del Evangelio de San Juan nos muestran la intimidad de la última cena, el testamento de Jesús a sus discípulos. En ese discurso de despedida hay tres partes: la primera, en la que habla sobre su inminente partida y promete regresar; la segunda, dedicada a comentar la relación de Cristo con su Iglesia y, por último, la oración sacerdotal de Jesús. El Evangelio de la quinta semana de Pascua corresponde al inicio del capítulo 15 (1-8). Es decir, está en pleno corazón de la cena. Se refiere a la unión de Cristo con los suyos, semejante a la vid y los sarmientos: Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado.  San Josemaría describía esta escena desde su experiencia del campo aragonés: “Ha llegado septiembre y están las cepas cargadas de vástagos largos, delgados, flexibles y nudosos, abar

El Buen Pastor da su vida por sus ovejas

Celebramos hoy el cuarto domingo del tiempo de Pascua, conocido como “del Buen Pastor”. Es un día para rezar por los sacerdotes y para llenarnos de esperanza porque, como pedimos en  la oración colecta de la Misa, estamos seguros de que el Señor nos guiará a la felicidad eterna de su Reino, para que “el débil rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor resucitado”. En el Antiguo Testamento, la figura del pastor es muy común: los pequeños ganaderos y sus hijos se encargaban de estas faenas, pero también alquilaban los servicios de personas a las que pagaban con dinero o con una parte de los productos del rebaño. Además de buscar pastos y abrevaderos por esas difíciles zonas, los pastores tenían que cuidar las ovejas de las fieras y de los ladrones.  En el Éxodo está legislada la indemnización por los animales robados. Y si una fiera atacaba al rebaño, debía mostrar trozos del animal como prueba. Sin embargo, pienso que en esa legislación quedaba escondido u

Resurrección y Confesión

Recuerdo la visita que me hizo un alumno judío, preguntándome por el Mesías cristiano. Con la mayor buena voluntad que podía, me pidió que entendiera que él no podía creer que Jesús fuera el Mesías, principalmente por dos motivos: en primer lugar, por la forma en que padeció. Además, y sobre todo, porque el Cristo prometido sería un príncipe con el cual llegaría la paz… y ya vemos cómo ha ido el mundo estos veinte siglos. Para explicarle la primera objeción, le recomendé estudiar los pasajes de Isaías que hablan del Siervo sufriente, como oveja muda ante los trasquiladores …  Sobre el tema de la paz, me vino a la mente el saludo de Jesús resucitado a sus apóstoles.  Por ejemplo, el final del Evangelio de Lucas (24,35-48), que enlaza dos relatos: después de la aparición a los discípulos de Emaús, ellos retornan a Jerusalén para contar a los once y a los que estaban con ellos todo lo sucedido en el camino. Mientras hablaban, Jesús mismo “se puso en medio y les dijo: —La paz es