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Los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

El Compendio del Catecismo explica que los ángeles “son criaturas puramente espirituales, incorpóreas, invisibles e inmortales; son seres personales dotados de inteligencia y voluntad. Los ángeles, contemplando cara a cara, incesantemente, a Dios, lo glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en el cumplimiento de la misión de salvación para todos los hombres” (n. 60) . Así los representa la Escritura. Por ejemplo, el libro de Daniel (7,9-10.13-14), describe la visión de Dios y de su corte angelical: “ Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes ”. Y en el salmo 137 se promete dar gracias a Dios de un modo peculiar, tocando la cítara: “ Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor, me postraré hacia tu santuario. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama ”. En el Evangelio también aparecen los ángeles en varias ocasiones: para dar la Buena Nueva de la Encarnación a María y a los pastores, para consolar a

Parábola de los dos hijos

Jesús se encuentra en Jerusalén, ya en los últimos días de su vida terrenal. En el apretado resumen de los últimos capítulos de su Evangelio, Mateo presenta las controversias con los fariseos (21,28-32). En una de ellas, el Señor muestra con una parábola que sus contrincantes no han sido buenos hijos de Dios: “Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña»”. Se trata de una parábola más sobre agricultores. Pero en este caso, el dueño no se relaciona con los operarios sino con sus propios hijos, que viven gracias a la viña y la recibirán en herencia cuando él fallezca. Los muchachos están directamente implicados en ella. No harían ningún favor si van a trabajar allí: es una obligación de justicia. Hasta un buen negocio. Imaginemos que somos uno de ellos, pensemos a cuál de los dos grupos pertenecemos. El padre los invita a trabajar en la viña. El primero contestó: « No quiero» . Suena grosero y maleducado. Y muy comú

Mateo y el perdón de los pecados

Celebramos la fiesta de San Mateo, también conocido como Leví de Alfeo. Se trata de un hombre que trabajaba como publicano, recaudador de impuestos. Esta profesión era muy mal vista por los fariseos de la época. Más aún: eran considerados una clase despreciable. Como recaudaban impuestos para los romanos, se decía que eran traidores. Como se trataba de un negocio despreciable, quienes lo practicaban incurrían en impureza legal (como también sucedía con los asneros, los camelleros, marineros, actores, pastores, tenderos, médicos y adivinos, además de los asesinos y los ladrones ). Los rabinos aprobaban el mentirles para escapar a los impuestos. Desde luego, se consideraba que no podían pertenecer al reino mesiánico. Sin embargo, la actitud de Jesús ante ellos era diferente: podemos recordar la parábola del fariseo y el publicano, en la que éste sale mejor parado con su oración, al quedarse lejos, sin siquiera levantar los ojos al cielo, sino golpeándose el pecho y di

Perder la vida

Inmediatamente después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo , el Señor les explica en qué consiste su mesianismo (Mt 16,21-27): Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: — ¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso.  Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo: — ¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres. Es un diálogo muy fuerte, pues poco tiempo antes Jesús mismo había hecho roca de su Iglesia a Pedro y ahora le dice Satanás. Se ve por qué podía confiar en ellos: porque se dejaban decir las cosas. No hacía falta andar con miramientos a la hora de corregirlos. El error de Pedro acecha a todos los pastores a lo largo de la historia: el intento de

Los invitados a las bodas

1. En la recta final de su Evangelio, Mateo presenta a Jesús en el Templo, discutiendo con las autoridades judías. El maestro responde con tres “parábolas de juicio”, la última de las cuales vamos a contemplar en este rato de oración:   —El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas.     Una vez más Jesús compara el Reino con un banquete nupcial, en línea con la predicación de los profetas que anunciaban el matrimonio del Señor –el Hijo- con su pueblo. Pero éstos no querían acudir. Así somos, Señor. Tú nos invitas a gozar de tu intimidad divina y nosotros nos quedamos dedicados a lo nuestro. Nos inquieta que tus llamadas nos quiten nuestra alegría. Como si te tuviéramos miedo… El Señor, que generosamente ha dispuesto su gran mesa –como dice Lucas en el pasaje paralelo- insiste una vez más, como había hecho en el Antiguo Testamento . Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Decid a