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Alegría en Adviento

El mes de preparación para la Navidad ―de modo similar  la Cuaresma ― se caracteriza por la oración y la penitencia; lo indican de modo simbólico las vestiduras litúrgicas de color morado, la moderación en el uso de instrumentos musicales y la ausencia de flores en la decoración de las iglesias. Sin embargo, tanto en estos días como en la preparación de la Pascua , de repente aparece un domingo que rompe el ritmo de austeridad externa: el color pasa a ser rosado, aparecen de nuevo los aromas y colores de las flores y se escucha una vez más el órgano de fondo a los cantos de la iglesia.  ¿Qué sucede? Se trata de los domingos “Gaudete” y “Laetare”: alegraos… La liturgia nos enseña que, también en medio de la penitencia, es posible el gozo; que el dolor nos purifica para celebrar con mejores disposiciones la Pascua o la Navidad. Hoy celebramos precisamente esa jornada. Por eso comenzamos con las palabras del Apóstol Pablo: Alegraos siempre en el Señor: os lo repito, al

María, santa en la vida ordinaria

Celebramos hoy el quinto día de la Novena a la Inmaculada Concepción , en este jueves de la primera semana del Adviento. Decía ayer el Papa en su Audiencia semanal que « en el lenguaje de la Iglesia la palabra Adviento tiene dos significados: presencia y espera . Presencia : la luz está presente, Cristo es el nuevo Adán, está con nosotros y en medio de nosotros. Ya brilla la luz y debemos abrir los ojos del corazón para verla y para introducirnos en el río de la luz. Sobre todo, estar agradecidos al hecho de que Dios mismo ha entrado en la historia como nueva fuente de bien. Pero Adviento quiere decir también espera . La noche oscura del mal es aún fuerte. Y por ello rezamos en Adviento con el antiguo pueblo de Dios: " Rorate caeli desuper" (Ábranse los cielos y llueva de lo alto) . Y oramos con insistencia: ven Jesús; ven, da fuerza a la luz y al bien; ven donde domina la mentira, la ignorancia de Dios, la violencia, la injusticia; ven, Señor Jesús, da fuerza al b

Inmaculada Concepción

Canta el himno de las primeras vísperas de esta fiesta: “Oh María, Madre inmaculada de Dios, Esperanza nuestra y Júbilo para el Cielo. Paloma hermosísima, como Lirio entre espinas, Vara que, al brotar de la estirpe, sanaste nuestras heridas. Solo Tú brillas libre de la culpa original, inmune del todo a las artes de la Serpiente envidiosa, de la que eres egregio Rival. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que te otorgaron la gracia de una santidad incomparable". Después de nueve días preparándonos para esta fiesta ―ayer, especialmente, encendiendo las velitas, costumbre que algunos relacionan con las que el pueblo prendió en Éfeso, para celebrar el dogma de la Maternidad divina de María―, celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, verdad de fe creída por el pueblo desde siglos y proclamada por Pío IX en 1854 con la bula Ineffabilis Deus (por cierto, la pluma con la que ese Papa firmó la bula se encuentra en la Catedral de Bogotá, que está de

María, nuestra Madre

Acabamos de contemplar en las lecturas del primer sábado de Adviento que el Señor se compadece de las multitudes y de cada persona (al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor) , se apiada al oír el clamor de la súplica . Por eso decimos con el Salmo Bienaventurados los que esperan al Señor .  En este tiempo de preparación para la Navidad somos nosotros esos elegidos que esperan, diciendo: “¡Ven, Señor Jesús, ven a nuestras almas, no tardes tanto!” Porque el pasaje evangélico de hoy también nos muestra en qué consiste la compasión de Jesús: en que ruega que haya obreros para la mies, elige a sus doce discípulos y les da la misión de predicar la cercanía del Reino, expulsar demonios, curar enfermedades. Y para que no nos sintamos solos en este empeño, nos deja a la primera discípula que es María, su Madre, también como Madre nuestra. Ayer meditábamos sobre María Madre de Dios. Y h

Llena de gracia

Celebramos hoy el tercer día de la Novena a la Inmaculada. Como es martes de la primera semana de adviento, la liturgia nos propone un corto pasaje del Evangelio de San Lucas (10, 21-24), que muestra a Jesucristo exultando en el Espíritu: En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: —Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte: —Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron . Los exegetas llaman a este pasaje el «himno de júbilo» del Señor. Jesú

Cristo Rey

El año litúrgico termina siempre conmemorando el reinado de Jesucristo: «Digno es el Cordero sacrificado de poder, riqueza, sabiduría, fortaleza y honor. A El la gloria y el poderío por los siglos» (Ap 5, 12). En la oración colecta se alaba a Dios porque quiso fundar todas las cosas en su Hijo «muy amado, Rey del universo». Y el prefacio describe las características de ese Reino: dice que Cristo, ofreciéndose a sí mismo, redimió a la humanidad y, sometiendo a su poder la creación entera, entregó a la Majestad infinita del Padre «un reino eterno y universal: el Reino de la verdad y la vida, el Reino de la santidad y la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz» .  La formulación negativa sería: un reino sin final, sin límites; un reino sin mentiras, sin muerte; sin pecado, sin odios, un reino sin guerra... San Pablo expresa una idea similar en la primera carta a los corintios (15, 20-28): Cristo le entregará el Reino a su Padre «porque conviene que El reine, hast

El Opus Dei, Prelatura personal (28-XI)

Celebramos hoy un nuevo aniversario del cumplimiento de la intención especial de San Josemaría: la erección del Opus Dei como Prelatura Personal. Hace un año, escribía el Prelado: “¡Cuántos recuerdos se agolpan en mi memoria, al considerar los dones que hemos recibido de Dios a lo largo de estos años! Tengo muy presente a nuestro Padre, que aceptó con alegría no ver cumplida esa intención especial suya, para que se realizase en los años de su sucesor; y la fe y la fortaleza del queridísimo don Álvaro, que se apoyaba en la oración y en el sacrificio de innumerables personas del mundo entero, para que el Cielo nos la concediera”. Es una fiesta especial, pues son muchos los dones del Señor que se conmemoran. Por eso, podemos cantar como el Rey Salomón (1 Re 8, 55-61): Bendito sea el Señor ha concedido tranquilidad a su pueblo, que no ha fallado a ninguna de sus promesas. Y con el Salmo 137: Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque me has escuchado. Delante de los ángeles en