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Mostrando las entradas con la etiqueta conversión

Juan Bautista. Conversión

La figura del Bautista prepara la aparición de Jesucristo en el Evangelio. Siguiendo a Fabris, se pueden señalar los ambientes que aparecen en este orden: primero el desierto, donde se presentan la figura y la actividad de Juan, que anuncia la llegada de otro, más fuerte y más potente que él; después, el río Jordán, donde Jesús recibe el bautismo y después el desierto de nuevo, donde se ambientan las tentaciones de Jesús. San Marcos presenta a Juan como el gran precursor de Jesús. Se trata de un anuncio público y de un encargo: ser heraldo del Mesías. El anuncio se asocia al rito del bautismo, como sucedía también en la comunidad de Qumrán, aunque con diferencias notorias: el bautismo de Juan no es para iniciados, sino para todos; no es cotidiano, sino que se recibe una sola vez; no se aplica personalmente; sino que lo administra el mismo Juan. El Bautista le da al rito un significado de conversión y preparación mesiánica, o en su contexto histórico, al juicio definitivo de Dio

Conversión real

Al final de la cuaresma, la liturgia invita al arrepentimiento verdadero como única manera de prepararse para celebrar la pascua. No se trata simplemente de morir al pecado, sino de renacer a una vida nueva, buscar la santidad. El Señor promete en el Antiguo Testamento que Él dará los medios: Yo realizaré algo nuevo y daré de beber a mi pueblo. (Isaías 43,16-21: "No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo. Yo voy a realizar algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan? Abriré caminos en el desierto y haré que corran los ríos en tierra árida. Me darán gloria las bestias salvajes, los chacales y las avestruces; porque haré brotar agua en el desierto y ríos en la llanura, para apagar la sed de mi pueblo escogido . Entonces el pueblo que me he formado proclamará mis alabanzas". En esa bebida que promete Dios se vislumbra la Eucaristía, que tanto necesitamos. Como dice San Gregorio de Nisa, «Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta

Conversión

En el tiempo de Cuaresma se considera la historia de Moisés, inicio del Éxodo del pueblo israelita de la esclavitud de Egipto hacia la tierra prometida. Se trata de una figura del éxodo que hemos de seguir ahora los cristianos, de la esclavitud del pecado hacia la libertad que Cristo nos ha ganado con su muerte en la Cruz.   Un momento importante en la historia de Moisés, como en la de toda persona, es el momento de su vocación. Dios lo llama por su nombre, se presenta como el Dios de sus antepasados, le indica el proyecto de liberación en términos entrañables y, por último le da una imperiosa misión (Cf. Biblia de Navarra, comentario a Éxodo 3, 1-15). El Señor ha observado, escuchado, comprendido a su pueblo y, por último, ha bajado a liberarlo. Israel debe subir a la tierra prometida, como un camino hacia la plenitud. De la misma forma presentará Lucas en su Evangelio el ascenso de Jesús a Jerusalén. San Pablo predicará que la vida del pueblo escogido es una advertencia par