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La Transfiguración

En este segundo de Cuaresma, cuando el Santo Padre acaba de terminar su retiro espiritual, contemplamos el misterio de la Transfiguración: http://argumentaciones.blogspot.com/2010/02/la-transfiguracion.html

Las tentaciones de Cristo

Para este primer domingo de Cuaresma podemos considerar tres homilías sobre las tentaciones del Señor: Las tentaciones de Jesús: http://t.co/7p1RetZl Primer domingo de Cuaresma:  http://t.co/sCMkcjco Cuaresma, horizontes de gracia: http://t.co/CXH67pug

Miércoles de ceniza

Al inicio de una Cuaresma especial, marcada por una oración más intensa por Benedicto XVI y por el próximo Papa, recordemos las prácticas que la Iglesia nos sugiere para estos cuarenta días: http://argumentaciones.blogspot.com/2012/02/miercoles-de-ceniza.html

Mar adentro

Celebramos hoy el quinto domingo del tiempo ordinario. Seguimos considerando los inicios del Evangelio de San Lucas. Al comienzo, narra los inicios del apostolado del Señor en Galilea: el anuncio del cumplimiento de las Escrituras en la sinagoga, la predicación –el Discurso del Llano y las Parábolas del Reino- que confirma con milagros. Desde muy temprano en su narración, Lucas presenta la elección de los discípulos, como veremos hoy (5,1-11). Estaba Jesús junto al lago de Genesaret y la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. «Vamos a acompañar a Cristo en esta pesca divina. Jesús está junto al lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor, ansiosas de escuchar la palabra de Dios. ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros -sin culpa de su parte- no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero, convenceos

Las bodas de Caná

El tiempo ordinario comienza rememorando el Bautismo del Señor y, el siguiente domingo, las bodas de Caná. Es una costumbre muy antigua relacionar estas dos manifestaciones de Jesús con la Epifanía, para celebrar la autorrevelación del Señor a todas las naciones. El segundo domingo del tiempo ordinario considera el primer milagro de Jesús: Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús .  Tradicionalmente se considera que Jesús, con su presencia en estas bodas, eleva al nivel de sacramento la unión natural del hombre y la mujer instituida por Dios en las primeras páginas del Génesis. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Acaban de empezar a seguirlo, apenas están conociéndolo. Suponen que es un grande, pues Juan Bautista ―maestro de algunos de ellos― les había dicho que era el Cordero de Dios. Desde entonces empezaron a ir detrás de Él, pero con las lógicas dudas de los comienzos. La fiesta hierbe en el alboro

Adviento y esperanza

Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico, dentro del contexto más amplio del Año de la fe. La liturgia nos sitúa en las coordenadas que el Señor quiere que sigamos durante las próximas cuatro semanas: A ti, Señor levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado decimos, con el salmo 25, en la Antífona de entrada. Le presentamos al Señor nuestras oraciones confiadas, seguros de que los que esperan en él nunca fracasan. En la oración colecta de este primer domingo de Adviento le pedimos al Señor que despierte en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos. Se trata de una doble dimensión: de una parte, la preparación confiada de la Navidad, ejercitando la misericordia –con obras espirituales y materiales-; por otro lado, la expectación de la segunda venida del Hijo de Dios. El primer prefacio de Adviento remarca esa doble

Viudas pobres y generosas

¿Por qué razón las viudas pobres son más generosas? http://argumentaciones.blogspot.com/2006/11/humildad.html http://argumentaciones.blogspot.com/2006/11/humildad.html http://argumentaciones.blogspot.com/2006/11/humildad.html  

