(Domingo XXI-B) En la colecta de la Misa de este Domingo se nos habla de unidad, rememorando la narración de san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, de los cuales dicen que eran “un solo corazón y una sola alma”, que vivían “consumados en la unidad”. Se alaba al Señor que puede hacer ese prodigio de la comunión: “Dios nuestro, tú que puedes darnos un mismo querer y un mismo sentir, concédenos a todos amar lo que nos mandas y anhelar lo que nos prometes para que, en medio de las preocupaciones de esta vida, pueda encontrar nuestro corazón la felicidad verdadera”. Le pedimos que nos ayuda a comprometernos con Él: amar lo que Él ama, esperar sus promesas. Como ha dicho repetidas veces el Papa Benedicto XVI, ése el camino de la felicidad verdadera. El Cristianismo no es aburrido: Brota en nosotros la sospecha de que una persona que no peca para nada, en el fondo es aburrida; que le falta algo en su vida: la dimensión dramática de ser autónomos; que la libertad de decir no, el baj
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