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El tributo al César

En los primeros días de la semana santa vimos a Jesús discutiendo en el templo con los jerarcas religiosos, que le interrogaban sobre el origen de su autoridad. El maestro respondió con tres parábolas que sirvieron para mostrarles que él era el hijo del amo de la viña, el príncipe que el Padre había enviado después de que ellos y sus antepasados rechazaran a los profetas y a Juan Bautista. San Mateo continúa su relato diciendo que al quedar descubiertas sus verdaderas intenciones, entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos . En el afán por acabar con Jesús, se logró una coalición política impensable: los partidarios de Herodes Antipas se unieron con los alumnos de los fariseos, todo un “milagro involuntario” del Señor, como algún autor ha escrito. Los herodianos eran partidarios de la intervención de Roma, pues ellos eran comisionistas y mediadores ante el emperador

Parábola del banquete de bodas

Después de las dos parábolas del juicio, la de los dos hijos y la de los viñadores homicidas, Jesús continúa en el templo su controversia con las autoridades judías acerca del origen de su autoridad. En esta ocasión cambia el ambiente agrícola por el festivo. Se trata de la tercera parábola, que también está presente en el evangelio de san Lucas (14,15ss): “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba a boda de su hijo”. En esta ocasión Jesús pone el ejemplo de una fiesta grande, no un jolgorio cualquiera. ¡Es el banquete que ofrece un rey por las bodas de su hijo! El rey, el mismo padre de las parábolas anteriores, es Dios; el Hijo ―el esposo― es Jesús. El banquete es una figura utilizada en el antiguo testamento para hablar del Reino de Dios o de la vida eterna. Un ejemplo es la primera lectura del domingo 29, tomada del capítulo 25 del profeta Isaías: “El Señor del universo preparará en este monte, para todos los pueblos, un festín de manjares suculentos, un festín de v

Los obreros de la viña

  Mateo estructura su evangelio en torno a cinco grandes sermones de Jesús, como un nuevo Pentateuco que actualiza la revelación divina. El cuarto de ellos es llamado el “discurso eclesiástico”, pues en él Jesús enseña cómo deben ser las relaciones fraternas en la comunidad cristiana en temas como la pobreza, el servicio, la corrección fraterna, el perdón, etc. A partir del capítulo 19, el Señor emprende su camino hacia Jerusalén, donde entregará la vida en redención por nuestros pecados. En ese itinerario se encuentra con el joven rico, al que Jesús invita a seguirle, pero que se marcha triste, porque tenía muchas posesiones (Mt 19, 22). El Maestro concluye la escena comentando a sus discípulos que “muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros” (Mt 19, 30). Este aforismo es el preludio para la enseñanza que consideraremos en esta oración. San Mateo retrata la misericordia divina con una parábola que también muestra el contraste con la actitud humana (20, 1-16). Je

¿Cuántas veces hay que perdonar?

  (Imagen tomada de la película "El mayor regalo")  Es triste contemplar con frecuencia, en los medios de comunicación, situaciones de violencia porque muestran los frutos amargos del pecado original. Desde los tiempos de Caín y Abel la convivencia humana parece condenada a padecer conflictos y violencia debido a las injusticias, las venganzas y los odios de diverso cuño. Junto con ese destino, la humanidad experimenta el ansia de una coexistencia armónica, como requisito para alcanzar el desarrollo y la verdadera paz, que se sitúa más allá del mero silencio de las armas. Todos los análisis concluyen que, para lograrlo, se requiere del diálogo, que lleva a la pregunta por la reparación de las ofensas como condición para el recomienzo de las relaciones pacíficas. Pero la sola justicia no basta. También es necesaria la disposición a perdonar y a reconciliarse, que potencia toda posibilidad de diálogo. (Eslava 2020, p. 11). En el Antiguo Testamento los grandes pecados eran v

Salió el sembrador a sembrar...

     Después del sermón del monte y el discurso misionero, el tercer discurso de Jesús que narra el Evangelio de Mateo es el de las siete parábolas, que es un número de plenitud para revelar los misterios del Reino de Dios (Mt 13, 1-23): Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas. Jesús se sirve de la barca de Pedro como púlpito desde el que enseña, en el lago de Genesaret, a una multitud. El Señor quiere contar con nosotros, con nuestra pobre colaboración, para revelar su Palabra a los hombres. Comienza con la primera parábola, que será el tema de nuestra meditación de hoy: “Salió el sembrador a sembrar”. Después del aparente fracaso ante los fariseos, “Jesús, como predicador de la palabra, reflexiona sobre su propio ministerio, valorando los resultados de su predicación” ( Estrada).   “La escena es actual. El sembrado

El ejemplo de san Josemaría en confinamiento

Al final del sermón del monte, san Mateo presenta una serie de enseñanzas de Jesús sobre la vida cristiana (Mt 7, 6.12-14): Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas. Es la conocida “regla de oro” del comportamiento humano: obrar con los demás como desearíamos que ellos obraran con nosotros. Es una máxima conocida en todas las culturas. Ahora bien, ¿qué tiene de particular en labios de Jesucristo? –el modo de llevarla a la práctica: Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos . La puerta estrecha. No es un simple manual de convivencia, sino una invitación a seguir al Maestro por el camino que conduce al Calvario, para morir con Él en la cruz a través de los pequeños sacrificios de la vida cotidiana. A lo largo de veinte siglos, mil