Ir al contenido principal

Entradas

Humildad. Los primeros puestos.

1. Una vez más, San Lucas presenta al Señor invitado a un banquete. Muestra, de esta forma, la actitud amistosa de Jesús, que vino para acompañarnos, para estar cerca de nosotros, hasta quedarse a nuestra disposición –hecho pan en la Eucaristía-: Un sábado, entró él a comer en casa de uno de los principales fariseos y ellos le estaban observando.  Les proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos. Un fariseo importante le invita, para observarlo. No es una invitación fraternal, sino una trampa o un laboratorio. Pero Jesús pasa a la ofensiva, al ver la falta de educación de los invitados, que se sentaban en los lugares privilegiados. Se trata de una actitud bastante común: incluso hay quien se sienta un poco atrás, pero como estrategia, para que lo asciendan. Es la tendencia humana al reconocimiento, a ser tenido en cuenta, a llamar la atención. Se trata, prácticamente, del primer pecado del hombre: la soberbia. El Diccionario la define

Oración humilde y perseverante. La mujer cananea (sirofenicia)

En el camino de nuestra vocación cristiana, necesariamente debemos encontrarnos con la Cruz del Señor: la mayoría de las veces, en la vida diaria: perdemos el medio de transporte, aparecen los achaques de salud, alguna amistad nos hace pasar un mal rato, somos incomprendidos –o nuestra soberbia nos lo hace creer sin justa causa-. En otras ocasiones, pueden ser temas de gran calado: la muerte de un ser querido, una enfermedad que parece incurable, etc. El Evangelio de Mateo (15,21-28) nos presenta una situación de este último tipo: Jesús ha ido con sus apóstoles “al extranjero”: Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. En esto una mujer cananea , venida de aquellos contornos, se puso a gritar: —¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio.  Se trata de una actuación llena de audacia. Seguramente esa mujer había buscado la curación de su hija a través de mil medios distintos, sin lograrlo. Hasta que oye h

El administrador fiel y prudente

Después de la parábola del rico necio, el Señor concluye su discurso insistiendo en la necesidad de poner el corazón en el Reino de Dios, no en los bienes materiales: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Lc 12,32-34) . Una señal clara de que ansiamos el Reino como el mayor don de Dios, de que tenemos puesto en él nuestro corazón, es que estamos vigilantes y preparados para la venida del Señor. Este es el anuncio del Evangelio que empezamos a considerar ahora. En primer lugar, Jesús invita a estar vigilantes predicando la parábola de los siervos del señor que vuelve de nupcias: Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la

Avaricia y pobreza. El rico necio

La semana pasada estuve hablando con un joven médico que albergaba una duda desde su adolescencia: recordaba haber leído una famosa novela en que se planteaba el tema de la pobreza de Cristo. Muchos años después, seguía diciendo que no había  podido encontrar la respuesta adecuada a su duda juvenil. Yo intenté responderle del mejor modo posible, espero que al menos le haya dado una pista para que él, por su cuenta, siga profundizando en ese interesante argumento. Y casualmente –para los cristianos la casualidad se llama Providencia-, el evangelio de este domingo (Lc 12,13-21) habla del tema de la pobreza: Uno de entre la multitud le dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero él le respondió: —Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros? Este pasaje es exclusivo de Lucas, como la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso. Hay quien ve en esta discusión ecos del problema entre los dos hermanos de la parábola. Apar

Unidad de vida. Marta y María

1. Justo después de narrar la parábola del buen samaritano, San Lucas presenta la visita de Jesús a Marta, María y Lázaro , sus tres amigos de Betania, ciudad ubicada a tres kilómetros de Jerusalén: Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. Si la parábola del buen samaritano es una maravillosa explicación del segundo mandamiento, en este pasaje, exclusivo de Lucas, vemos cómo los hermanos de Betania cumplen el primer precepto, acogiendo al Señor. Le reciben en su casa. Pero no solo se trata de dejarlo entrar, que ya es mucho. No actúan como el pueblo que generó tanta rabia en San Juan, que no quiso recibirlo. Ni como Gerasa, que después de la curación del endemoniado le piden que se retire de sus confines (quizá porque les había echado a perder dos mil puercos). Ni como el pueblo donde había crecido que, al escuchar que se cumplía en Él la escritura mesiánica, no creen porque lo habían conocido de pequeño… y pretenden despe

La misión apostólica

Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir . ¿Después de qué? -El Señor acaba de plantear las exigencias de la vocación al apostolado: “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. “Los muertos deben enterrar a sus muertos –le respondió Jesús a un huérfano–; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Por último, a uno que le pidió permiso para despedirse de sus parientes, le increpó el Señor: “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”. Después de esto, designó otros setenta y dos. Es un número simbólico, relacionado con la cantidad de naciones que menciona el Antiguo Testamento. Es decir, así como el Señor llamó a un Apóstol por cada tribu de Israel, así elige a un discípulo por cada nación gentil. El Papa resume el sentido de este pasaje: “Cuando Lucas habla de un grupo de setenta, además de los Doce, el sentido está claro: en ellos se anu