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Dios compasivo y misericordioso


En el discurso eclesiástico del Evangelio de Mateo hay una parábola (20,1-16) que intenta retratar la misericordia divina y mostrar el contraste con la actitud humana. 

Jesús enseña de otro modo lo mismo que hizo unos versículos antes, al hablar del perdón: que sus planes no son nuestros planes, como enseñaba Isaías (55,6-9): "vuestros caminos no son mis caminos. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes". Los autores espirituales hablan de la "lógica divina", que a veces es tan distinta a nuestra lógica humana.
El tono de la parábola es muy diciente: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. 

El denario, una moneda de 3,8 gr de plata, llevaba inscrita la imagen del Emperador y correspondía al salario de un día. Los Padres de la Iglesia enseñan que esa viña es nuestra vida, en la que debemos trabajar para cosechar virtudes como la mansedumbre, la castidad, la paciencia, la generosidad, etc. Podemos comenzar nuestra oración haciendo un poco de examen: ¿cómo hemos cultivado con virtudes la viña de nuestra propia vida?
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido". Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo-. 

En este punto, podemos ver una llamada al apostolado. Cuántos vecinos, parientes, amigos, se tomarían más en serio su vida cristiana o ayudarían a muchas personas a mejorar, si nosotros salimos de nuestra modorra y nos sentimos llamados por el Señor a contratar obreros para su viña.
 

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
En la frase del propietario podemos ver otro motivo de examen, esta vez para mirar cómo aprovechamos el tiempo: "No nos debe sobrar el tiempo, ni un segundo: y no exagero. Trabajo hay; el mundo es grande y son millones las almas que no han oído aún con claridad la doctrina de Cristo. Me dirijo a cada uno de vosotros. Si te sobra tiempo, recapacita un poco: es muy posible que vivas metido en la tibieza; o que, sobrenaturalmente hablando, seas un tullido. No te mueves, estás parado, estéril, sin desarrollar todo el bien que deberías comunicar a los que se encuentran a tu lado, en tu ambiente, en tu trabajo, en tu familia" (San Josemaría, Amigos de Dios, 42).

Tal vez podemos revisar el horario, el aprovechamiento de las horas de estudio o de trabajo, cómo hacemos rendir el tiempo libre en actividades productivas o serviciales: estudiar un idioma, repasar una materia, visitar algún enfermo... 
La parábola continúa, en la línea que veíamos al comienzo:"Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." 

El tema original de la parábola es la misericordia de Dios, que ha tenido compasión de los paganos: estos llegaron a última hora al conocimiento de Dios y han recibido la misma salvación que los judíos, que habían sido llamados siglos antes. Pero también se trata de fijarse en la actitud bondadosa de Dios con todas sus criaturas, pues quiere que todos los hombres se salven y conozcan la verdad (Cf. 1 Tim 2,4).


Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».
Los planes de Dios no son como nuestros planes. El Señor da su gracia con generosidad, independientemente de los méritos que creemos merecer. Dios es misericordioso y tenemos que aprender a tener esa misma medida. El Papa Benedicto XVI lo explicaba en la fiesta de la Santísima Trinidad (17-V-2008): "Hay un pasaje del libro del Éxodo en el que —algo del todo excepcional— Dios proclama incluso su propio nombre: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en gracia y fidelidad" (Ex 34,6). Son palabras humanas, pero sugeridas y casi pronuncias por el Espíritu Santo. Nos dicen la verdad sobre Dios: Este nombre es Misericordia, Gracia, Fidelidad.
Para esta obra de su misericordia, Dios, disponiéndose a tomar nuestra carne, quiso necesitar un "sí" humano, el "sí" de una mujer que se convirtiera en la Madre de su Verbo encarnado, Jesús, el Rostro humano de la Misericordia divina. Así, María llegó a ser, y es para siempre, la "Madre de la Misericordia".
A ella acudimos para que también nosotros seamos misericordiosos, entremos en la misma longitud de onda del Señor e imitemos en nuestra lógica humana la lógica divina. En pocas palabras, para que nuestros planes sean como los suyos.

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