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Mostrando las entradas con la etiqueta San Josemaría Escrivá

Sagrado Corazón de Jesús

Los proyectos del corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar las vidas de sus fieles de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre (Salmo 32, Antífona de Entrada). Celebramos tu amor, Señor; ese Corazón tuyo que nos amó hasta el extremo, como nadie más puede hacerlo en la tierra. Y esos proyectos de tu corazón subsisten también hoy, para librarnos de la muerte y reanimarnos en estos tiempos de tanta necesidad. Los proyectos de tu corazón quieren nuestra paz, nuestra alegría eterna, nuestra eficacia humana y sobrenatural. Teniendo en la mente esos “proyectos”, San Josemaría tuvo mucha devoción al Corazón Sacratísimo de Jesús; sabemos que desde pequeño había aprendido de sus padres aquella jaculatoria: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío. Dulce Corazón de María, sed la salvación mía” . En los años de la guerra, al constatar el poder de los enemigos de Dios, pensaba en Él: en medio de aquellas dificultades, le llenaba de paz saber que “ ¡también el Corazón de

Opus Dei, trabajo de Dios

A comienzos de octubre se celebran dos aniversarios en el Opus Dei : el 2, la fundación en 1928 y el 6, la canonización del Fundador en 2002. La oración colecta de la Misa pide al Señor: “Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado , concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención”. Vocación universal a la santidad y al apostolado. Una idea por la que fue acusado de herejía y que el Concilio Vaticano II proclamaría con toda la fuerza: “t odos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad ” (Lumen Gentium, 40). La misma oración nos da la clave para alcanzar esa santidad a la cual estamos llamados: “concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos

26 de junio. San Josemaría

Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención. Así reza la oración colecta de la Misa en honor de San Josemaría. Le damos gracias a Dios por haber suscitado ese sacerdote santo, ejemplo para los tiempos actuales. Y también agradecemos a San Josemaría su respuesta generosa y ejemplar a la Voluntad de Dios. Recordamos que fue elegido para proclamar la vocación universal a la santidad. ¡Cuántas personas ignoran todavía este mensaje! Muchos millones no han oído hablar de Cristo. Otras, incluso católicas, lo hemos conocido desde pequeños pero quizá ponemos la meta en la salvación: no ir al infierno, estar en gracia. Pero lo que el Señor espera es que seamos perfectos, santos. Y no unos cuantos, sino todos. Si esta

Navidad: alegría, optimismo, esperanza

La Misa de la vigilia de Navidad comienza pidiendo al Señor que, “así como ahora acogemos a tu Hijo, llenos de júbilo , como a nuestro redentor, así también cuando venga como juez, podamos recibirlo llenos de confianza”. Y uno puede pensar qué sentido tiene hablar de júbilo en un tiempo como el nuestro, lleno de eventos negativos de todo tipo. Alguno puede llegar a preguntarse, quizá, si no tendrán razón los que piensan que la Navidad es un momento de anestesia, medio mítico, sin mayores consecuencias verdaderas. Por el contrario, la liturgia está llena de ecos del anuncio de los ángeles: “ ¡Os anuncio una gran alegría!”. En la primera lectura, el capítulo 62 (1-5) de Isaías presenta una celebración jubilosa de Jerusalén: el Señor se ha complacido en ti . Una voz se eleva intercediendo por la bienamada, que fue abandonada por un tiempo: “tu esposo será tu Creador”, había dicho el capítulo 54. (Pelletier): “ Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré re

28-XII. Santos inocentes. Vocación

La Iglesia celebra el 28 de diciembre la fiesta de los Santos Inocentes. Más allá de las inocentadas, esta celebración nos puede ayudar a considerar que hemos de reconocernos pecadores y luchar contra el pecado. Parecernos al verdadero inocente, Jesucristo. Y acudir a los medios de santificación que nos lo facilitan: los sacramentos, la dirección espiritual. En la primera lectura, San Juan ( 1 Juan 1, 5-10; 2, 1-2 ) aclara que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado. "Queridos hermanos: Este es el mensaje que le hemos oído a Jesucristo y les anunciamos: Dios es luz y no hay en él oscuridad alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y andamos en oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. (...) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no habita en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda maldad. (...) Hijos míos, les escribo estas cosas para

Esposa de Dios Espíritu Santo

Diciembre 4 Estamos ya en el quinto día de la Novena en honor de la Inmaculada Concepción de María y las lecturas de hoy siguen animándonos a preparar la venida del Mesías. En concreto, nos hablan de la estrecha relación del Cristo esperado con el Espíritu Santo. Isaías (11, 1-10) dice que brotará un fruto del tronco de Jesé y que el Espíritu del Señor se posará sobre él . Y san Lucas (10, 21-24) complementa esa lectura con la narración del éxtasis de Jesús: “Se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: —Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños”. Hace unos días leíamos cómo a San Josemaría le conmovían otras palabras de este mismo discurso: “nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. Juan Pablo II escribió sobre el papel de la Virgen en nuestra relación con el Espíritu Santo, que la colma a ella y a

Vida de fe

Me decía un alumno al comenzar el curso de Introducción al cristianismo que él no tenía fe, porque había estudiado dos semestres de biología. Algunos compañeros se rieron, pues en la clase anterior habíamos visto cómo no había incompatibilidad entre la ciencia y la fe, y habíamos visto casos como el del Beato Stenon, científico y sacerdote que descubrió los conductos que llevan su nombre en la glándula parótida. Sin embargo, la historia de este muchacho no es un caso aislado. Responde a un estereotipo según el cual la fe es para pobrecitos mentales que no tienen otra explicación para el mundo distinta a la sobrenatural. La ciencia sería un estado mayor de edad que solo alcanzan quienes logran superar el estado inferior. Como esta meditación se dirige a creyentes, no me detendré a explicar la falacia de ese argumento, pero sí podemos pensar hasta qué punto estamos convencidos de las palabras que transmite el profeta Habacuc: “el justo vivirá por su fe". En el capítulo 17 del Ev

2 de octubre, aniversario de la Fundación del Opus Dei

(2 de octubre de 1931) Día de los Santos Ángeles, vísperas de Santa Teresita: Hoy hace tres años (recibí la iluminación sobre toda la Obra , mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé ‑estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática‑ di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el to­car de las campanas de la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles) que, en el Convento de los Paúles, re­copilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando; desde aquel día el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, ha­bía puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra: desde entonces comencé a tratar almas de seglares, estudiantes o no, pero jóvenes. Y a formar grupos. Y a rezar y a hacer rezar. Y a sufrir… ¡siempre sin una vacilación, aunque ¡yo no quería! ( Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 306 (2‑X‑1931)] Solo un pequeño comentario, sobre la respuesta a la vocació