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Cristo Rey

Hoy llegamos al final del año litúrgico. Concluimos un período, marcados como estamos por el paso cíclico del tiempo en nuestra vida. Es momento de examen, de balance: ¿qué tanto hemos aprovechado las gracias que nos diste, Señor, durante estos meses? En nuestra oración, podemos pensar dónde estábamos en noviembre del año pasado; dónde celebramos la fiesta de Cristo Rey en aquella época. Y pensar, en un primer análisis, en el año transcurrido: la Navidad, la Cuaresma, la Semana Santa, el período laboral, las vacaciones de mitad de año, el segundo semestre… hasta llegar a hoy. Seguramente, en ese breve recorrido litúrgico que hemos hecho, se nos han venido a la mente momentos especiales: un medio de formación que nos sirvió bastante, un descanso que nos llegó en el mejor momento, algunas amistades que nos impactaron de modo positivo… Pero también veremos algunas manchas en nuestra actuación: faltas de generosidad, propósitos incumplidos, detalles que no quisiéramos haber tenido. Su

Vida más allá de la muerte (Los novísimos)

A la salida del Templo, le dijeron a Jesús: “Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!”. Siempre y en todas partes es habitual el regionalismo, la admiración de las grandes obras del propio pueblo. Explica la Biblia de Navarra que los judíos pensaban que el día del juicio del Señor sería terrible para los impíos, pero glorioso para los hebreos. La majestuosidad del Templo era señal de esa futura gloria. En este caso, el Señor no respondió con la típica afirmación diplomática del estilo: “es de los más bonitos que he visto”. Es más, corrige la interpretación en boga y añade que el Templo sería destruido. No se trataba de ser aguafiestas, sino de anunciar lo que le pasaría a Él mismo y a sus seguidores a lo largo de los siglos: también la predicación del Evangelio será en medio de lucha y contradicciones. En su libro Jesús de Nazaret, el Papa resalta que este discurso se pronuncia en el contexto previo a la Pasión y a la muerte en la Cruz. El Señor habla de la llegada del Hijo

El ciego de Jericó

Continúa Jesús subiendo a Jerusalén con decisión, después de haber enseñado a sus discípulos el lema de su vida: el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.  Después de cruzar Jericó, la comitiva escucha gritos de un limosnero ciego: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! El ambiente no está para más diálogos, pensarán algunos, después del regaño que sufrieron del Señor en la escena anterior. Quizá por eso, reprenden al mendigo para que calle y no incomode al Maestro, que bastante apesadumbrado está como para cargar las peticiones inoportunas… Pero él gritaba mucho más . Los apóstoles no logran disimular el ruido, que el Maestro no se entere, hasta que él se paró y dijo: -Llamadle. También nosotros acompañamos al Señor, como los discípulos. Y también a veces queremos responder por Él. Pero no lo hacemos con su misericordia, sino con nuestra tosquedad. Señor: queremos seguir más cerca de ti, para aprender de tu ej

Servicio

En el capítulo décimo de San Marcos, el Señor sube a Jerusalén con sus discípulos. Ya se nota un aire tenso: “Jesús los precedía y ellos estaban sorprendidos: los que le seguían tenían miedo”. Les llama la atención la resolución con que asciende al sitio donde morirá, según ha anunciado dos veces. Por toda respuesta, el relato presenta un tercer anuncio acerca de la inminencia de su muerte y posterior resurrección. Sin embargo, parece que los discípulos no se enteraran. Santiago y Juan se preocupan más por su lugar en la gloria que por su participación e los padecimientos: “Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: —Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. Él les dijo: — ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: —Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? —Podemos –l

Identificación con Cristo

Se cumple hoy el 81º aniversario de la fundación del Opus Dei. Día de acción de gracias. A Dios, por haber querido la Obra; a San Josemaría, por haber sido instrumento fidelísimo en las manos de Dios. Damos gracias a Dios por la belleza de la Obra, por su juventud madura: por los países nuevos a los que se ha llegado en este año, por los fieles que han coronado su carrera terrena y gozan de Dios en el Cielo, por las vocaciones que han llegado, por la expansión, por la formación, por la fidelidad de todos. Por los frutos que ha tenido el año paulino en la Obra, por el año sacerdotal. Y pensaba que ese puede ser nuestro tema de diálogo hoy con el Señor: qué nos dice un nuevo aniversario del Opus Dei en medio del año sacerdotal. Habremos oído –y escucharemos muchas veces, sobre todo este año- aquellas palabras de San Josemaría sobre el alma sacerdotal: “Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que

Conversión

Oyin explica el contexto del capítulo seis de San Lucas: se trata del primer discurso de Jesús a sus nuevos discípulos. Antes de elegirlos, el Señor sube a un monte para orar toda la noche. Después, lleno del Espíritu Santo, elige a los doce Apóstoles y les describe en términos simples y elocuentes la forma de vida que se espera de ellos: bienaventurados los pobres, los mansos, los limpios de corazón… Lucas seleccionó con cuidado las enseñanzas del Señor para su primer discurso a los nuevos discípulos. Se trata del corazón del discipulado cristiano, para quienes acaban de estrenarlo. Se llama “el discurso de la llanura”, para distinguirlo del “sermón del monte” de Mateo. Y tiene cuatro partes: introducción (anuncio a los pobres), cuerpo del discurso (odio y condenación) y conclusión. El Evangelio de hoy pertenece a la tercera parte: la benevolencia hacia el prójimo, así como el Señor hace salir el sol sobre malos y buenos. No creerse más santos que los demás: solo Dios juzga.

El trabajo de Jesús

Hace unos meses, le preguntaban al Prelado del Opus Dei en una entrevista: Ustedes invitan a merecer la santidad a través del trabajo. ¿Cuánta gente cree que, hoy en día, no se emplea sólo por ganar un sueldo? Es un interrogante actual, pues en los tiempos de crisis que corren podemos ver el trabajo solo como el medio para obtener el sustento nuestro y de nuestra familia. El capítulo séptimo del Evangelio de Marcos, que la liturgia propone para el XXIII domingo nos ofrece una idea para vislumbrar una respuesta sobre el valor del trabajo y el modo de realizarlo. El segundo evangelio presenta la curación de un sordo al que, además, le costaba hablar bien. La acción transcurre en tierra de gentiles, al otro lado del Jordán: salió de la región de Tiro y vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. El Señor devuelve la audición y el habla correcta a aquel hombre, lo que genera la admiración general de la multitud: Y se le abrieron los oí