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San Mateo, de Recaudador de impuestos a Apóstol


(21 de septiembre). Leví o Mateo era, como Zaqueo, un próspero publicano. Es decir, era un recaudador de impuestos de los judíos para el imperio romano. Por eso era mal visto por sus compatriotas, era considerado un traidor, un pecador. Probablemente había oído hablar de Jesús o lo había tratado previamente. Él mismo cuenta (Mt 9, 9-13) que, cierto día, vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

Mateo sigue inmediatamente el llamado del Señor. Desde entonces se queda con Él, y lo da a conocer a sus amigos. Esta es la falsilla de unas palabras del Papa Benedicto XVI en Alemania (11-IX-06), sobre la vocación. Nos serviremos, para esta meditación, de ese Discurso. En primer lugar, habla acerca de la llamada, a la luz del recuento de la Anunciación: María recibió su vocación de boca del ángel. El ángel no entra visiblemente a nuestra habitación, pero el Señor tiene un plan para cada uno de nosotros, nos llama por nuestro nombre. Nuestra tarea es aprender a escuchar, percibir su llamada, ser valientes y fieles para seguirlo, y cuando está todo dicho y hecho, ser siervos fieles que han utilizado bien los dones que se nos han dado. Valentía para oír y seguir, de una parte; de otro lado, fidelidad para extender el regalo divino.

En segundo lugar, petición al dueño de la mies, que envíe operarios, apóstoles como Mateo, para extender el Evangelio en todo el mundo, también en la Vieja Europa, y en Rusia...:Sabemos que el Señor busca obreros para su viña. Él mismo lo ha dicho: «La mies es abundante, pero son pocos los obreros, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies». (Mt 9, 37-38). Por eso estamos reunidos aquí: para hacer este urgente pedido al Señor de la mies. La mies de Dios es grande y necesita obreros: en el llamado Tercer Mundo: en América Latina, en África y Asia la gente espera nuestros heraldos para llevarles el Evangelio de la paz, la Buena Nueva de Dios que se hizo hombre. Pero en el también llamado Occidente, aquí entre nosotros en Alemania, y en las vastas regiones de Rusia es cierto que hay una gran mies que cosechar. Pero hace falta gente con voluntad para trabajar la mies de Dios.

Pero esa petición nos compromete a responder afirmativamente al llamado del Señor y a seguirle, a "estar con Él" -huir del activismo-, para hacer apostolado en nuestro ambiente : Con este pedido tocamos a la puerta de Dios y con el mismo pedido el Señor está tocando las puertas de nuestro propio corazón. ¿Señor, me quieres? ¿No es tal vez demasiado grande para mí? ¿Soy muy pequeño para esto? ‘No tengas miedo', le dijo el ángel a María. ‘No temas: Te he llamado por tu nombre', dice Dios a través del profeta Isaías (43, 1) a nosotros, a cada uno de nosotros. ¿Adónde vamos, si respondemos "sí" al llamado de Dios? La más breve descripción de la misión sacerdotal –y esto es cierto en su manera particular para los hombres y mujeres religiosos también– nos la ha dado el evangelista Marcos. En su relato sobre el llamado de los Doce, dice «Jesús llamó a doce para que estén con él y para ser enviados». Estar con Jesús y ser enviado, salir a conocer personas: estas dos cosas se corresponden y juntas son el corazón de la vocación, del sacerdocio. Estar ‘con Él' significa llegar a conocerlo y darlo a conocer. Cualquiera que haya estado con Él no puede retener para sí lo que ha encontrado, al contrario, tiene que comunicarlo a otros.

¿Cómo "estar con Cristo"? El Papa recomienda dos maneras: vida eucarística y vida de oración, especialmente con la Liturgia de las Horas: Estar con Cristo ¿Cómo se hace esto? Bueno, lo primero y los más importante para el sacerdote es la Misa diaria, siempre celebrada con una participación interior y profunda. Si celebramos la Misa como verdaderos hombres de oración, si unimos nuestras palabras y nuestras actividades a la Palabra que nos precede y si nos dejamos conformar por la Celebración Eucarística, si en la Comunión nos dejamos abrazar por Él y le recibimos; entonces estamos con Él.

En la homilía alemana, el Papa terminaba citando algunos compatriotas suyos, ejemplo de vida apostólica, de estar con Cristo y llevarlo a los demás, y se detiene en la importancia de la Adoración Eucarística. Citando a Santa Edith Stein, afirma: ‘El Señor está presente en el tabernáculo en su divinidad y humanidad. No está allí por Él, sino por nosotros: es su alegría estar con nosotros. Sabe que nosotros, siendo como somos, necesitamos tenerlo personalmente y cerca. Como resultado, cualquier persona con pensamientos y sentimientos normales se sentirá atraído naturalmente a pasar tiempo con Él, siempre que le sea posible y todo el tiempo que le sea posible' (Gesammelte Werke VII, 136ff.). ¡Amenos estar con el Señor! Allí podemos hablar con Él sobre cualquier cosa. Podemos ofrecerle nuestras peticiones, nuestras preocupaciones, nuestros problemas. Nuestras alegrías. Nuestros gozos, nuestras decepciones, nuestras necesidades y nuestras aspiraciones.

Mateo cumple en su vida esos requisitos: seguir a Cristo, estar con Dios, darlo a conocer. Pidamos su intercesión, para que también se cumpla ese ideal en nuestra existencia, siempre al lado del Señor: Allí también podemos pedirle constantemente: ¡Señor, envía obreros a tu mies! ¡Ayúdame a ser un buen obrero en tu viña!

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