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Filiación divina y abandono en la Providencia

Hace una semana meditábamos sobre el amor al prójimo, como una de las principales enseñanzas del “cuerpo” del Sermón del Monte. Hoy continuaremos en ese discurso, en una sección que nos habla sobre la confianza en el Padre: no estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. Se trata de dos preocupaciones básicas del ser humano: la comida para la vida y el vestido para el cuerpo. Pues bien, en la línea “escandalosa” y en apariencia paradójica del Sermón del monte, el Señor nos enseña que debemos confiar siempre en nuestro Padre Dios: ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?  Nos hace ver que hemos de mirar en qué consiste lo importante: no en las apariencias exteriores, sino en lo interior: en la vida, en el cuerpo, más que en el alimento o en el vestido. En 1998, el entonces Cardenal Ratzinger recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Navarra. Entre las actividades académicas s

Fraternidad y santidad

Seguimos considerando el sermón del monte. Después de la introducción con las bienaventuranzas y las parábolas de la sal y de la luz, entramos en el cuerpo del sermón. En este, el Señor se presenta como ese nuevo Moisés del que habla Benedicto XVI, que no abroga la ley sino que, por el contrario la lleva a su perfección y ya no solo condena el homicidio, sino también la cólera; ya no solo rechaza el adulterio, sino los malos deseos; ya no solo prohíbe el divorcio, sino que  eleva el matrimonio a la dignidad de sacramento. En la parte final de este cuerpo del sermón, sobre la perfección de la ley, vemos cómo afronta Jesús la conocida “ley del Talión” ( Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente). Este principio, a pesar de que es muy denostado habitualmente, en realidad buscaba evitar excesos en las venganzas: que nadie se cobrara más allá de lo que había padecido. Incluso, que el delito quedara resarcido con una compensación equiparable. Sin embargo, Jesús en

Sal de la tierra y Luz del mundo

Después de las Bienaventuranzas, el Sermón del monte continúa con una advertencia del Señor a sus discípulos: si bien el sello de su vocación serán las persecuciones, injurias y calumnias que padecerán, ellos –nosotros- debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad: Vosotros sois la sal de la tierra. Todos sabemos que la sal condimenta , da sabor. Sobre todo lo saben los hipertensos, que en su dieta hiposódica añoran el rico sabor de este alimento. Cuando Jesús pronunció estas palabras, la sal también se utilizaba para preservar de la corrupción a las comidas, pues todavía no existía el refrigerador. Hay otros significados para esta frase del Señor, pero quedémonos con un tercero: la sal tenía un significado ritual, pues se utilizaba en los sacrificios como símbolo de la fidelidad a la Alianza. Señor: te pedimos tu ayuda para cumplir tu deseo. Tú esperas que nosotros condimentemos el mundo actual, que lo preservemos de la corrupción, que manifestemos la fidelidad a tu Comunión. P

Las Bienaventuranzas, o los secretos del Reino

Celebramos el cuarto domingo del tiempo ordinario. Terminamos el primer mes, y ya tenemos las pinceladas maestras del cuadro que el evangelista Mateo nos ha querido pintar hasta ahora: después de las tentaciones en el desierto, aparece Jesús cumpliendo la profecía sobre la luz que ilumina a Galilea de los gentiles, el pueblo que andaba en la oscuridad.  Aquel pasaje concluía mostrando con obras la autoridad de la predicación: Jesucristo sana a todos los enfermos de distintas procedencias, después de haber llamado a los primeros discípulos. Es profeta, maestro, médico. Es el Mesías. Hoy veremos un marco distinto: ahora Mateo se desplaza de las playas de Genesaret a un monte, no sabemos cuál. Lo importante no es la ubicación geográfica, sino el simbolismo del gesto: Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba . El Papa (“Jesús de Nazaret”) explica que “con esta gran composición en forma de sermón, Ma

Luz del mundo

Estamos en los comienzos del tiempo ordinario de un nuevo año litúrgico, y comentaremos en estas semanas el Evangelio de Mateo, que se caracteriza por mostrar a Jesús como el Mesías prometido. En el tercer domingo, nos presenta al Maestro que comienza su ministerio en Galilea. Acaban de pasar las tentaciones del desierto, y el evangelista presenta a Jesús en esa zona con un fin específico: mostrar que en Él se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. ¿Por qué comienza en Galilea su vida pública? En aquel entonces, aquella región se denominaba “Galilea de los gentiles” o “de los paganos”. Había sido un destino de deportación de inmigrantes que el Imperio enviaba desde diversas zonas. De ahí el nombre. Y quizá por eso exclamará Natanael: ¿de Nazaret puede venir algo bueno? Por eso, explica Benedicto XVI, Mateo afronta la “sorpresa de que el Salvador no viniera de Jerusalén y Judea, sino de una región que ya se consideraba medio pagana”. De este modo, lo que podría considerarse una

Humildad: conviene que Él crezca

En esta última semana de Navidad, hemos visto a Jesús como el Mesías anunciado. Sus obras milagrosas lo confirman: la multiplicación de los panes y de los peces, su caminar sobre las aguas, la curación del leproso. Hoy, la Liturgia de la  Palabra nos aproxima a la celebración del Bautismo del Señor, que será el próximo domingo: Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, y allí convivía con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque allí había mucha agua, y acudían a que los bautizara–porque aún no habían encarcelado a Juan.  El cuarto Evangelio nos muestra a San Juan Bautista cumpliendo su misión de Precursor. Él anuncia la inminente llegada del Mesías e insiste en la importancia de prepararse con una conversión radical. Las multitudes se congregan para escuchar este mensaje y responden con generosidad a su propuesta: hacen una especie de confesión general de sus pecados ante Juan y manifiestan su deseo de enmienda con el símbolo ex