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Mostrando las entradas con la etiqueta santidad

Todos los santos

La fiesta de hoy es una llamada a la esperanza. Al comenzar la Misa, nos invitamos mutuamente a alegrarnos en el Señor por esta solemnidad, por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios. Hoy nos concedes —dice el sacerdote más adelante, en el prefacio— “celebrar la gloria de todos los santos, la asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba. Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”. Ahí se explica el sentido de este día: alegrarnos porque en el Cielo hay gente como nosotros, que tuvo nuestra edad, que luchó contra las mismas miserias que nos afectan, que luchaban y ganaban, que luchaban y perdían…Nos alegra, nos tranquiliza, saber que en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. En el mismo sentido se expresa la oración colecta: concede a tu pueblo, por intercesión de to

26 de junio. San Josemaría

Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención. Así reza la oración colecta de la Misa en honor de San Josemaría. Le damos gracias a Dios por haber suscitado ese sacerdote santo, ejemplo para los tiempos actuales. Y también agradecemos a San Josemaría su respuesta generosa y ejemplar a la Voluntad de Dios. Recordamos que fue elegido para proclamar la vocación universal a la santidad. ¡Cuántas personas ignoran todavía este mensaje! Muchos millones no han oído hablar de Cristo. Otras, incluso católicas, lo hemos conocido desde pequeños pero quizá ponemos la meta en la salvación: no ir al infierno, estar en gracia. Pero lo que el Señor espera es que seamos perfectos, santos. Y no unos cuantos, sino todos. Si esta

Santidad, camino de felicidad

En el Antiguo Testamento se presentan muchos personajes que son figuras, ejemplos, de la relación personal con el Señor. Por ejemplo, Elías. Es un profeta al que Dios le habla y le pide misiones concretas. En el libro de los Reyes aparece una corrección que debe hacerle al rey Ajab: “ has hecho pecar a Israel ”. El corregido reacciona con dolor y pide perdón de sus pecados. El Señor le comenta entonces a Elías: "¿Has visto cómo Ajab se ha humillado ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva, sino que castigaré a su familia en tiempos de su hijo".  El Salmo 50 recuerda una escena similar: la del pecado del rey David, que al ser corregido por el profeta Natán reacciona componiendo ese himno clásico de petición de perdón, el “Miserere”: “ Dios mío, por tu amor, por tu inmensa compasión, borra mi culpa; lava del todo mi maldad, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé; hice lo qu

Sacerdocio común

El quinto domingo de Pascua sigue profundizando en el sentido de la Vigilia Pascual: el valor del bautismo. Parece tener un especial énfasis la palabra "Elección". En la primera lectura , aparece la elección de "los siete", el grupo de personas escogidas por el Espíritu Santo para el servicio de la mesa. En la segunda lectura, Pedro explica a los cristianos que también han sido elegidos, "Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa". Somos sacerdotes de nuestra existencia, mediadores entre Dios y los hombres, por el hecho de estar bautizados. Es lo que explica Juan Pablo II: "poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la i

Santidad y revolución

Es raro hablar hoy día de la palabra “santidad”. Y en las pocas veces que se escucha suele ser en tono de broma: que si Juan Pablo II canonizó a demasiadas personas, que cuál sentido tiene. Además, un dolor de la Iglesia contemporánea es la conciencia de saberse compuesta por pecadores . No solo entre la multitud de los laicos, sino que también muchos ministros no somos dignos de esa jerarquía eclesial… Ante este panorama, bastantes personas se preguntarían: ¿Tiene sentido seguir hablando hoy de santidad? ¿No sería mejor hablar de revolución, cambiar el mundo, en lugar de perder el tiempo con rezos personales y con credos generadores de intolerancia? En ese planteamiento late una actitud descreída. Una incredulidad parecida a la que enfrentó Moisés en el desierto, delante de sus hermanos que no confiaban en que el Señor pudiera salvarlos de ejércitos de gigantes, ante los cuales ellos se sentían como saltamontes. Sin embargo, muchos siglos después, el libro de la Sabiduría deberá

El Espíritu Santo nos lo recordará

En el capítulo 14 de San Juan se presenta el contexto de la última cena y los discursos de despedida. En ellos, Jesús exclama: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él». Son palabras que nos hacen recordar el discurso de Benedicto XVI a los jóvenes en Brasil (10-V-2007): «Los mandamientos conducen a la vida, lo que equivale a decir que ellos nos garantizan autenticidad . Son los grandes indicadores que nos señalan el camino cierto. Quien observa los mandamientos está en el camino de Dios. No basta conocerlos. El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la propia ciencia aplicada. No nos son impuestos desde afuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Nos impulsan a hacer algo para realizarnos a nosotros mismos. Realizarse a través d