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Cristo Rey

Llegamos hoy al último domingo del año litúrgico y lo celebramos con la Solemnidad de Cristo, festejado como Rey del Universo: “ Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos ”, decimos en la Antífona de entrada, con el Apocalipsis.  ¿Pero qué significa ese reinado? ¿En qué consiste? ¿Para qué sirve? ¿Tiene sentido hablar de un reinado de Jesús cuando la Iglesia parece hacer agua por todos lados? ¿O se trata de los últimos esfuerzos del moribundo: cuando pierde fuerza humana, intenta reclamar para sí el poder de su Fundador? Las lecturas de la Misa nos ayudan a encuadrar cómo se debe entender el reinado de Jesús. Benedicto XVI dice que parecen un tríptico: la coronación de David como Rey, Cristo en la Cruz, el himno cristológico de San Pablo a los colosenses. Y comienza la exégesis por el cuadro central: la crucifixión de Jesús.  No deja de ser llamativo que

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

1. Al final de su evangelio, San Lucas presenta a Jesucristo en Jerusalén. Después de la entrada triunfal el Domingo de ramos, el Señor aparece impartiendo sus enseñanzas en el Templo, que era el orgullo de los jerosolimitanos, pues estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas. El origen de este edificio se remonta al Templo de Salomón, que había sido destruido en el siglo VI a.C. Después del exilio de Babilonia, Zorobabel lo reconstruyó, pero le quedó pequeño y simple. Ya en tiempos cercanos al nacimiento de Jesús, el rey Herodes el Grande, amante de la arquitectura, hizo un gran proyecto para reconstruirlo: solo trabajaron sacerdotes, para que no lo construyeran manos impuras. Comenzó la obra el 19 a.C. y no terminó la última decoración hasta el 64 d.C. En la escena que presenta el tercer evangelio (Lc 21,5-19), Jesucristo lo ve casi concluido (corría más o menos el año 27 d.C., o sea que la obra llevaba unos 46 años, como dice el evangelio de Juan 2,20). Era mucho más

La conversión de Zaqueo

  Como es sabido, el Evangelio de Lucas se puede resumir como el itinerario de Jesús hasta llegar a Jerusalén, donde muere para cumplir la voluntad del Padre, por amor a los hombres.  En el capítulo 19, el evangelista médico presenta a Jesús ya ad portas de la ciudad santa. Después de la curación del ciego, entra el Señor a Jericó, ciudad milenaria, considerada como el gran oasis en la depresión del Jordán, ubicada a unos 23 km al nordeste de Jerusalén.  El evangelista narra con todo detalle que Jesús “entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura”.  Ya hemos visto otras veces, al hablar sobre Mateo, la mala imagen que tenía la profesión de publicano . Estos recaudadores de impuestos no solo eran vistos como traidores a la patria, sino también como pecadores. De hecho, muchos eran injustos en sus cobros… verdader

El fariseo y el publicano

San Lucas nos transmite una parábola del Señor dirigida a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás. Dos hombres subieron al Templo a orar…   Necesidad de la oración. El Papa escribió una carta a los seminaristas, para concluir el Año Sacerdotal. En el primer punto habla precisamente de la oración: explica que debemos ser p ersonas de Dios , pues al Señor no lo tenemos como  un ser lejano: “Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla”. ¡Qué importante es ese “subir al Templo a orar”! Máxime cuando podemos encontrar a Jesús mismo presente en el Sagrario, con su cuerpo y su sangre, esperándonos para que le contemos nuestra vida. Juan Pablo II quiso que el Año Eucarístico de 2005 concluyera con una proliferación de capillas  en el mundo para adorar al Señor sacramentado. Y gracias a Dios muchos párrocos acogieron esa sugerencia. Quizá muy ce

Los diez leprosos

Al ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea… En la recta final de su Evangelio, Lucas insiste en que Jesús sigue camino de Jerusalén. En el capítulo 17 (11-19) lo muestra pasando por un lugar cercano a Samaría. Como queda claro en el episodio de la samaritana, los judíos y los samaritanos tenían una rivalidad secular, que se remontaba al siglo V a.C. En ese entonces, los persas habían poblado esa zona con personas de diversas procedencias. Aunque con el tiempo todos acogerían la religión judía, los israelitas no los reconocían como tales. Por eso tenían su propio sacerdocio y su templo y miraban mal a quienes se dirigían a Jerusalén. Esto explica la parábola del buen samaritano… Lo importante en este caso es que el Señor pasa por tierra de extranjeros… Una vez más, San Lucas insiste en la universalidad del mensaje de Cristo, que vino para que todos los hombres se salvaran, no solo una raza privilegiada. Cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al

2 de octubre: la vocación de San Josemaría

 Celebramos hoy el aniversario de la Fundación del Opus Dei. Hace 82 años, un joven sacerdote estaba haciendo su retiro espiritual en una residencia sacerdotal de Madrid. Había llevado, entre los elementos para meditar, una serie de papeles que había ido escribiendo durante los últimos años, en los que apuntaba las luces que el Señor le iba dando en su oración y también sus respuestas: eran una exteriorización de su diálogo con Dios. La historia de su llamada al sacerdocio se remonta varios años atrás: “ Tenía yo catorce o quince años cuando comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor”, recordaría hacia el final de su vida.  En otra ocasión predicaba: “ El Señor me fue preparando a pesar mío, con cosas aparentemente inocentes, de las que se valía para meter en mi alma esa inquietud divina . Por eso he entendido muy bien aquel amor tan humano y tan divino de Teresa del Niño Jesús, que se conmueve cuando por las páginas de un li

Lázaro y el epulón

En la parte final del capítulo 16, Lucas redondea las enseñanzas previas sobre las riquezas con la narración del rico epulón y del pobre Lázaro, único protagonista de una parábola que aparece con nombre propio, que significa “Dios ayuda”: " Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. En cambio, un pobre llamado Lázaro yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían a lamerle las llagas" . En principio, el rico no hace nada malo: simplemente vive bien, de acuerdo con sus circunstancias. Pero San Jerónimo le reprocha vivamente: “A aquel ricachón que vestía de púrpura y vivía a cuerpo de rey no se le acusa de ser un avaro, un ladrón o un adúltero, ni de haber hecho nada malo; lo único que se le reprocha es su soberbia. ¡Oh, tú, el más desdichado de los hombres! ¿Estás viendo yacer ante tu puerta una parte de tu cuerpo y no si