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Adviento

Comenzamos un nuevo año litúrgico. El ciclo temporal de la Iglesia es levemente diverso al ciclo civil. Aquí la clave no es la fecha del 1 de enero, sino el evento del Nacimiento de Jesús. Por eso comenzamos el año un mes antes, para disponernos a preparar nuestras almas para recibir al Niño Jesús. ¿Qué es el Adviento? Las Normas universales sobre el año litúrgico dicen que “el tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre”. La primera motivación es la más popular: se trata de un mes para preparar la Navidad. Aunque en el ambiente comercial se intenta adelantar esta preparación casi hasta octubre, a

Parábola de los talentos

Después de las discusiones con las autoridades en el Templo, Mateo nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos sobre el fin del mundo, ya fuera del edificio sagrado. La primera parte de ese discurso es sobre el cuándo de ese evento final y la conclusión se refiere al cómo estar preparados adecuadamente para cuando llegue ese momento. A esta segunda mitad del discurso pertenece la parábola de las vírgenes necias, que se contempla en el 32º domingo y la parábola de los talentos, que se proclama el domingo siguiente (Mt 25,14-30): “Es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó”. El talento es una medida, no propiamente económica sino de cambio. Y no es una medida pequeña: equivale a  unos 6.000 denarios (salarios de un día). Haciendo una rápida conversión, podría decir –en términos del salario mínimo colombiano- que sería

Parábola de los viñadores homicidas

  En medio de la discusión de Jesús con las autoridades judías, Mateo enlaza la parábola de los dos hijos con otra historia, que se desarrolla en un ambiente similar: la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-43): Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. Los Padres de la Iglesia ven la Providencia divina en el hombre que cuida de la viña: la compra, la trabaja, la protege, la dispone, la edifica y la arrienda a unos hombres. San Juan Crisóstomo comenta: “mirad la gran providencia de Dios y la inexplicable indolencia de ellos. En verdad, Él mismo hizo lo que tocaba a los labradores. Solo les dejó un cuidado mínimo: guardar lo que ya tenían, cuidar lo que se les había dado. Nada se había omitido, todo estaba acabado. Mas ni aún así supieron aprovecharse, no obstante los grandes dones que recibieron de Él”. Podemos ver en e

Los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

El Compendio del Catecismo explica que los ángeles “son criaturas puramente espirituales, incorpóreas, invisibles e inmortales; son seres personales dotados de inteligencia y voluntad. Los ángeles, contemplando cara a cara, incesantemente, a Dios, lo glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en el cumplimiento de la misión de salvación para todos los hombres” (n. 60) . Así los representa la Escritura. Por ejemplo, el libro de Daniel (7,9-10.13-14), describe la visión de Dios y de su corte angelical: “ Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes ”. Y en el salmo 137 se promete dar gracias a Dios de un modo peculiar, tocando la cítara: “ Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor, me postraré hacia tu santuario. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama ”. En el Evangelio también aparecen los ángeles en varias ocasiones: para dar la Buena Nueva de la Encarnación a María y a los pastores, para consolar a

Parábola de los dos hijos

Jesús se encuentra en Jerusalén, ya en los últimos días de su vida terrenal. En el apretado resumen de los últimos capítulos de su Evangelio, Mateo presenta las controversias con los fariseos (21,28-32). En una de ellas, el Señor muestra con una parábola que sus contrincantes no han sido buenos hijos de Dios: “Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña»”. Se trata de una parábola más sobre agricultores. Pero en este caso, el dueño no se relaciona con los operarios sino con sus propios hijos, que viven gracias a la viña y la recibirán en herencia cuando él fallezca. Los muchachos están directamente implicados en ella. No harían ningún favor si van a trabajar allí: es una obligación de justicia. Hasta un buen negocio. Imaginemos que somos uno de ellos, pensemos a cuál de los dos grupos pertenecemos. El padre los invita a trabajar en la viña. El primero contestó: « No quiero» . Suena grosero y maleducado. Y muy comú