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Mostrando las entradas con la etiqueta cruz

El pesebre y la Cruz

Un día antes de celebrar la Navidad, seguimos considerando los prolegómenos que Lucas relata antes de narrar el nacimiento de Jesús en Belén. Después de las escenas de la visitación y del canto del Magnificat, en las que contemplábamos a María como ejemplo de servicio y de humildad, la atención recae en la imposición del nombre a Juan el Bautista: a Isabel le llegó el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: —De ninguna manera, sino que se llamará Juan.  Se trata de un pasaje lleno de alegría, pues el pueblo ve que el Señor ha cumplido sus promesas. Como había dicho el ángel, para Dios no hay nada imposible . La ceremonia expresa que Juan forma parte del pueblo hebreo, como también lo hará Jesús más adelante. Vemos a Isabel como ejemplo de obediencia a l

Vocación. Exigencias a los discípulos

Después de la escena del banquete en la que el Señor exhorta a ocupar los últimos lugares, San Lucas (Lc 14,25-33) nos presenta de nuevo a Jesús rodeado de una multitud: “Iba con él mucha gente, y se volvió hacia ellos y les dijo: —Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Suena muy dura esta exigencia del Señor, que es el mismo que nos manda el cuarto mandamiento. Se trata de una característica de la lengua semítica, que contrapone amor y odio, pero no como los entendemos nosotros: amar y odiar significan preferir y, sobre todo, elegir. En Malaquías (1,2-3) se lee que el Señor “amó a Jacob y odió a Esaú”. En el caso de la predicación de Jesús, explica Gnilka, la dura palabra (“aborrecer” u “odiar”) no significa desligarse de sus padres, sino subordinarlos, posponerlos. En caso de que hubiera conflicto, y solo en ese caso, el que ha sido llamado tiene que prefer

La Cruz de cada día

Después del banquete en casa de Simón, cuenta San Lucas que el Señor se queda a solas con sus discípulos: “Jesús estaba orando en un lugar retirado y sus discípulos se encontraban con él”. Oración de Jesús. El tercer Evangelio remarca esta faceta del Señor: antes de llamar a los apóstoles, pasó la noche en oración; antes de la Transfiguración, estaba haciendo oración; antes de los milagros, mira al Cielo y da gracias a Dios. En el pasaje de hoy –que otros evangelistas narran sin este contexto de oración- “Jesús estaba orando en un lugar retirado y sus discípulos se encontraban con él”. “Aprended de mí”, había dicho el Maestro. Es como si hoy nos dijera: aprended de mí a ser almas de oración. El Papa lo enseña con mucha frecuencia: “ante todo, hay que cuidar la relación personal con Dios, con el Dios que se nos manifestó en Cristo. (…) La pastoral tiene como misión fundamental enseñar a orar y aprenderlo personalmente cada vez más ” (Discurso, 9-XI-2006). Una frase que hace recordar

El Buen Pastor da su vida por sus ovejas

Celebramos hoy el cuarto domingo del tiempo de Pascua, conocido como “del Buen Pastor”. Es un día para rezar por los sacerdotes y para llenarnos de esperanza porque, como pedimos en  la oración colecta de la Misa, estamos seguros de que el Señor nos guiará a la felicidad eterna de su Reino, para que “el débil rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor resucitado”. En el Antiguo Testamento, la figura del pastor es muy común: los pequeños ganaderos y sus hijos se encargaban de estas faenas, pero también alquilaban los servicios de personas a las que pagaban con dinero o con una parte de los productos del rebaño. Además de buscar pastos y abrevaderos por esas difíciles zonas, los pastores tenían que cuidar las ovejas de las fieras y de los ladrones.  En el Éxodo está legislada la indemnización por los animales robados. Y si una fiera atacaba al rebaño, debía mostrar trozos del animal como prueba. Sin embargo, pienso que en esa legislación quedaba escondido u

Viernes Santo

Según una muy antigua tradición de la Iglesia, el Viernes y el Sábado Santos son días alitúrgicos. Recuerdan el ayuno eucarístico, al que se sometió San Agustín, que ofreció al Señor  no comulgar por un tiempo , como penitencia dolorosa. El altar está totalmente desnudo: sin cruz ni candeleros sobre el altar. La Iglesia, con su sobriedad litúrgica, nos ayuda a sentir vivamente la ausencia del Esposo. La asamblea litúrgica se reúne para celebrar la Pasión del Señor más o menos a la misma hora en que sucedió: las tres de la tarde. La celebración consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y Sagrada Comunión, que solo puede hacerse en ese momento (a los enfermos se les puede llevar en cualquier momento).  Se comienza con una austera procesión de entrada, seguida de una postración durante la cual se ora al Señor. Vienen a la mente, durante esos momentos, las consideraciones que

Mortificación: la Cruz de cada día

Decía en estos días una reconocida periodista que uno de los problemas de nuestra cultura es que huimos del sufrimiento: los papás no quieren que sus hijos sufran, y los pequeños crecen en un mundo de mentiras, pues la vida conlleva dificultades ―queramos o no― y, si no estamos preparados, peor nos irá al enfrentarlas. Un ejemplo de esta situación es el escándalo farisaico ante las penitencias que la religión cristiana acostumbra: parece antinatural sufrir un poco por Cristo, cuando por salud o por vanidad estamos dispuestos a padecer dietas, cirugías, ejercicios, etc. No son de ahora las burlas por intentar asemejarse al Señor. Ya Jeremías (20, 7-9) se quejaba en el Antiguo Testamento de lo mismo: Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos, días tras día se burlan de mí. Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día . Y el capítulo 16 (21-27) de Mateo