Mirad mis llagas… "Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo" (Lc 24, 39). Juan Pablo II ponía en relación ese pasaje del Evangelio con otras palabras de San Juan en la primera Carta: "Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y nuestras manos palparon... os lo anunciamos" (Jn 1, 1-3). A San Josemaría le gustaba decir que esas llagas eran como el documento de identidad del Señor. La experiencia venía de lejos, pues el 6 de abril de 1938 escribía: “Esta mañana, camino de las Huelgas, a donde fui para hacer mi oración, he descubierto un Mediterráneo: la Llaga Santísima de la mano derecha de mi Señor. Y allí me tienes: todo el día entre besos y adoraciones. ¡Verdaderamente que es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! Pídele tú que Él me dé el verdadero Amor suyo: así quedarán bien purificadas todas mis otras afecciones. No vale decir: ¡corazón, en la
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