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Mostrando las entradas con la etiqueta eucaristía

El pan bajado del cielo

Continuamos con el capítulo sexto del Evangelio de San Juan. La escena se desarrolla en la sinagoga de Cafarnaún, estamos en medio de una homilía predicada por Jesucristo, que podría llamarse «el sermón del Pan de vida». Después de la revelación que contemplamos la semana pasada, en la que el Señor les declaraba a sus oyentes que Él mismo era la Palabra anunciada en el Antiguo Testamento, los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo» . Este verbo, murmurar, inicia el diálogo que consideramos hoy. Se remonta a la murmuración del pueblo hebreo en contra de Moisés, en la peregrinación por el desierto. Ahora, Jesús — nuevo Moisés — queda expuesto a idéntico escepticismo. Y decían: —¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: «He bajado del cielo»? Una vez más, la gente se pregunta cómo puede ser el Mesías un hombre al que conocieron de niño. Sin embargo,

El Pan de vida

Después de la multiplicación de los cinco panes y los dos peces, Jesús se dirige a Cafarnaún huyendo de la multitud, que estaba dispuesta a hacerlo rey temporal de sus aspiraciones políticas. Cuando la multitud vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús.   Y al encontrarle en la otra orilla del mar, le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?   Jesús les respondió: —En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los signos, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado.   Obrad no por el alimento que se consume sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su sello. Estamos en la sinagoga de Cafarnaún, como explicará Juan al final de este discurso (v.59). El Señor confronta las aspiraciones materiales de aquella muchedumbre y les invita a levantar la mirada, a darse cuenta de las maravillas qu

El descanso cristiano

Después de la misión apostólica, Marcos relata el regreso de los discípulos que le cuentan a Jesús todas las peripecias de sus correrías apostólicas: Reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Le narran los milagros, las curaciones, los exorcismos; pero también la doctrina que estuvieron predicando, lo que habían aprendido a su lado. Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Llama la atención esta actitud paternal del Señor, su preocupación por los detalles más pequeños, su cuidado por aquel grupo de discípulos, que conforman su nueva familia, en la que Él atiende incluso lo más material, como el descanso. Tenemos que aprender del Señor a cuidar de esos tiempos de pausa en el trabajo, tan necesarios para recuperar las fuerzas físicas pero también para no dejarnos apabullar por la barahúnda del movimiento social en el que nos movemos. Descansar es parte importante de la santificación de la vida co

Multiplicación de los panes y de los peces

Después del discurso de las parábolas, Mateo presenta a Jesús en una barca hacia un lugar desierto, a solas con sus discípulos. Cuando la gente se enteró le siguió a pie desde las ciudades. Nos haces falta, Señor, y tenemos que buscarte como aquella multitud, a pesar de que haga falta peregrinar para encontrarte. Tu respuesta es inmediata: Al desembarcar vio una gran muchedumbre y se llenó de compasión por ella y curó a los enfermos. Compasión de Jesús, que conoce nuestras necesidades, nuestras aspiraciones, nuestros intereses creados: te seguimos, pero porque buscamos la ganancia secundaria, que cures nuestros enfermos. Esa compasión de Jesús es una característica divina en el Antiguo Testamento. Y debemos aprender de ti a compadecernos de los demás, con obras: Hay que abrir los ojos, hay que saber mirar a nuestro alrededor y reconocer esas llamadas que Dios nos dirige a través de quienes nos rodean. No podemos vivir de espaldas a la muchedumbre, encerrados en nuestro pequ

Corpus Christi

Aquella noche santa te nos quedaste nuestro. Te nos quedaste todo: amor y sacramento, ternura prodigiosa, todo en ti, tierra y cielo. Te quedaste conciso, te escondiste concreto; nada para el sentido, todo para el misterio. Aquella noche santa te nos quedaste nuestro. La Iglesia celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo el domingo siguiente al de la Santísima Trinidad (en otros sitios lo hace el jueves previo). Celebramos que Cristo se nos haya quedado nuestro, como dice el himno litúrgico. Se trata de un misterio grandioso: la presencia de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino. Como enseña Benedicto XVI, “ en la Eucaristía, Jesús no da "algo", sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino. En el Evangelio Jesús se manifiesta como el Pan de vida, que el Padre eterno da a los hombres ”  (Sacramentum Caritatis, 7) .   La fuente originaria es el am

Eucaristía y sacerdocio de Cristo

 Después de Pentecostés, fiesta con la que terminaba la Pascua, el ingreso al tiempo ordinario de la liturgia está marcado por la solemnidad de la Santísima Trinidad. Una semana más tarde, la Iglesia celebra otra fiesta grande que sintetiza la historia de la salvación: la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre santísimos de Cristo. Con esta festividad se renueva la fe en la presencia del Señor en la Eucaristía, también en las especies consagradas que se reservan en el Sagrario después de la Misa. Además, es la fiesta del sacerdocio de Jesús. Hoy es un buen día para pensar por qué llamamos al Señor “Sumo y Eterno sacerdote”, en qué consiste su sacrificio, qué tipo de ofrendas hizo a Dios, por qué actuó de esa manera y cuáles eran su motivación última, de dónde sacaba la fuerza para realizar la liturgia de su sacrificio. En la primera lectura ( Gn 14,18-20) leemos la historia de Melquidesec, un hombre misterioso q