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El joven rico

En los evangelios sinópticos toma valor dramático el último ascenso de Jesús a Jerusalén. Ya se va acercando la hora definitiva y por eso los autores sagrados señalan unas enseñanzas que tienen sabor a testamento. Una de ellas recuerda la vocación de los discípulos, tres años atrás.  En esta ocasión, un muchacho –como ellos- se acerca al Señor, se arrodilla delante de Él y le pregunta: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Ya sabes los mandamientos… Es un encuentro lleno de profundidad en los diálogos, como ha notado Juan Pablo II en su Mensaje a los jóvenes de 1985 y en la Encíclica Veritatis Splendor. Solo Dios es bueno… Los mandamientos son el camino para alcanzar la vida eterna… Ya le ha mostrado el camino, está preparando su vocación.  Todo depende de cómo reacciona ante ese panorama que el Señor le desvela. Seguramente los Apóstoles contemplarían ilusionados la escena: q

El amor plenamente humano

En el tiempo que lleva al frente de la Iglesia , Benedicto XVI ha marcado su impronta intelectual y piadosa, conciente –como lo era Juan Pablo II- de que el Señor lo ha puesto en ese lugar para cosechar y poner a disposición de la humanidad aquello que le había permitido sembrar durante su vida previa. Si bien todo su Magisterio está lleno de esa savia iluminada por una luz especial del Espíritu Santo, no cabe duda de que algunas intervenciones han tenido especial resonancia para el mundo teológico –que no siempre coincide con el ambiente mediático-. Además de las palabras dirigidas a los Cardenales poco después de su elección, la homilía de inicio de ministerio petrino, la Encíclica Deus caritas est , el discurso a la Curia para la Navidad del 2005 y la conferencia al mundo de la cultura en la Universidad de Ratisbona, me atrevo a señalar el Discurso A los participantes en la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma (5 de junio de 2006) , sobre “la alegría que proviene de la fe y

Manchada y hermosa

Inclusive en las empresas más grandes, como pueden ser las instituciones divinas, se nota el influjo del pecado original. Puede verse en el Antiguo Testamento, cuando Moisés repartió su espíritu a los setenta ancianos (Números 11,25-29). Poco después de este hecho, otros dos elegidos, que no estaban en el grupo inicial, comenzaron a profetizar. Entonces Nun le pidió a Moisés que prohibiera esas profecías. La respuesta de Moisés invita a superar la soberbia del exclusivismo carismático: "¿Tienes celos de mí? ¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor! ". En el Nuevo Testamento ocurre una situación similar. El capítulo noveno de Marcos narra cómo Juan se acercó al Señor con la misma petición del ayudante de Moisés: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos". Jesús le respondió: "No se lo prohibáis, porque ninguno que haga milagros en mi nombre puede habla

Sinceridad

En el Evangelio de San Lucas aparece, poco después de la parábola del sembrador, el deseo de María y los familiares de Jesús de saludar a su pariente (Lc 8,19-21). La respuesta del Señor, solo en apariencia sorprendente, tiene íntima relación con la parábola apenas contada: “En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no pudieron llegar hasta él a causa del gentío. Entonces le avisaron: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte". El les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" . Esta respuesta complementa la parte final de la parábola: “Lo que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la perseverancia”. Escuchar la palabra con generosidad, conservarla, ponerla en práctica constantemente, para dar fruto. Quien hace esto es el verdadero discípulo de Cristo, es como el hermano y la Madre del Señor.

Caridad hasta el extremo

La Oración Colecta del Domingo XXV recuerda que Jesús quiso resumir toda la ley en el amor a Dios y al prójimo. Y le pide al Padre: "Concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna". Pero el amor a Dios en los hermanos no es simple, sino hasta el extremo, como el de Jesús. Condenemos al justo a una muerte ignominiosa . En la Primera Lectura , el libro de la Sabiduría (2, 12.17-20) profetiza la traición a Jesucristo. Él es el justo, el hijo de Dios, pero el Padre solo lo librará después de la muerte. Esa muerte es el pago que le damos por habernos hecho el regalo de mostrarnos el camino de la salvación, que es vivir dejando entrar a Dios en nuestra vida y en nuestra sociedad: “Los malvados dijeron entre sí: Tendamos una trampa al justo , porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley y nos reprocha las faltas contra los principios en que fuimos educados. Veamos si es cierto

San Mateo, de Recaudador de impuestos a Apóstol

(21 de septiembre). Leví o Mateo era, como Zaqueo, un próspero publicano. Es decir, era un recaudador de impuestos de los judíos para el imperio romano. Por eso era mal visto por sus compatriotas, era considerado un traidor, un pecador. Probablemente había oído hablar de Jesús o lo había tratado previamente. Él mismo cuenta (Mt 9, 9-13) que, cierto día, vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Mateo sigue inm

Vida de fe

En los comienzos de la predicación de Jesucristo, los sinópticos narran que estableció su sede en Cafarnaúm, importante ciudad de predominio judío, a la que asistirían los hebreos de los pueblos vecinos. En su sinagoga predicaría algunas veces, como preparación o refuerzo de la catequesis itinerante por Galilea.  En una de esas ocasiones, cuenta San Lucas (4, 31-37) que “había en la sinagoga un hombre poseído por un demonio inmundo, que se puso a gritar muy fuerte: "¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de ese hombre!" Entonces el demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, y salió de él sin hacerle daño. Todos se llenaron de asombro y se decían unos a otros: "¿Qué tendrá su palabra? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y éstos se salen". Y su fama se extendía por todos los lugares de la región.   En ocasi