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Conversión y penitencia

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos ver un milagro tuyo» (Mt 12,38-45). Las autoridades le piden al Señor un signo portentoso, llamativo, para confirmar la potestad con la que predica su doctrina. No es que no hubiera dado señales: en primer lugar, la buena semilla de su enseñanza; además, los milagros que ya había hecho en otras partes. Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Jesús contesta de modo en apariencia evasivo. Pero, en realidad, está explicando cuál es el signo principal que muestra su peculiaridad en la historia: que en Él se cumpliría la señal de Jonás. Aprovechemos la vida del quinto profeta menor para hacer hoy nuestra oración. De hecho, como cuenta la introducción de la Biblia de Navarra, en el libro de Jonás poco se narra de su predicación. Solamente se encuentran unas pocas palabras: dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada.

Cizaña, mostaza y levadura

Después de la parábola del sembrador, Mateo presenta la segunda de sus siete alegorías sobre un tema bastante relacionado con el de la primera: continuamos en el ambiente agrícola, en la faena de siembra. El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Más adelante explicará que el que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre y que la buena semilla son los hijos del Reino. Sin sentirnos mejores que nadie, debemos experimentar la responsabilidad de saber que, por bautizados, tenemos que esforzarnos para ser menos indignos de ese título: hijos del Reino, buena semilla. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. La cizaña era una semilla que crecía de modo similar al trigo, solo se distinguían cuando las plantas estaban grandes. El problema es que la cizaña perjudicaba la cosecha del trigo, incluso amenazaba con destruirla. En ocasiones sucedía, como en esta parábola, que un enemigo cob

Prudencia

Nuestro Señor aconseja a sus discípulos (Mt 10,16): Os envío como ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas . La vida cristiana, vida sobrenatural, se asienta sobre el fundamento de nuestra naturaleza, de los hábitos que vamos adquiriendo con nuestro esfuerzo diario. El Compendio del Catecismo dice, con la tradición filosófica, que esas virtudes son “disposiciones habituales y firmes para hacer el bien: «El fin de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios» (san Gregorio de Nisa)” (n. 377). Luego explica que hay virtudes humanas y sobrenaturales. Las primeras son “perfecciones habituales y estables del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta en conformidad con la razón y la fe . Adquiridas y fortalecidas por medio de actos moralmente buenos y reiterados, son purificadas y elevadas por la gracia divina” (n. 378). U

Salió el sembrador a sembrar

Uno de los primeros experimentos escolares, que casi todos recordamos, es de biología: la germinación de una semilla. Para la curiosidad del niño es impresionante ese milagro de la vida: ver cómo se producen nuevas plantas a partir de un simple grano. En algún momento del progreso de la humanidad, el ser humano experimentó la misma sensación y dejó de ser nómada al dedicarse a las labores agrícolas. En el Oriente medio siempre ha sido muy difícil esa labor, por tratarse de una zona desértica y, en algunas partes, pedregosa. Las personas de esas regiones son conscientes del esfuerzo que supone y, por eso, varios de los primeros ritos de las religiones primitivas tienen relación natural con la siembra y la cosecha. La revelación judía asumió algunos de esos rituales y los elevó en su liturgia. Por ejemplo, el «libro del consuelo» de Isaías (55,10-11), compara la Palabra de Dios con la parábola de una semilla que germina gracias a la lluvia que envía el Señor: Como bajan la

Manso y humilde de corazón

El décimo cuarto domingo del tiempo ordinario nos presenta en la primera lectura una profecía de Zacarías sobre un rey peculiar (9,9-10): Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, hija de Jerusalén, mira, tu rey viene hacia ti, es justo y salvador, montado sobre un asno, sobre un borrico, cría de asna. Benedicto XVI comentaba en su “Jesús de Nazaret” que estas palabras anuncian “un rey pobre, un rey que no gobierna con poder político y militar. Su naturaleza más íntima es la humildad, la mansedumbre ante Dios y ante los hombres. Esa esencia, que lo contrapone a los grandes reyes del mundo, se manifiesta en el hecho de que llega montado en un asno, la cabalgadura de los pobres”.  En el segundo tomo, el Papa concluye que en el domingo de ramos se ve que Jesucristo es “un rey de la sencillez, un rey de los pobres . Su poder reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios”. Humildad, mansedumbre, sencillez, pobreza. Estas son las notas prioritarias del rey que anuncia Z