Quien quiera ser el primero, que sea el servidor

En el capítulo noveno del Evangelio de San Marcos aparece el segundo anuncio de la pasión del Señor. El primero había sido después de la confesión de Pedro, en Cesarea de Filipo. Si la primera parte de ese Evangelio había sido la narración del ministerio de Jesús en Galilea, la segunda parte -en la que ahora estamos- se dedica al ministerio camino de Jerusalén, donde el Señor encontrará la muerte.  Nos encontramos en la recta final del relato de Marcos, y Jesús se dedica de lleno a la última formación de los Apóstoles: Salieron de allí y atravesaron Galilea. Y no quería que nadie lo supiese, porque iba instruyendo a sus discípulos.  En este contexto se dan los anuncios de la pasión, para que estén preparados cuando lleguen esos duros momentos: Y les decía: —El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán.   Jesús anuncia que con su muerte se cumplirán las profecías del Antiguo Testamento, como la que presenta el comienzo del libro de la Sabiduría (2,

¿También vosotros queréis marcharos?

En medio de la contemplación del relato de San Marcos, que es el autor que consideramos este año,  llegamos al final del  excursus eucarístico  que hemos hecho durante cinco semanas,  escuchando el capítulo sexto del Evangelio de San Juan,  Ya hemos presenciado en nuestra oración la multiplicación de los panes y de los peces, la oración de Jesús, el sermón de la sinagoga en el que se presentaba como el Pan bajado del cielo, necesario para la vida eterna. Ante el realismo de su predicación ( el que no come mi carne y no bebe mi sangre no tiene vida ), el auditorio queda enfrentado a lo que San Pablo llamaba el “escándalo” de Cristo. Las palabras del Señor son radicales y la respuesta debe ser igual: no caben medias tintas. Por eso San Juan continúa su relato: Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron: —Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? Duele ver que, justo después del anuncio del don más grande, de la promesa del sacramento del amor, surja esta reacción en

El Pan para la vida del mundo

Después de tres domingos contemplando el capítulo sexto del Evangelio de San Juan, llegamos hoy al núcleo de la homilía que predica Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Recordemos que, a lo largo de cincuenta versículos, el Señor ha ido orientando su discurso hacia la verdad central que quiere transmitir: Jesús se manifiesta como la Palabra que se encarnó para enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida. Pero no solo eso:  t ambién está dispuesto a sacrificarse, a entregarse en la Cruz para que podamos comulgar con Él en la Eucaristía. Por eso comenzamos hoy nuestro comentario con estas palabras clarísimas: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Esta última afirmación equivale a la fórmula de consagración eucarística que aparece en los evangelios sinópticos ( esto es mi cuerpo entregado por vosotros, este es el cáliz de mi sangre derramada por muchos ). Yo soy el pan viv

El pan bajado del cielo

Continuamos con el capítulo sexto del Evangelio de San Juan. La escena se desarrolla en la sinagoga de Cafarnaún, estamos en medio de una homilía predicada por Jesucristo, que podría llamarse «el sermón del Pan de vida». Después de la revelación que contemplamos la semana pasada, en la que el Señor les declaraba a sus oyentes que Él mismo era la Palabra anunciada en el Antiguo Testamento, los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo» . Este verbo, murmurar, inicia el diálogo que consideramos hoy. Se remonta a la murmuración del pueblo hebreo en contra de Moisés, en la peregrinación por el desierto. Ahora, Jesús — nuevo Moisés — queda expuesto a idéntico escepticismo. Y decían: —¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: «He bajado del cielo»? Una vez más, la gente se pregunta cómo puede ser el Mesías un hombre al que conocieron de niño. Sin embargo,

La Transfiguración del Señor

Celebramos hoy un misterio de la vida de Cristo, que también conmemoramos todos los segundos domingos de cuaresma: la Transfiguración del Señor. Tanto en oriente como en occidente se celebra el seis de agosto, cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación de la Cruz (catorce de septiembre), aludiendo a una tradición según la cual la Transfiguración ocurrió cuarenta días antes de la crucifixión. La primera lectura (Dn 7,9-14) presenta la escena del juicio final. Aparece la figura del Hijo del Hombre, cuyo reinado no tendrá fin, y que el mismo Jesucristo se aplicará a Sí mismo: Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas (…). Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y len