Cuarenta días después de la Navidad, celebramos uno de los primeros eventos públicos de la infancia de Jesús (después de la adoración de los Magos y de la imposición del nombre de Jesús). Pasadas cinco semanas, rememoramos ahora un ritual que estaba previsto desde el Antiguo Testamento: la purificación de la madre. En el Levítico (12,2-8) estaba legislado que cuarenta días después del nacimiento del niño (ochenta días en el caso de una niña), las madres debían ir al templo para purificarse de la impureza legal en la que habían incurrido por el alumbramiento: Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura. L
@argumentaciones.Homilías de un sacerdote católico. Audios disponibles en https://co.ivoox.com/es/suscripciones_jb_8330681_1.html o en canal "argumentaciones" de Spotify (Imágenes tomadas en su mayoría de http://www.centroaletti.com/).