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Cinco panes y dos peces

Hacemos una pausa en el relato evangélico de San Marcos, que hace una semana nos dejó con Jesús frente a una gran multitud, de la cual sintió compasión porque andaban como ovejas que no tienen pastor.  La misericordia se nota en que les enseña. Pero además hace un milagro portentoso. Es aquí donde cede la palabra al apóstol San Juan, que le da mayor realce al signo y una gran explicación teológica. Por eso, durante los próximos cinco domingos consideraremos el capítulo sexto del cuarto evangelio, uno de los pasajes más profundos del Nuevo Testamento. Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades.   Iniciativa de Jesús, busca a la gente. Quiere que todos se salven, no se contenta con esperarlos. Así espera que nosotros salgamos al encuentro de las almas, para llevarles el tesoro de la vida divina y que también aprendamos de ellas en ese diálogo maravilloso de la amistad.  Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que

Peregrinos: muerte y esperanza

 Santa Misa de funeral. 1ª. Lectura: Ap 14,13: Ellos descansan de sus trabajos porque sus obras los acompañan. Sal 63: Mi alma está sedienta de ti, Dios mío. Lc 23: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. No está aquí, resucitó. Celebramos hoy las exequias de nuestro hermano Luis Enrique. Es una circunstancia que nos hace enfrentarnos con esa realidad inexorable de la muerte. Como dice el poeta del siglo de oro español: “Yo, ¿para qué nací? / -para salvarme /que tengo que morir es infalible”... Es dura la realidad de la muerte. Y es tan humana, que hasta el Señor Jesucristo aceptó padecerla, como acabamos de leer en el Evangelio: hacia las tres de la tarde, en medio de las penumbras de aquel Viernes Santo, “Jesús, con voz potente, exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y dicho esto, expiró”. Imaginémonos el corazón de su Madre. Pensemos en los sentimientos de Juan. A cada uno de ellos, el Señor les había encomendado mutuamente su cuidado: Ahí tienes a tu h

Vocación y apostolado

Y llamó a los doce.  Las lecturas de estas semanas son muy apropiadas para el inicio de un nuevo semestre: en el domingo XIV considerábamos el tema de la vocación. En el domingo XV veremos que esa llamada es apostólica, comporta una misión. Como en el Antiguo Testamento, a Amós (7,12-15) y a tantos profetas, que pueden decir : “Yo no era profeta ni hijo de profeta, sino que me dedicaba a cuidar el ganado y cultivar higueras. Pero el Señor me tomó y me ordenó que dejara el rebaño diciéndome: "Vete y profetiza a mi pueblo Israel "”.  Igual en el Nuevo Testamento, el Señor nos toma y nos ordena. Lo vemos en el canto de alabanza con el que Pablo (Ef 1,3-14) bendice al Señor por sus beneficios, en primer lugar por la elección eterna: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, ya que en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presenc

Fe, santidad, vocación

En la primera lectura del XIV Domingo, Dios llama a Ezequiel (2, 2-5) como un mensajero para que sea mediador entre Él y su pueblo: “ Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a ese pueblo rebelde, que se ha rebelado contra mí lo mismo que sus antepasados hasta el día de hoy. (...) Y sabrán que en medio de ellos hay un profeta " . Esa es la misión del profeta: hablar al pueblo de parte del Señor. Comenzamos el año sacerdotal y es una buena ocasión para pensar en el tema de la vocación. ¡Tenemos tantos ejemplos de personas que han sido llamadas y que han respondido generosamente! La página web de la Santa Sede pone algunos ejemplos de sacerdotes santos: el Santo cura de Ars, San Josemaría Escrivá, San Luis Alberto Hurtado, y los Beatos Ciriaco Elía, Charles de Foucauld, Bronisá Markiewicz, y Edoardo Poppe. Vocación, llamada divina: Hijo de hombre, yo te envío. Decía Juan Pablo II, recordando su propia vida: “¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoc

Santo Tomás Apóstol, testigo de fe

Celebramos hoy la fiesta de Santo Tomás, el gemelo. Según una antigua tradición eclesiástica, evangelizó a los partos, aunque los cristianos de Malabar lo consideran el evangelizador de la India. Desde el siglo VI se celebra su fiesta el 3 de julio, fecha del traslado de su cuerpo a Edesa. El himno de Laudes lo ensalza con estas palabras : Oh Tomás, que resplandeces entre los Apóstoles con gloria sublime: acoge benignamente el himno de alabanza que cantamos en tu honor: La caridad de Cristo depara un trono en el Cielo para ti, que, por amor, estabas dispuesto a morir por tu Maestro. Impetuoso, de carácter fuerte y decisiones prontas. Llegó a decir: “¡vayamos también nosotros y muramos con Él!” También le agradecemos que fuera Él quien preguntara: ¿No sabemos a dónde vas, cómo sabremos cuál es el camino?, que mereció la respuesta del Señor: “ Tomás, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Pero la escena que más recordamos, y que nos presenta el Evangelio de hoy, es la

Vida de fe

Cuando comienzan las vacaciones, para muchas personas el descanso se relaciona con el agua: se desplazan hacia las piscinas, los ríos o, mejor aún, hacia el mar… Sin embargo, no falta quien menciona en esos sitios que, definitivamente, el hábitat humano es la tierra. Sobre todo, cuando se ha estado a punto de morir ahogado: sé de algún amigo que debe su vida a un desconocido que lo sacó del fondo de una piscina a la que se había metido siendo niño, sin pensar en la profundidad. También he oído la historia de alguien que, haciendo rafting , quedó dentro del agua justo debajo del kayak y junto a unas rocas… con alguien sentado arriba. En fin, todos conocemos historias de tempestades y tormentas que hacen pensar, a quien va dentro de una embarcación: ¿por qué no me quedé en tierra firme? Es lo que le sucedió también a un grupo de pescadores experimentados, el de los apóstoles, una noche en que llevaban a Jesús a bordo… solo que dormido. Así lo cuenta el evangelista Marcos (4,35-41

Corpus Christi

Me contaba un amigo que, hace unos días, mientras animaba a un colega a que se decidiera a confesarse y volviera a comulgar, éste le había respondido de buena manera: yo no creo en la Eucaristía, porque no me criaron con esa fe. Tú entenderás que me parece bonito, lo respeto y quisiera creerlo, pero la fe en que Jesús está presente en la hostia es un misterio muy difícil de creer.  Y es verdad… aprovechemos este momento para pedir al Señor por la fe de este amigo y démosle gracias porque nos haya concedido creer en este Sacramento, culmen y fuente de nuestra vida interior. Quizá por lo difícil que es creer en este misterio, el Señor ha querido que haya muchos ejemplos eucarísticos en el mundo. Uno de los más conocidos es el de Bolsena: corría el año de 1263. Cierto día, celebraba Misa un sacerdote piadoso, que tenía dudas sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Cuando iba a partir la Hostia consagrada se le convirtió en carne, de la que salían gotas de sangre, hast