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Miércoles de ceniza

Comenzamos hoy una nueva cuaresma. El concilio resume en qué consiste este tiempo litúrgico: “el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebran el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia” (SC 109). Este es el marco preciso: preparar la Pascua, la celebración de Cristo resucitado, con cuarenta días de escucha de la Palabra, oración, penitencia y recuerdo de nuestro bautismo. El Evangelio nos presenta a Jesús en el Sermón del monte, el primero de los cinco grandes discursos con los que Mateo estructura su narración. Después de predicar las bienaventuranzas, el Señor expone en qué consiste la verdadera justicia y cómo hay que comportarse ante la Ley, ante Dios y en relación con el prójimo: “ Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está

Remedios para el dolor

La historia del Santo Job es emblemática, pues este hombre es la víctima por antonomasia del sufrimiento y la injusticia. Su historia es difícil, pues incluso pone en tela de juicio la bondad de Dios, que permite el dolor del inocente. Es lo que vemos en la réplica a un amigo, en la que manifiesta la oscuridad de una vida sin esperanza (Jb 7,1-4.6-7): He tenido que afrontar meses inútiles, me asignan noches de dolor; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Cuando anochece me lleno de pesares hasta el amanecer. Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. En este soliloquio, Job se queja de que la vida humana es un espacio para sufrir. Parece un servicio militar, el trabajo de un jornalero o incluso la esclavitud. Si todo ser humano tiene asignado un tiempo, el de Job es desdichado. El retrato que nos presenta de su sufrimiento es lamentable. Por eso, es un libro muy contemporáneo: el dolor es una de las constantes humanas de todos los tiempos. Cada g

Jesús, el profeta

La liturgia nos presenta un texto de Moisés en el cuarto domingo del tiempo ordinario : el anuncio de la figura del profeta (Dt 18,15-20). Estos personajes, junto con los jueces, los reyes y los sacerdotes, fueron las instituciones que guiaron al pueblo de Israel. En realidad, el primer gran profeta fue Moisés mismo, quien hablaba en nombre de Dios y anunciaba el significado de los sucesos históricos, también de los futuros, por lo cual los israelitas tenían prohibido acudir a hechiceros de ningún tipo, pues con ellos estaba el único Dios. Pero en la exégesis de este pasaje se ha visto otro anuncio mesiánico: el Señor, tu Dios, suscitará un profeta como yo en medio de tus hermanos; a él lo escucharéis. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. En su libro Jesús de Nazaret, el Papa Benedicto explicó varias veces estas palabras: hizo notar que al final del Deuteronomio se dice con nostalgia que, a pesar de todo, no había surgido en Israel otro profeta como

Pescadores de hombres

1. Después de las vacaciones de fin de año, tornamos a nuestro encuentro semanal en estos diálogos con el Señor. Durante este año seguiremos el Evangelio de San Marcos, discípulo de San Pedro. Marcos escribió su Evangelio para los paganos de Roma, y por eso es un texto muy utilizado en la catequesis. Por ejemplo, en el Jubileo del año 2000, el Beato Juan Pablo II lo recomendó con insistencia. La primera parte de este Evangelio es como un prólogo a la actividad de Jesús: narra brevemente la misión de Juan Bautista, el Bautismo del Señor y las tentaciones en el desierto. Inmediatamente después, comienza a describir el ministerio de Jesús, con el pasaje que contemplamos hoy (Mc 1, 14-20):   Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y diciendo: —El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio .   Con estas pocas palabras, San Marcos resume la predicación del Maestro: el anuncio

Adviento

Comenzamos un nuevo año litúrgico. El ciclo temporal de la Iglesia es levemente diverso al ciclo civil. Aquí la clave no es la fecha del 1 de enero, sino el evento del Nacimiento de Jesús. Por eso comenzamos el año un mes antes, para disponernos a preparar nuestras almas para recibir al Niño Jesús. ¿Qué es el Adviento? Las Normas universales sobre el año litúrgico dicen que “el tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre”. La primera motivación es la más popular: se trata de un mes para preparar la Navidad. Aunque en el ambiente comercial se intenta adelantar esta preparación casi hasta octubre, a

Parábola de los talentos

Después de las discusiones con las autoridades en el Templo, Mateo nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos sobre el fin del mundo, ya fuera del edificio sagrado. La primera parte de ese discurso es sobre el cuándo de ese evento final y la conclusión se refiere al cómo estar preparados adecuadamente para cuando llegue ese momento. A esta segunda mitad del discurso pertenece la parábola de las vírgenes necias, que se contempla en el 32º domingo y la parábola de los talentos, que se proclama el domingo siguiente (Mt 25,14-30): “Es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó”. El talento es una medida, no propiamente económica sino de cambio. Y no es una medida pequeña: equivale a  unos 6.000 denarios (salarios de un día). Haciendo una rápida conversión, podría decir –en términos del salario mínimo colombiano- que sería

Parábola de los viñadores homicidas

  En medio de la discusión de Jesús con las autoridades judías, Mateo enlaza la parábola de los dos hijos con otra historia, que se desarrolla en un ambiente similar: la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-43): Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. Los Padres de la Iglesia ven la Providencia divina en el hombre que cuida de la viña: la compra, la trabaja, la protege, la dispone, la edifica y la arrienda a unos hombres. San Juan Crisóstomo comenta: “mirad la gran providencia de Dios y la inexplicable indolencia de ellos. En verdad, Él mismo hizo lo que tocaba a los labradores. Solo les dejó un cuidado mínimo: guardar lo que ya tenían, cuidar lo que se les había dado. Nada se había omitido, todo estaba acabado. Mas ni aún así supieron aprovecharse, no obstante los grandes dones que recibieron de Él”. Podemos ver en e